Alarmante retroceso
La libertad de prensa sufre un retroceso alarmante en varias regiones del mundo. Así lo expone el informe de Reporteros sin Fronteras en la Clasificación Mundial de la Libertad de Prensa RSF de este año, donde se indica que en 2025 las condiciones para ejercer el periodismo son malas en la mitad de los países del mundo. Argentina no es la excepción. Por segundo año consecutivo volvió a caer en el ránking: del puesto 66º pasó al 87º. Si se calcula el bienio, el país descendió 47 posiciones.
La degradación en la lista está claramente relacionada con el vínculo que el actual gobierno entabla con la prensa. En las conclusiones del informe de 2024, RSF mostraba su preocupación por la falta de pluralismo en el país. En 2025, profundiza la visión negativa sobre la actual gestión. En el documento, la organización afirma que el presidente Javier Milei estigmatiza a los periodistas, desmantela los medios públicos y utiliza la publicidad estatal como arma política. Por otra parte, es importante destacar otro apartado del informe donde se advierte que las plataformas, en su mayoría sin regulación, concentran cada vez más ingresos publicitarios que, normalmente, deberían sustentar al periodismo lo que debilita y precariza a los medios.
La opinión sí molesta. El 1º de mayo, el presidente Javier Milei hizo en la red social X un largo posteo con una serie de preguntas sobre la tarea periodística que concluye con una frase contundente. Publicada en mayúsculas, que en los mensajes escritos se decodifica como un grito, agrega “no odiamos lo suficiente a los periodistas”. No es una sorpresa. Desde que asumió, el vínculo que entabló con la prensa fue de constante destrato a la profesión de periodista. La lista de adjetivos es extensa: ensobrados, mentirosos y, como en el mismo posteo destaca, “depravados y violentos” entre otros tantos. Bajo el amparo de la descalificación de la tarea por parte de la autoridad máxima del país, no sorprende la represión que siguen ejerciendo las fuerzas de seguridad como la que sufrió Pablo Grillo o la que vivió a manos de desconocidos Roberto Navarro en un hotel de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
No cabe duda que el objetivo principal es acallar la disidencia. No es, como señaló Milei en una entrevista radial, que “lo irrita la mentira”. Esa irritación la genera el ejercicio periodístico: contar y opinar. La hostilidad y violencia son parte de un plan sistemático de ataque, a la prensa en general y a periodistas en particular cuyos nombres van rotando día a día.
Lo sucedido en el debate por las elecciones de legisladores porteños confirma la idea del ataque como un programa del gobierno nacional. Dentro del canal de la ciudad, en un sector donde se necesitaba acreditación, Santiago Caputo fotografió la credencial de nuestro compañero Antonio Becerra que, como reportero gráfico, registraba el ingreso de los protagonistas y sus asesores. Tomó los datos con su celular y luego lo guardó en el bolsillo en un gesto de clara intimidación. La explicación que dio el vocero -y candidato a legislador porteño- Manuel Adorni fue un intento de ironía que se aleja demasiado de la definición de la figura retórica tradicional: “Santiago quería saber si había salido bien en la foto”.
La política comunicacional de Milei está concentrada en las redes. Con una fantasía de horizontalidad, el presidente, su Gabinete y un conjunto de funcionarios contratados para tal fin, escriben un capítulo más en la historia de violencia de la Argentina. No se puede naturalizar este accionar desde la función pública. En este contexto queda sólo una salida: seguir haciendo periodismo. (Por Malena Winer, extractado de Tiempo Argentino)
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