Lunes 15 de abril 2024

La implosión demográfica

Redacción 21/09/2023 - 08.26.hs

El desafío de las futuras generaciones de dirigentes será cómo administrar una población decreciente y cómo afectará este fenómeno a los sistemas jubilatorios, de salud y de educación públicas.

 

JOSE ALBARRACIN

 

Durante décadas, la humanidad vivió bajo la amenaza de lo que, desde los centros de poder, se denominaba "explosión demográfica". Muchos países, entre ellos la India -que acaba de superar a China como el país más poblado del mundo- intentó políticas de control poblacional, incluyendo la aberración de las esterilizaciones masivas y forzadas. Pero resulta que aquel peligro no era más que una anomalía de los dos últimos siglos de historia humana: hoy existe la certeza matemática de que, en pocas décadas, el crecimiento poblacional alcanzará su pico, y lejos de amesetarse, comenzará un pronunciado declive.

 

Pico.

 

Para las Naciones Unidas, esa cúspide de 10.000 millones de habitantes se alcanzará en la década del 2080. En cambio, el Centro de Demografía Wittgenstein, de Viena, lo pronostica para el 2070, y el Instituto de Mediciones y Evaluaciones de Salud de la Universidad de Washington, más cerca aún, en 2060. De lo que no hay dudas es de que ocurrirá pronto; tanto, que personas vivas hoy presenciarán ese fenómeno.

 

Este futuro resulta difícil de imaginar para quienes vivimos durante los últimos cien años, período en que la población mundial se cuadruplicó, pasando de 2.000 a 8.000 millones. Pero los números no mienten: en la enorme mayoría de los países, la tasa de natalidad es inferior a 2 (esto es, cada dos personas nacen menos de dos bebés), fenómeno que tiene directa relación con la suba en la calidad de vida.

 

Nuestro país no es la excepción. Mientras en 1991 la tasa de natalidad en Argentina era de 3, en 2021 pasó a 1.9 (correlativamente, el PBI per cápita era de 15 mil dólares hace treinta años, comparados con los 22 mil actuales). Vale decir, que incluso sin contar el supuesto éxodo de jóvenes al exterior, la población nacional necesariamente decrecerá. Y en otras regiones del mundo la situación es aún más drástica: en EEUU la tasa es del 1.66; en Europa, del 1.5, y en el Este asiático apenas llega al 1.2. Los cálculos basados en estas cifras indican que en 300 años, el número de seres humanos volvería a ser el que había a principios del siglo XX.

 

Progreso.

 

El fenómeno del crecimiento poblacional tiene directa relación con las mayores expectativas y con la calidad de vida, que a su vez, son producto de los progresos científicos contemporáneos. Y como estos avances son producto de la creatividad de las personas, un número menor de éstas debería traducirse, necesariamente, en menos progreso e innovación.

 

Desde luego, estos cambios poblacionales tienen incidencia en las relaciones geopolíticas (las naciones más populosas tienden a tener mayor poder e importancia) y en los presupuestos estatales. Pero un decrecimiento poblacional abrupto como el que se avizora, tendría consecuencias de una complejidad enorme -tanto o más que el cambio climático- que deberían ser atendidas desde el presente.

 

Al menos, eso es lo que sugiere el economista Dean Spears, del Centro de Investigación Poblacional de Texas. Este experto teme que el fenómeno del decrecimiento demográfico sirva a algunos grupos políticos para hacer avanzar sus agendas de desigualdad, exclusión, control social y xenofobia. Para no hablar de nuevos sistemas de control poblacional, en el sentido inverso, a la manera de "El cuento de la criada".

 

Claro está, en un país donde el debate electoral pasa por decidir si se dinamita el Banco Central o, por el contrario, se ingresa al mismo con cámaras de TV, está claro que estos asuntos de largo plazo tienen poca chance de ser atendidos.

 

Destino.

 

No sabemos si estos cambios demográficos tan abruptos obedecen a alguna fuerza superior (de hecho, en nuestro tiempo los relatos religiosos se encuentran, también, en crisis). Lo que podemos medir indica que las razones de que nazcan menos niños tienen que ver con la sencilla razón de que la gente lo quiere así: desean familias más pequeñas y manejables. Y es un fenómeno universal, que incluso abarca al África subsahariana, el lugar del mundo con mayores índices de fertilidad.

 

Curiosamente, y aunque este fenómeno beneficia principalmente a las mujeres -al aliviarles la carga de la maternidad- también los hombres encuestados en todo el mundo participan de este consenso.

 

Los próceres de la época de la organización nacional Argentina creían que "gobernar es poblar". Y el hecho de que nuestro crecimiento demográfico haya sido bastante magro, dejando enormes extensiones del territorio nacional sin asentamientos humanos, habla a las claras de un fracaso político.

 

El desafío de las futuras generaciones de dirigentes será cómo administrar una población decreciente. Cómo afectará este fenómeno a los sistemas jubilatorios, de salud y de educación públicas. Cómo incidirá en los derechos de los ciudadanos, muy particularmente a los derechos reproductivos de las mujeres. Cómo se redefine el progreso, el bienestar y la inclusión social.

 

Vienen a la memoria aquellas palabras de Charly García, cuando se proponía reflexionar sobre el porvenir: "¿Será como yo lo imagino, o será un mundo feliz?"

 

' '

¿Querés recibir notificaciones de alertas?