Jueves 19 de junio 2025

Personas sin ideología: lo imposible de hallar

Redacción 03/07/2013 - 04.18.hs

Señor Director:
¿Es concebible una persona sin ideología o por decirlo de otra manera, sin una forma determinada de ubicarse en el mundo, eso que llaman cosmovisión o modo de ver y entender el mundo?
La respuesta es no. Lo que hay o puede haber es la persona que crea estar sin ideología, sin preferencias, sencillamente porque no se ha pensado a sí misma. ¿Por qué no vota en una elección? Porque ha asumido que la democracia no es viable, pero esto supone que cree que existe otra viabilidad, que ella se ha dejado poseer por otro modo de ver y de valorar sin tomar conciencia de ese modo de posicionarse o sin entender que si elige es porque tiene preferencias. Fuera de esto solamente quedan los individuos que no han ingresado a la condición de animal racional: el ser que elige. A estos individuos se les suele decir robot, pero el robot es un mecanismo condicionado para dar un tipo de respuesta y no otro.
Esto es justamente lo que se lee en el voto de Raúl Zaffaroni, único de los siete ministros de la Suprema Corte que no consideró que la elección popular de consejeros sea inconstitucional. El argumento para declarar la inconstitucionalidad fue la elección popular, a través de partidos, como si los jueces y los consejeros fuesen seres virginales capaces de tomar decisiones insufladas por alguna deidad que los ilumina en el momento de tomar sus decisiones. En el caso de Laura Napoleón, la Madre de Plaza de Mayo recién fallecida, se relata que su padre era un "juez socialista". Nadie ha dicho, sin embargo, que fuese un mal juez. Lo único diferente es que ese juez no ocultó su preferencia en cuanto a lo social. Todo el mundo sabe que hay jueces conservadores y jueces progresistas. No hay jueces (ni personas) vacías de un sistema de preferencias.
Zaffaroni funda su disidencia que consistió en decir que la ley objetada puede ser considerada imperfecta, pero no que es inconstitucional. Explicitó su idea acerca de la politización, al decir que "es inevitable que cada persona tenga una cosmovisión que la acerque o la aleje de una u otra corriente de pensamiento de las que en cada coyuntura disputan poder"..., que "no se concibe una persona sin ideología, sin una visión del mundo": no hay forma de evitar esta ideologización "como no sea pretender que existe lo que es inconcebible: personas sin ideología", que "se trata de un problema humano insuperable: estamos lanzados al mundo con significados...", que "la única garantía de imparcialidad humanamente exigible es el pluralismo ideológico, donde cada uno conozca cómo piensa el otro y le exija coherencia en cada caso, "para lo cual es menester que nadie oculte lo que piensa".
Puede suceder que la palabra ideología esté demonizada, de suerte que haya quienes piensen que tener ideas y declararlas signifique ubicarse en un lugar que obliga a considerarlo distinto y peligroso. Hay quienes piensan así, pero es porque previamente se han convencido que ellos no: que ellos son ecuánimes, infaliblemente justos. No creo ser jactancioso si refiero que soy persona sin creencias religiosas definidas y que, sin embargo, de los muchos que han golpeado a mi puerta para hacerme conocer su "mensaje" no creo que haya uno que recibiese de mí un trato irrespetuoso. Son preferibles quienes declaran su creencia y merecen respeto quienes además de comunicar su credo son coherentes con sus mandatos y prohibiciones. No es que alguien sea mejor que otro: sólo creo han hecho opciones diferentes. Lo mismo pasa con la adhesión franca a un partido político, pues permite saber algo acerca de ellos; merece aprecio esa honestidad de presentarse como son, con las opciones que han aceptado y por las cuales se sienten expresados. Merecen respeto los llamados militantes: los que quieren comunicar sus preferencias y lo hacen abiertamente, sin esconderse detrás de alguna de las máscaras que también sirven para estar en el mundo.
Atentamente:
JOTAVE

 


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