Martes 23 de abril 2024

El pájaro tuitea hasta morir...

Redacción 30/10/2022 - 11.23.hs

Las elecciones que se llevarán a cabo hoy en Brasil serán una prueba para la red social Twitter, que acaba de cambiar de dueño. No tiene ni las mayores ganancias, ni la mayor cantidad de usuarios, pero desde su inicio, la red del pajarito llevó la delantera como el lugar preferido para el debate político: como un lugar horizontal, donde los individuos y los grupos minoritarios podían enfrentar a los poderosos, tanto, que hasta funciona como sitio de reclamos contra los abusos de las grandes proveedoras de servicios públicos. Ahora Twitter ha sido finalmente adquirida por Elon Musk, el hombre más rico del mundo, quien para empezar acaba de anunciar cambios en las normas de edición de su contenido, ya que se define como un "fundamentalista de la libre expresión". Ah, y también anunció que le dará la bienvenida nuevamente a Donald Trump, a quien le habían cancelado su cuenta por la comprobada y reiterada emisión de noticias falsas.

 

Musk.

 

El hombre más rico del mundo no es el típico millonario. Con apenas 51 años, este sudafricano de origen se las ha ingeniado para pintarse a sí mismo como un personaje innovador, inconformista y disruptivo. A diferencia de los discretos millonarios tradicionales -los que atesoran "dinero viejo"- a Musk le encanta el candelero público.

 

Cómo hizo su dinero no es ninguna originalidad. Sus empresas (la fabricante de autos eléctricos Tesla, la compañía aeroespacial SpaceX, la flota de 3.000 satélites Starlink, entre otras) se alimentaron de miles de millones de dólares provenientes de subsidios estatales, pero ahora que ya los embolsicó, se la pasa protestando contra el gobierno y demandando su derecho a manejar sus empresas como se le cante. Al igual que el resto de los habitantes del top ten en la revista Forbes, no sólo navega en un mar de dinero, sino también en un mar de contradicciones.

 

No es cuestión negar el talento de este hombre que claramente piensa con su propia cabeza. De ahí que diga cosas revulsivas para EEUU, como por ejemplo, que Ucrania debería dejarse de hinchar y entregarle de una vez a Rusia el territorio que reclama. Curiosamente, al mismo tiempo, es su compañía Starlink la que provee servicios de comunicación satelital al bando ucraniano durante la guerra.

 

Como el resto de los magnates de la era digital, supo avizorar rápidamente el mundo que venía, y adaptarse rápidamente. Igualmente, comparte la pasión de éstos por el mundo de la comunicación (no olvidar que Jeff Bezos de Amazon terminó comprando el tradicional diario The Washington Post).

 

Telenovela.

 

La compra de Twitter fue una larga historia, no exenta de drama. Musk anunció su oferta en abril pasado y todo parecía ir de maravillas, pero en determinado momento reculó: no se sabe si para regatear el precio, o de puro excéntrico, empezó a encontrar defectos en el algoritmo del sitio, en particular su tratamiento de los "trolls" y "bots" que enturbian las aguas del debate.

 

En determinado momento, se trenzó en polémicas -desde luego, por Twitter- con los propios ejecutivos de la empresa, que no vacilaron en refutarlo. A uno de ellos, el pretenso comprador supo responderle un comentario con un emoticón más propio de los adolescentes, el que representa a un simpático pedazo de excremento. Esta semana ese ejecutivo -junto a otros tres- fue aliviado de las responsabilidades de su cargo. Los echaron, bah. Dicen las malas lenguas que hasta los escoltaron con personal de seguridad fuera de las oficinas de la empresa en San Francisco. Un poco a la manera que sacaron del Congreso del Partido Comunista Chino al amigo Hu Jintao, un ex presidente que aparentemente ha caído en desgracia.

 

Finalmente, para felicidad (por ahora) de todos, y no sin un sonoro litigio judicial promovido contra Musk en Delaware, el negocio se concretó en la misma cifra anunciada meses atrás, unos 44 mil millones de dólares, importe curiosamente parecido al que "ingresó" a la Argentina gracias "préstamo" concedido por el FMI en 2018. Tal parece que la esclavitud de todo el pueblo argentino vale lo mismo que Twitter.

 

Cambios.

 

Seguramente habrá cambios en la política de la empresa, pero todavía no se conoce bien su extensión y profundidad. Para empezar, ya hubieron comentarios favorables de miembros del derechista Partido Republicano estadounidense, quienes aparentemente creen que ahora tendrán carta libre para divulgar sus delirios sobre el fraude electoral y otras teorías conspirativas.

 

No es raro que les guste el perfil de Musk: un típico representante del capitalismo tecnológico extremo del siglo XXI -que algunos llaman, más propiamente, tecno feudalismo-. Alguien que en nombre de su supuesto genio se arroga el derecho de romper las reglas, explotar a los que trabajan para él, y ridiculizar a cualquiera que se ponga en su camino, ya que supuestamente tiene "una misión que cumplir". Sus parecidos con Trump, en este área, son sorprendentes.

 

Muchos inversores han expresado sus reservas sobre la estabilidad de este hombre volátil, entre otras cosas, por su conocido consumo de drogas varias (aunque, sea dicho, esto no es una originalidad en el mundo de la computación). Tampoco es un secreto que las prácticas comerciales de Musk, y en particular, en la manipulación del mercado de acciones, le han valido multas millonarias de parte de la Comisión de Valores (SEC) norteamericana, a la que él se refiere como "esos bastardos".

 

Crecientemente, sus comentarios y sus acciones en territorios calientes como Ucrania, Irán y Taiwán, le han valido el mote de "agente del caos político". Y eso era antes de ser el dueño de Twitter. Hoy habrá que ver, cuando la red se empiece a llenar de noticias falsas en Brasil, cómo responde a esa amenaza contra la democracia. Y acaso, veamos un atisbo del futuro.

 

Como diría Charly Garcia: "¿será como yo lo imagino, o será un mundo feliz?".

 

PETRONIO

 

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