Martes 23 de abril 2024

Historia de las venas abiertas de Haití

Redacción 26/05/2022 - 00.45.hs

Cuando desde la derecha se adjudica el atraso de nuestros países a la corrupción o al populismo, el caso de Haití sirve para responderles: es el imperialismo, estúpido.

 

JOSE ALBARRACIN

 

Haití es el país más pobre de América, una realidad que habitualmente se explica con una mezcla de factores tales como la corrupción gubernamental, la inestabilidad política y las catástrofes naturales. La verdad, sin embargo, es que ese país caribeño jamás tuvo la oportunidad de construirse como nación, debido a la criminal voracidad de sus colonizadores franceses y la de sus bancos. Es el imperialismo -y el racismo que siempre lo acompaña- la principal causa de las penurias haitianas.

 

Historia.

 

La afirmación no proviene de Eduardo Galeano ni de algún otro historiador de izquierda latinoamericano. Surge de un pormenorizado estudio histórico, con base en miles de documentos originales, que acaba de publicar un equipo de periodistas del New York Times, que incluso llegó a cuantificar el daño económico masivo hecho por Francia a su ex colonia caribeña.

 

La parte conocida de la historia comienza en 1791, cuando tras siglos de un sistema esclavista de atroz crueldad, la población afrodescendiente de Haití logró expulsar por las armas a los franceses, fundando así una de las primeras naciones libres americanas, y ciertamente, la primera república de ex esclavos. Cuando Napoleón intentó reconquistar la isla, en 1802, sus tropas sufrieron una paliza monumental, perdiendo alrededor de 50.000 hombres, más incluso que en Waterloo.

 

Pero Haití era un "mal ejemplo" para el mundo, que todavía basaba buena parte de su economía en la explotación del trabajo esclavo: a la cabeza de esta lista estaban los estados sureños de EEUU, que se negaron a reconocer al nuevo país caribeño. Así fue como veinte años después de su independencia, la isla recibió la visita de una flota de guerra francesa, que les demandaba el pago de indemnizaciones por las pérdidas sufridas por sus ex amos esclavistas.

 

Rescate.

 

El así llamado "pago por la independencia" (en realidad, un rescate cobrado por delincuentes secuestradores) vino así a constituirse en el único ejemplo histórico en el que los vencedores de una guerra son obligados a pagar indemnizaciones a sus derrotados. Los haitianos se vieron forzados a abonar a sus ex amos la suma de 150 millones de francos, un monto considerable si se considera que por la venta del estado de Louisiana a EEUU los franceses embolsaron 80 millones de la misma moneda.

 

Desde luego, la joven nación negra no contaba con semejante suma, lo cual se solucionó mediante un préstamo otorgado por el banco francés Crédit Industriel et Commercial -el mismo que financió la construcción de la Torre Eiffel- que pasó entonces a operar como banco central "de facto" haitiano. Un poco a la manera de nuestros amigos de la Baring Brothers, en el mismo acto de otorgar el préstamo los usureros franceses se quedaron con un 40 por ciento de esos fondos en concepto de comisiones.

 

La consecuencia fue que, durante más de un siglo, los descendientes de los esclavos haitianos continuaron pagando por su libertad a los herederos de sus ex amos, que incluían aristócratas célebres como la emperatriz de Brasil, un yerno del zar Nicolas I de Rusia, y el canciller imperial de Alemania. Según el cálculo del New York Times, la suma pagada equivale a 560 millones de dólares actuales. Pero con la ayuda de un equipo de economistas internacionales se calculó el monto total perdido -es decir, lo que hubiera producido ese dinero por el simple hecho de quedarse en el país- el monto total rondaría los 21 mil millones de dólares, suma ésta que supera con creces el PBI haitiano actual.

 

Atraso.

 

Para colmo de males, el temor a una nueva invasión francesa hizo que el gobierno de Port-au-Prince invirtiera buena parte de sus escasos recursos en defensa, desatendiendo el bienestar de su población. Y para seguir la maldición, durante el siglo XX fue el turno de los norteamericanos, que a instancias de otro banco voraz (el City Bank, origen del actual Citygroup) invadieron el país durante décadas. Esta es la explicación de la fragilidad de las instituciones haitianas, y de su infraestructura: todas las escuelas, los caminos, los sistemas de agua potable y de cloacas que faltan, se fueron a la barriga de Francia, primero, y de EEUU después.

 

No es de extrañar entonces, que cuando en 2003 un presidente democrático haitiano (el ex sacerdote Jean Bertrand Aristide) comenzó una campaña de reclamo por reparaciones contra Francia, haya terminado depuesto, en un golpe de estado orquestado por la nación gala y por Washington. Quiso la ironía de la historia que uno de los funcionarios franceses implicados en el episodio haya sido el intelectual Regis Debray, el mismo que en su juventud estuvo junto al Che Guevara en Bolivia.

 

Toda esta historia ha sido silenciada, y ni siquiera se menciona en las escuelas francesas. Incluso, buena parte de los actuales herederos de aquellos amos esclavistas, consultados al respecto, manifestaron ignorar este matiz en el origen de sus fortunas.

 

Pero es difícil imaginar una fórmula más perfecta para abortar una nación de raíz, y para condenar a sus ciudadanos a la pobreza extrema o el exilio. Y así es como continúa la sangría: hoy hay más médicos haitianos en Canadá que en su propio país. Si hasta uno de ellos llegó a Santa Rosa, donde se granjeó el respeto y el cariño de todos.

 

Por eso, cuando desde la derecha se adjudica el atraso de nuestros países a la corrupción o al populismo, aquí está este ejemplo de manual para responderles: es el imperialismo, estúpido.

 

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