Lunes 15 de abril 2024

Plausibles medidas

Redacción 01/10/2022 - 00.33.hs

Las últimas semanas han deparado un notable escenario temporal a los intereses de los habitantes de Santa Rosa. Dos antiguos anhelos se han plasmado o están a punto de concretarse.

 

Por un lado, aparece la estrictez impuesta en el "alcohol cero" para quienes están al volante de un vehículo a motor, de cualquier clase que sea.

 

La medida aparece como consecuencia natural del comportamiento de mucha gente que no termina de comprender -o ignora directamente- la relación que hay entre la cantidad de alcohol en la sangre y la lucidez del cerebro humano para tener reflejos. Las estadísticas de los últimos meses, sobre todo las correspondientes a los fines de semana, daban números inquietantes en cuanto a personas que no estaban en condiciones de manejar, algunas de ellas directamente beodas. Y esa condición para la más variada índole en cuanto a mujeres, hombres y jóvenes; en algún caso hasta adolescentes.

 

Es cierto que semejante estrictez puede ser discutible en ciertos grados, y es de esperar que se racionalice, pero, aunque en algunos sectores la medida no caiga para nada bien, se imponía como necesaria al bienestar común.

 

La otra medida a tomarse es tanto o más digna de aplauso que la comentada: la reducción de límite de velocidad dentro del ejido ciudadano junto con la obligación (que ojalá sea a rajatabla para todos los motoristas) de cumplir con la norma, so pena de sanciones severas. Sin embargo, el detalle de la ordenanza, el que se conoce al menos, nada dice de la arteria más peligrosa en ese sentido que hay en la ciudad: la avenida de circunvalación Santiago Marzo.

 

Cualquier persona con un mínimo afán de observar quedará alarmada al ver el modo en que se desplazan los vehículos por esa arteria, desde hace ya varios años festoneada por la urbanización. El tránsito entre las rotondas sur y norte espanta, acaso por ser la conexión obligada entre dos rutas muy importantes, condicionados -es un decir- por los semáforos los conductores en general suelen superar largamente los 80 km/hora de velocidad y los motociclistas no les van en zaga, con las piruetas que conllevan. Vecinos de ese sector señalaban a esta columna que, fiados a una posible acción municipal (que nunca se dio) llegaron a medir cuidadosamente algunas velocidades. Asombrados comprobaron que algunos camiones de alto tonelaje orillaban o llegaban a pasar los 100 kilómetros por hora.

 

Si a lo dicho se le agrega la circunstancia de que el paso de camiones con sustancias inflamables nunca es menor a una docena por día, el riesgo se multiplica, máxime que existen antecedentes trágicos en situaciones similares.

 

Salta a la vista que, de las medidas a implementarse, lo esencial es su adopción por los automovilistas y esta, a su vez, al menos por ahora está condicionada por el grado de vigilancia y sanciones que se pudieran aplicar. Tampoco es cuestión de reivindicar el viejo y muy discutible refrán de que "la letra con sangre entra", pero tratándose de la seguridad pública no está de más que la acción municipal sea, al menos, severa en la materia.

 

Finalmente no estaría de más una campaña preventiva al respecto. Ya se sabe que "el que avisa no es traidor".

 

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