Miércoles 10 de septiembre 2025

Una lucha contra la devaluación de ideas

Redaccion 10/09/2025 - 00.29.hs

En la Argentina, el justicialismo tiene el privilegio de haber sido la primera fuerza política democrática en configurar intelectualmente un proyecto de país, reconocido incluso por sus más fervientes detractores.
Silvio J. Arias *
La aplastante derrota oficialista nacional en las legislativas pasadas, dentro de la provincia más grande del país, expuso las falencias de un modelo de gestión virtual, ausente de ideas, improvisado, violento, perverso y empobrecedor, frente a otro modelo de gestión profesionalizado, con identidad nacional y centrado en la defensa de la dignidad humana. 
En el convulsionado mundo de la política en que hoy vivimos, hay que luchar contra la devaluación de las ideas, especialmente si son originales y viables. Su exposición y/o supervivencia son garantía para una praxis coherente entre “el ser y el deber ser en función  pública”, frente a la participación y la representación popular. Como dijera el gran sanjuanino “las ideas no se matan”, a lo sumo se aggiornan, transmutan, pero jamás desaparecen, ya que éstas nutren y dan sentido a una acción política coherente. 

 

Modelo argentino.
Tras la caída del muro alemán (1989), una de las peores farsas del capitalismo ortodoxo consistió en instalar “el fin de la historia y las ideologías”, justificando así la muerte súbita de alternativas que pudiesen disputarle el liderazgo al régimen existente. Sin embargo, la historia de la humanidad ha demostrado que muchos imperios surgieron y cayeron, de igual manera en que los hombres continuaron planteándose utopías, luchando por ellas e incluso perdiendo la propia vida por alcanzar ese otro mundo “no impuesto”, más inclusivo y menos deshumanizado. Juan Perón fue uno de esos hombres que se planteó utopías, desafiando a mediados del siglo XX el statu quo impuesto por los poderosos del norte. 
Quiso darle a su país una nueva entidad ante el mundo, digna y soberana, garantizando entre los suyos otros valores capacidades y finalidades. El marco intelectual de referencia sería el de su propia ideología, el justicialismo. Democrática, humanista, espiritual, popular y latinoamericana, una Tercera Posición capaz de sintetizar para los argentinos aspiraciones, deseos y derechos postergados durante décadas. Aquel 1 de mayo de 1974 frente a un Congreso Nacional repleto, el estadista daba a conocer su último legado intelectual: “Modelo Argentino para el Proyecto Nacional”. Lejos de ser la verdad revelada, esa ideología justicialista con su modelo doctrinario, valores y roles sociales configurados, no es otra cosa que un compendio de preceptos y orientaciones acerca de cómo se debería gestionar la cosa pública, sin engaños y con honestidad intelectual. 

 

Democracia social y ambientalismo.
Aquel proyecto nacional del ´74 destacó varios aspectos interesantes. Uno de ellos era el modelo de democracia que debía asumir la Argentina. A diferencia de las “socialdemocracias” europeas inspiradas en un socialismo moderado que buscaba dosificar al estado capitalista -sin destruirlo-, volviéndolo más igualitario, eficaz y éticamente sostenible; el modelo de estado justicialista anteponía la palabra “democracia” como garantía de libertad y representación popular, en el contexto de un país largamente castigado por gobiernos autoritarios. 
Esa “democracia social justicialista” centrada en el hombre como único destinatario de su acción política -consolidada a través de sus organizaciones civiles y políticas-, compartía   valores y objetivos con las socialdemocracias europeas como la solidaridad, justicia social, búsqueda del bienestar común, ética pública y respeto por los derechos humanos.
En la cuestión medioambiental, la relación naturaleza-hombre también formó parte de ese modelo argentino aún vigente. Perón reclamaba a sus contemporáneos, especialmente a los ubicados en las regiones más industrializadas del mundo, una “revolución mental”. Algunas de las nuevas medidas políticas a instrumentar -en pos de una realidad superadora en términos ecológicos-, consistían en modificar las estructuras sociales y productivas,   exigiéndoles a los hombres un mayor cuidado y utilización racional de los recursos naturales, o simplemente entablando una nueva convivencia biológica menos destructiva.  

 

Argentinidad ampliada.
En la Argentina, el justicialismo tiene el privilegio de haber sido la primera fuerza política democrática en configurar intelectualmente un proyecto de país, reconocido incluso por sus más fervientes detractores. Proyecto de país sustentado en una ideología nacional, que permitía planificar toda la vida pública desde un conjunto de aspiraciones, posibilidades y valores identificados con una “argentinidad ampliada”… ampliada en derechos, participación popular y beneficios materiales, equitativamente redistribuidos con justicia social. 
“Modelo Argentino para el Proyecto Nacional” es un ejemplo de que la política no puede sobrevivir sin ideas, sin proyectos que den forma a una realidad superadora, inclusiva y más justa. Los ciudadanos merecen políticos que sepan planificar con profesionalidad la realidad sobre la cual desean proyectarse; interpretando, representando y ejecutando sus objetivos con la mayor eficacia posible. La utopía político-social argentina consiste en seguir proyectando un devenir independiente, soberano, justo, inclusivo, con ideas y valores que reflejen al conjunto sin privilegios egoístas. Nadie puede sentirse feliz ni mejor, en un contexto colectivo de injusticias y privaciones materiales. 
Así como la violencia social es fruto de la injusticia y la exclusión, la fraternidad real entre los hombres será el resultado de un proyecto político y moral consustanciado plenamente con alcanzar el bienestar colectivo. Las y los argentinos podremos avanzar en dicho sentido, cuando la soberbia y el fanatismo queden de lado, reconectándonos con demandas genuinas, sentido común y humildad; único camino posible, justo y verdadero.- 
     
* Profesor en Ciencia Política y afiliado al PJ–La Pampa.
 

 

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