Lunes 22 de abril 2024

La sobriedad del lamento

Redacción 21/05/2023 - 17.29.hs

En unos días se cumplirán dos años de la desaparición física de Horacio González, una de las pérdidas más importantes que sufrió la sociedad y la cultura argentina con motivo de la pandemia. Pero como suele ocurrir con los grandes (González era un muy prolífico sociólogo, filósofo, pensador, intelectual, historiador, investigador, escritor y profesor, además de director de la Biblioteca Nacional durante una década) su voz sigue resonando desde sus libros. Ahora, también, tres artistas excepcionales de su círculo íntimo, Liliana Herrero, Juan Falú y Teresa Parodi, han lanzado a rodar un espectáculo integral en base a sus textos, titulado "Mojones-Signos y Memorias de la Patria", que con algo de suerte podrá verse en Santa Rosa en el segundo semestre de este año.

 

Mojones.

 

La obra participa de una vieja tradición algo olvidada en nuestros días. Podría ser definida como una cantata, a la manera de "Santa María de Iquique" de Quilapayún, o más cerca nuestro, "Coral Terrestre" de Sanampay, sobre textos de Armando Tejada Gómez, que contaba con la participación de nuestro Délfor Sombra.

 

En el mundo del rock, el parangón sería el así llamado "álbum conceptual", pero lo que se narra aquí no son cuentos de los océanos topográficos, sino algo mucho más cercano y profundamente argentino. Los "mojones" son momentos claves de la historia nacional, que se rescatan desde la voz de sus propios protagonistas.

 

Quienes están familiarizados con la obra de Horacio González (en particular, "Restos pampeanos", un libro de fines de los años noventa, imprescindible para repensar la nacionalidad en tiempos aciagos) reconocerán aquí su amor por el texto. Cuando se narra la epopeya de los Andes, es la voz del propio José de San Martín la que suena, exhortándonos a "ser libres, que lo demás no importa nada". Cuando se refiere el episodio atroz de la Guerra de Malvinas, se emplea una carta raramente poética de un combatiente en las trincheras.

 

Paisaje.

 

La composición pasó básicamente por la creación musical de Falú y los textos de Parodi, aunque todos los involucrados -entre ellos, el propio González, autor de los textos introductorios a cada canción- tuvieron su participación, en jornadas de trabajo amicales, no exentas de debates encendidos.

 

Parte del acierto pasa por hacer un recorrido por el paisaje nacional, abordando virtualmente todos los géneros musicales folclóricos, desde el chamamé hasta la cueca, del tango al gato, y desde la zamba a la vidala. Independientemente de eso, se trata de un puñado de canciones de bellísimas melodías y armonía, que se agradecen como el agua en el desierto, en momentos que la canción como género parece languidecer, víctima de las tendencias que favorecen el puro ritmo y la palabra hablada, casi sin desarrollo armónico, para no hablar del insufrible "auto-tune".

 

En una de las pocas obras de otros autores, escuchamos un Martín Fierro deconstruido en la pluma de Edgardo Cardozo (ex miembro de Puente Celeste) y en la voz de Liliana Herrero, que cuando ingresa en el aire tiene la virtud de desacomodar los átomos de todo el universo. "Estos versos tienen un sentido superior. Se relacionan al enigma de la adversidad, se vinculan con la sobriedad del lamento", escribe Gonzalez.

 

Canon.

 

Acaso lo mismo pueda decirse de "Mojones", una obra que va camino de integrarse al canon no ya sólo de la música popular argentina, sino también el de la literatura nacional y popular. Aunque más no sea, por su valentía de contradecir la ola posmoderna según la cual seríamos incapaces de construir grandes relatos abarcadores.

 

Estos relatos son tan necesarios hoy como lo eran en 1810. Hoy, el partido del puerto sigue proponiendo lo mismo: la entrega, el endeudamiento, el derramamiento de sangre entre hermanos, la proscripción, el exilio. Sus medios de comunicación funcionan como una suerte de Ministerio de la Emigración, instando a los jóvenes argentinos a seguir el ejemplo de connacionales que "triunfan en el exterior", ocultando la herida desgarradora del desarraigo. Y es que, claro, para mantener la colonia y expoliar sus recursos naturales, hace falta que esté despoblada. No hay nada más antitético de la colonia que el pueblo.

 

"Mojones" tiene la valentía de retomar esas palabras: "pueblo" y "patria", que tan ausentes están en el discurso político contemporáneo, incluso en el de los partidos populares.

 

De este modo, se convierte en una expresión de una pulsión profunda del pueblo argentino, que a la adversidad y a la traición responde con el canto, con la belleza, con el amor. Donde quiera que esté, Horacio González ha de estar orgulloso de este homenaje.

 

PETRONIO

 

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