Martes 16 de abril 2024

“¿Y en el medio?… ahí va el talento”

Redacción Avances 22/08/2020 - 22.33.hs


El reportaje que sigue es ficticio, pero las expresiones corresponden al fundador de este diario, y fueron realizadas bastante tiempo atrás. Una invitación para reflexionar sobre el rol del periodismo.

 

El periodismo es un oficio atrapante y aunque se pudiera creer que cualquiera puede hacer un diario –sobre todo virtual–, la tarea no es sencilla. Hay que tener vocación… y algo más. Hace 87 años Don Raúl D’Atri y un grupo de soñadores tuvieron la idea de fundar un diario, LA ARENA. Fueron años de esfuerzos, luchas y disputas para afrontar la tarea de darle a la provincia un medio periodístico que atendiera las necesidades de la sociedad, y sobre todo que estuviera atento a escuchar a los sectores más postergados, a los que no tienen voz y posibilidades de expresarse. D’Atri lo tuvo claro desde el principio.

 

–¿Cómo nació la idea, cómo se concretó?

 

–Emprendimos la tarea con Bernardino Aguirre con la pretensión de darle al pueblo de La Pampa un diario diferente. Con entusiasmo, con fe en el futuro y hasta con la insolencia juvenil afrontamos la función periodística. Con toda firmeza, con profunda vocación de sacrificio, porque hacer un diario es una tarea fácil.

 

–¿Cómo es eso, que es fácil hacer un diario?

 

–Es así… Hubo un joven que quería ser poeta, y requirió nada menos que la opinión de un gran poeta, quien le dijo que era sencilla la receta. “Tomás varias líneas iguales, luego las colocás juntas, poniendo consonantes en las puntas… Y ya está… es fácil’. ‘¿Pero en el medio maestro?’, volvió a preguntar el joven. Ahí está el cuento: hay que tener talento. Y sí… Hacer un diario es fácil.

 

–¿Cómo lo hicieron ustedes?

 

–Nosotros lo hicimos con una modesta colecta en la que desearía con toda el alma no omitir ningún nombre: Rafael Guevara con $400, Segundo Brizuela con $150, Bernardino Aguirre con $150, Pedro Rodríguez Rubial con $150, yo con $150, Martínez Roca con $50 (era reciente egresado de la Escuela Normal), Don Pedro Pagohuapé con $30… ¡Fíjense que fácil era hacer un diario! Con escasamente 1000 pesos pagamos la primera cuota de una máquina que le entregamos al dueño de la imprenta, quien a su vez al precio de $ 8 por día nos entregaba cada edición. Todo fácil.

 

–Así que el problema es qué le ponemos al diario adentro.

 

–Claro, como preguntó el joven: “¿Pero en el medio maestro, en el centro?”. Y lo que digo es que no voy a reclamar talento, pero sí coraje.

 

Sabíamos que había que emprender la tarea con coraje, con espíritu de sacrificio. No sólo para nosotros sino para los nuestros, para nuestros familiares, que se vieron inmersos en toda clase de privaciones. En realidad fueron los que cimentaron la estabilidad del diario LA ARENA.

 

–Fueron años difíciles, don Raúl

 

–Sí, por supuesto. Mi esposa se levantaba a las 3 de la mañana para doblar diarios y atender a los canillitas, porque no nos podíamos dar el lujo de tener un empleado a sueldo. Y eso lo hizo durante muchos años, y me sirvió de estímulo y de sustento. Nunca me contradijo en mi orientación periodística, y nunca me manifestó sus miedos, porque efectivamente los teníamos.

 

–Su diario fue muy severo con el poder de turno.

 

–Sí, porque hicimos un periodismo de desafío. Enfrentamos todos los prejuicios, todos los resultados de una conducción a nuestro juicio equivocada. Fuimos severos con gobiernos, con las fuerzas de seguridad. Y afrontamos esa responsabilidad y nos guardamos muy adentro nuestros miedos.

 

–¿Y quiénes fueron referentes para usted?

 

–Tengo que mencionar a Modesto Aguilera, un gran educador; y a Alfonso Corona Martínez, un auténtico maestro para los jóvenes periodistas. Además de Miguel Angel Mariani, que se integró siendo un adolescente, con todo el valor y empuje característico de los jóvenes. Gracias a todos los que mencioné, y a los que vinieron después, LA ARENA adquirió una personalidad, unos relieves de los cuales yo no soy más que uno más.

 

–¿Alguien más?

 

–No se puede dejar de mencionar a un verdadero hijo espiritual, con quien me sentía plenamente identificado, y creo él también conmigo. Valiente, estudioso, insobornable, auténticamente democrático. Un ejemplo que alguna vez vamos a tener que difundir entre la juventud para que imite en alguna forma el quehacer de ese ciudadano que perdimos en la flor de la edad. Me refiero a Omar Aníbal Maraschini.

 

–¿Qué valores defendió desde su diario?

 

–El protagonismo de LA ARENA lo hicimos los que trabajamos en ella, y lo hicieron los acontecimientos. Nos plantamos frente al fraude y la desvergüenza, y militamos a favor de la democracia, el cooperativismo, y la defensa de los intereses de los humildes.

 

LA ARENA no sólo enfrentó los grandes problemas públicos, a los grandes enemigos públicos e ideológicos, a los intereses creados y económicos, sino además sirvió a los humildes. Por eso se acostumbraron a traer sus reclamos al diario.

 

–Los grandes temas de La Pampa pasaron por sus páginas.

 

–Es así, y uno de las más importantes iniciativas que realmente le pueden adjudicar a LA ARENA ha sido el rol de haber co gobernado la provincia desde la oposición. No de la oposición sectaria, sino haciendo aportes como en la cuestión hídrica. En este tema jugó un rol protagónico apoyada en la sapiencia y en el fervor de don Víctor Arriaga y Edgar Morisoli, que le dieron sustento para hacer de La Pampa una provincia rica.

 

–¿Y con la Policía, cómo fue?

 

–Era aquella época de la policía brava, cuando lejos de ser guardianes del orden eran verdaderos azotes de Dios. Y LA ARENA los enfrentó, y tuvo sus inconvenientes, e incluso sus procesos y detenciones por apología del crimen. Porque alguna vez me permití decir que la violencia de arriba iba a provocar la violencia desde abajo; y porque denuncié a un Jefe de Policía que vivía provocando renuncias para crear vacantes que eran ocupados por correligionarios y amigotes.

 

–También se ocupó de otras autoridades.

 

–Sí, de “gobernadores” que eran simples funcionarios del Ministerio del Interior, tan pomposamente llamados así y que en La Pampa nos mantenían en una situación de ciudadanos sin sufragio, cumplidores de órdenes de arriba sin preocuparse para nada de los de abajo.

 

–¿Ha sido parte de lo que llaman el cuarto poder?

 

–En todos los lugares de nuestro país existe un diario como LA ARENA, que jugaron un rol preponderante en el progreso social, económico y político de sus respectivos estados. LA ARENA no inventó, ni hizo más que lo que hacen cientos de diarios argentinos, cientos de periodistas argentinos.

 

Cumplimos en una democracia uno de los roles más importantes: somos el cuarto poder. No lo decimos con vanidad, sino porque en la medida que el cuarto poder cumpla su cometido y sea insobornable frente a las presiones de los poderes, ese cuarto poder es más poderoso que los otros tres.

 

EL DIRECTOR DE LA ARENA SE NEGÓ A INFORMAR QUÉ FOTÓGRAFO HABÍA TOMADO LA FOTO

 

D’Atri, un soldado y dos caballos

 

Entre tantas polémicas en que se vio envuelta LA ARENA, y en este caso su fundador, Raúl Isidoro D’Atri, está el sonado caso que se conoció como el del “Soldado y los dos caballos”.

 

Una foto tomada por un inquieto cronista gráfico dio cuenta del estado de semi-esclavitud al que era sometido un conscripto, obligado a cuidar dos caballos de un militar, durante un largo viaje en un vagón de carga.

 

Cuando el Juzgado Federal local le requirió que revelara el nombre del periodista y el fotógrafo que cubrieron el caso, Don Raúl –entonces director de este diario– se negó de plano, amparándose en el secreto profesional periodístico.

 

En una resolución inédita y antojadiza, D’Atri fue condenado a dos meses de prisión por “desobediencia”. El caso trascendió incluso a nivel nacional. Don Raúl falleció sin que se completara el trámite de su apelación a esa sentencia. Tampoco vivió para ver que, pocos meses después de su fallecimiento, el secreto de las fuentes de información era consagrado como derecho constitucional a nivel nacional (entre nosotros, fue incorporado expresamente en el Código Procesal Penal).

 

No se podría negar que ha sido en este ámbito, la libertad de expresión y la comunicación en general, donde LA ARENA ha realizado las mayores contribuciones, ejerciendo aquella «lucha por el derecho» de la que hablaba Von Ihering.

 

Dijo la CSJ.

 

Dos sentencias de la Corte Suprema que se conocieron con posterioridad a la desaparición de don Raúl D’Atri, dan cuenta de una de esas luchas más antiguas: la que libró este diario, por más de tres décadas, tratando de imponer en la jurisprudencia local dos principios básicos sobre responsabilidad periodística: el primero, que no puede haber condena al periodista que se limita a transcribir fielmente los dichos de una fuente autorizada e identificada (“Campillay”); el segundo, que en publicaciones referidas a temas de interés público, los datos erróneos o difamantes sólo pueden acarrear responsabilidad si se prueba que el periodista conocía la falsedad de la noticia, o la reprodujo sin preocuparse en chequear su veracidad (“Real malicia”).

 

Durante décadas, los jueces locales -con tozudez digna de mejor causa- se negaron a reconocer estos principios elementales, degradando así el estado de la República en el ámbito provincial. No se inmutaron ni siquiera cuando la Corte Suprema -que fue quien consagró estos principios desde fines de los ’80- comenzó a revocar reiteradamente sus fallos, con severas admoniciones.

 

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