El pánico social como arma
La victoria de Javier Milei --tanto en 2023 como en las recientes elecciones de medio término-- no puede ser comprendida con las categorías políticas tradicionales. La razón hoy se constata de manera contundente: la realidad de la calle, más allá de los análisis de laboratorio, indica que la mayoría social no llega a fin de mes, vive angustiada y está profundamente descontenta con la gestión de gobierno.
De ahí se desprende que el resultado electoral reciente de La Libertad Avanza no se debió a la mera adhesión programática o de intereses económicos. Nuestra hipótesis central es que la revolución cibernética ha erosionado las viejas categorías y alterado el paradigma: el voto de elección de representantes ya no refleja necesariamente una coincidencia de valores o ideología. Esta victoria es, en cambio, un espejo de la profunda mutación de la subjetividad que se encuentra desorientada, en pánico, desestabilizada en relación a los pilares que la sostenían hasta hace unos años y sin representación política.
El triunfo de LLA en 2023 fue el resultado de la convergencia de una serie de amenazas vitales --el trauma persistente de la pandemia del coronavirus, la inflación galopante y la inestabilidad crónica-- factores que han generado un estado de agonía, cansancio y angustia social que demandó una salida intempestiva y urgente. El pánico no es un fenómeno monetario, sino una asfixia del cuerpo singular y social, un agujero en el campo de las representaciones.
Bajo este prisma, cualquier propuesta, por más extrema o violenta que sea (como el desguace del Estado), fue aceptada y recientemente revalidada, porque se presentó como una salida, una vía de escape. El voto no fue por la tranquilidad económica o por convicción ideológica, sino por un anhelo de supuesta estabilización y supervivencia.
La cohesión por el odio.
La terapia de shock no fue un cálculo económico, sino un fenómeno psicológico y afectivo. En un clima de desconfianza total hacia los políticos tradicionales, la virulencia y la agresividad del discurso de La Libertad Avanza fueron interpretadas como sinceridad brutal y autenticidad. La cruel amenaza extorsiva de Trump funcionó, “si no ganan, si no apoyan al presidente, no hay ayuda económica”, se escuchó como un signo de que "va en serio".
En ausencia de un proyecto colectivo de futuro, los afectos negativos como el odio y el miedo se convirtieron en los principales organizadores sociales. El miedo debilita y anula el cálculo de las consecuencias, mientras que el odio hacia un enemigo común (la "casta" o el "kuka") se convierte en un aglutinador social que construye ideología e identidad colectiva basada en el repudio a un "otro".
Para una porción del electorado, el proyecto de crueldad económica fue redefinido como una "purga moral necesaria". Se impuso la narrativa de que el Estado de Bienestar es sinónimo de "derroche" y "corrupción". El ajuste drástico es visto como la única "medicina amarga" para un cuerpo social enfermo. La frustración por décadas de crisis generó un agotamiento que lleva al deseo de destrucción total (tabula rasa), el pánico hace que se prefiera un dolor agudo y rápido (el ajuste brutal) a un dolor crónico (la inflación constante). Paradójicamente, el líder que encarna esta crueldad se convierte en una figura de identificación. Al ser el vocero de la bronca colectiva, su agresividad es interpretada como la máxima expresión de la sinceridad en un sistema percibido como mentiroso.
Un trágico reflejo.
La victoria de este modelo que propone la anulación de consensos históricos sobre derechos es el trágico reflejo de una subjetividad exhausta, furiosa y, sobre todo, aterrorizada, que se define en el instante y bajo la presión de la amenaza. Se vota por la crueldad cuando funciona el miedo y cuando la rabia encuentra una figura que la canaliza y la valida.
La victoria de Milei es el epílogo de una crisis multicausal: una sociedad aterrorizada por la economía, estresada por los cambios tecnológicos, desencantada con la política y hábilmente movilizada por una estrategia digital que transformó el vacío y la bronca en votos para un proyecto que redefine dramáticamente la relación entre el ciudadano, los derechos y el futuro del Estado argentino.
El triunfo de Milei en 2025 radicó en la misma fórmula que en 2023... Lo viejo funciona. (Por Nora Merlín, psicoanalista).
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