Martes 15 de julio 2025

Cerca del ridículo

Redacción 15/07/2025 - 00.16.hs

Desde los mismos inicios de su gestión, el gobierno de Javier Milei se autoatribuyó un carácter mesiánico, que ayudó a justificar las brutales medidas de ajuste y, de paso, cimentar las mentiras para con los gobiernos anteriores. “El Mesías, o quien se crea tal -según un lúcido análisis periodístico- podrá esperar un milagro. Pero el resquebrajamiento de los mecanismos que administraban las decisiones en el mileísmo es un síntoma de la economía. El Mesías ni siquiera pudo operar el milagro de apagar el tablero del Senado para evitar las votaciones desfavorables. Tiene que haber un pícaro que meta la mano. Siempre hay un pícaro cuando alguien se cree el Mesías”. Sugestivamente, el diccionario de la Academia acepta para el calificativo una acepción de “sujeto real o imaginario en cuyo advenimiento hay puesta confianza inmotivada o desmedida”.

 

Varios de esos actos fueron acompañados por verdaderas puestas en escena que resaltaban la imagen del Presidente, caso de su presencia en Bahía Blanca vestido con uniforme militar, el aliento a los partidarios motosierra en mano y gritando a voz en cuello consignas contra economistas prácticamente desconocidos para la generalidad del público o el desfile encaramado sobre un tanque de guerra del Ejército. Todo esto sin contar la acción psicológica desarrollada por sus operadores –trolls- telefónicos, más o menos con los mismo objetivos.

 

Pero ya es evidente que en virtud de su innegable ego y en procura de promover y defender su discutible programa de gobierno, Milei ha caído en actos que lo ponen muy cerca del ridículo o directamente dentro del mismo. Y ya se sabe que del ridículo no se vuelve.

 

Si hacemos memoria hay que pensar en aquella jerarquizada reunión de Davos, cuando al ejercer su turno discursivo se pronunció con conceptos de un conservadurismo tal que desconcertó a los mismos conservadores y, por si fuera poco, finalizó carajeando a la libertad, como hacía en ese tiempo.

 

Otro acto similar fue su autopromocionada candidatura nada menos que al Premio Nobel de Economía en mérito -afirmaba- al ajuste realizado en el país, el mayor de la historia.

 

Pero donde esa egolatría alcanzó límites increíbles fue en dos sucesos recientes, uno de ellos en la categoría de rumor seriamente fundado, como lo fue la posible intención de vestir el uniforme de los Granaderos a Caballo y portar –nada menos—el auténtico sable corvo del general San Martín, custodiado desde siempre en el Museo Histórico Nacional. El uso del sable del Libertador, quien lo donara a la Patria en muy especiales condiciones, fue negado por la autoridad del museo, consciente de esta suerte de fantochada. Según propias palabras, le costó el puesto al director del museo.

 

El otro acto, que rayó en lo inaudito, no necesita prueba alguna ya que fue ampliamente difundido por los medios de comunicación oficiales y privados: consistió en la asistencia a la inauguración del mayor templo evangélico de la Argentina. El Presidente, practicante de un sionismo extremo según sus manifestaciones, avaló con su presencia dos disparates formidables que corrieron por cuenta de autoridades de esa iglesia, pretendiendo darle la condición de milagros surgidos de la oración en esa casa. Uno fue la trasformación de una cantidad de pesos en dólares, que permitieron la construcción del templo. El otro prodigio fue de similar calibre: el crecimiento de un dedo que le faltaba a una mujer, y más: la uña correspondiente hasta estaba pintada del mismo color que el resto.

 

Ante semejantes dislates, los argentinos - sin distinción de creyentes o escépticos- acaso podamos sugerir el concurso de ese pastor para conseguir los dólares que tanto necesita el gobierno.

 

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