Lunes 19 de mayo 2025

La justicia no puede reformar el pasado

Redacción 22/08/2009 - 01.17.hs

SEÑOR DIRECTOR:
El pasado miércoles seguí el desarrollo de la noticia sobre el fallo por el caso llamado Cromañón, menos interesado por las condenas y las absoluciones que por asistir a una muestra de las posibilidades y los límites de la justicia.
No dejaba de interesarme el tema de las condenas y los años de cárcel que pudieran ser dispuestos, pero sentía que esto era menos revelador que la nueva experiencia sobre el poder de la justicia o, para ser preciso, acerca de la capacidad real del poder judicial.
El tema de Cromañón había sido largamente tratado en mis columnas, desde que se produjo ese suceso conmovedor. También discurrí acerca de la culpa. En ese trajinar de la mente analítica creí advertir que la culpa (la causa, esto es, el conjunto de acciones y omisiones que hizo posible o inevitable y, por ende, predecible, el estrago) era si no difusa, ciertamente colectiva en cuanto al presente y de honda raíz en cuanto al pasado. Creí entender que en la economía del universo, o, al menos, en la del ámbito humano, una tragedia de esa magnitud era más bien un grito de advertencia acerca del camino erróneo que se estaba siguiendo en la organización y realización de esos espectáculos, incluyendo sus escenarios y el comportamiento de promotores, inversores, autoridades y público. En el pensamiento hindú hay una línea que advierte que lo que se hace y lo que se deja de hacer no se pierde en el aire sino que se acumula y reactúa sobre la realidad, esto es, sobre la sucesión de los momentos del vivir solo o en comunidad. Si me equivoco o soy omiso o me aparto a conciencia de lo debido, puede que eso tenga un efecto nulo o muy pequeño sobre mi suerte, porque otros actos míos equilibran las energías. Pero si me repito en el error o en el defecto, estaré cargando el rayo que habrá de aniquilarme. Creo que este mecanismo opera también sobre las comunidades.
Casos como el de Cromañón, con más o menos víctimas, se habían venido produciendo en casi todo el mundo y la prensa los había destacado. ¿Se ignoraba que los empresarios metían más gente del número previsto y que, para lograrlo, coimeaban a los funcionarios encargados del control inmediato? Tampoco se ignoraba que algunas bandas musicales o sus promotores y también los grupos de fanáticos toleraban y aún promovían conductas peligrosas con la idea de que, jugando en el borde, atraían más público? Chabán sabía que había gente de más en Cromañón, que había elementos muy combustibles en el salón y (probablemente) no ignoraba que desde Callejeros o desde su promoción, se alentaba el disparo de bengalas. Pero Chabán se limitó a advertir que si disparaban bengalas, todos correrían peligro. No intentó suspender el festival y desalojar. Al parecer, tampoco se ocupó de asegurarse que las salidas resultasen practicables. En cuanto al público, ¿nadie conocía la tendencia al comportamiento peligroso, nadie pensó que dados esos antecedentes, era suicida asistir (y llevar a otros, incluso a menores)? En cuanto al pasado, ¿ningún gobierno, ningún funcionario leyó sobre los desastres que se estaban produciendo?, ¿nadie, responsable de la seguridad o responsable de la propia seguridad (como lo somos todas las personas), se dijo al menos "a esa trampa no iré"? ¿Ningún abuelo, ningún padre apeló a su ascendiente para advertir a quienes, por menos experimentados, podían desestimar el riesgo? Es difícil seguir el proceso histórico de la culpa y reconocer los eslabones de esa cadena cuando se forman y cuando se unen.
Desconozco el detalle de los fundamentos del fallo del tribunal de Cromañón, pero creo que ha intentado la justicia posible. No me parece justo pensar que cayó sobre los culpables más notorios, más inmediatos, para "tapar" la cadena y el laberinto de la culpa. El "poder" del poder judicial no es ilimitado. No es el poder de los dioses (los cuales, aun ellos, tienen que convivir con el mal).
Atentamente:
JOTAVE

 


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