La potencia del último gaucho errante
En este artículo tratamos de hacerle un poco de justicia al payador pampeano Augusto Romero: talentoso coplero de verdades viscerales ignorado en los grandes festivales y fuera de todo espectro comercial. Su relación con Ricardo Iorio y su legado que un mural lo hizo inmortal.
Alexis Daurelio *
Ya no hay duda alguna que nuestro suelo pampeano nos regaló poetas entrañables. Seres que nos dejaron obras inigualables. Versos que dibujaron paisajes, muchos de ellos de la tierra pampa, y emocionaron. Autores recordados todos los días en calles, instituciones y textos infinitos.
Algunos dejaron el terruño natal para consagrarse afuera, como Alberto Cortéz, y otros lo hicieron desde las entrañas mismas de la provincia como Juan Carlos Bustriazo Ortíz, el siempre recordado Edgar Morisoli y Olga Orozco, entre tantísimos otros.
Sin embargo, hubo un gaucho payador y coplero errante que bien le podría caber el mote de poeta.
Se trata de Augusto Romero, personaje como pocos, que nunca grabó nada, y que su obra fue tal vez muy poco “conocida” sobre todo en sus últimos años por una simbiosis lograda a través de una amistad que perduraría hasta los últimos días. En este artículo vamos a tratarle de hacerle un poco de justicia a una de esas personas que no pasan por este mundo solo por pasar sino por ser, hacer y vivir dejando una huella que jamás de borrará.
Gaucho poeta.
Augusto Romero tiene ADN bien pampeano. Nació en Jacinto Aráuz y, de joven, junto a su familia, se mudó a la ciudad de Punta Alta, en el sudoeste de la provincia de Buenos Aires.
Tras pasar por diversos trabajos, cuando cumplió 40 años, sintió un llamado del universo. Un llamado como una llama de fuego interior que no lo dejaba dormir en paz. Tenía la necesidad de partir, sin un rumbo fijo, ni una intención clara, a otras tierras, lejanas.
Su objetivo, coinciden los historiadores de nuestro folclore, radicó en emular al militar federalista José Gervasio Artigas. Y emulando el fatídico trazado del propio Jorge Cafrune, Romero preparó tres caballos, facilitados por un amigo, y con su boina, su poncho y su poco ropaje gaucho partió hacia Uruguay.
“Se reconoció como un hombre andariego que, guiándose por sus impulsos de peregrinar a sus 40 años decidió hacer unas andanzas por el Uruguay”, describen diversos medios zonales.
Aventurero.
Augusto partió como un aventurero, como tantos de los conocidos, pero con los pies bien puestos en la tierra y sobre todo en la tradición. Sin embargo, sufrió su primer gran revés. Por problemas aduaneros, como así también de salud, que nunca estuvieron del todo claros, no pudo cruzar al país vecino. Y decidió quedarse en tierras argentinas. En suelo del departamento de Gualeguaychú, en Entre Ríos.
Con poco dinero, y lo traído a cuestas, corría 1992 cuando Augusto hizo un rancho con chapas al costado de la ruta camino al balneario Ñandubaysal.
Con el correr de los días, el gaucho pampeano se asentó en su precario pero contenedor refugio donde pasó sus días, bajo las chapas, cantando coplas para turistas a quienes les vendía fotocopias de canciones y de poemas.
Con el paso de los años, se fue haciendo más conocido en la zona, debido a lo visceral de sus “letras verdades”, y por su estilo simplemente hipnótico. Su voz, aguda, y su guitarra, muchas veces desafinada, eran un complemento perfecto.
Romero, sin embargo, como bien dijo en notas futuras, nunca fue convocado por los grandes festivales ni los medios. Su destino era ser un artista maldito, como su amigo, que un día, le cambió la vida.
Amistad.
Corrían los años finales de los 90 cuando Ricardo Iorio, líder de Almafuerte, una banda que se consolidaba a fuerza de talento puro, se cruzó con el payador pampeano. Lo vio, según contó en varias notas, en el rancho donde vivía, y desde ese momento, se enamoró de su obra.
Tal fue así que Ricardo, junto a varios amigos, entre ellos el documentalista de la propia banda Joaquín Anmat, visitaron varias veces a Augusto al costado de la ruta para escucharlo, comer un asado, y de paso grabarlo ya que su material nunca se conoció.
En su rancho Romero compuso coplas tremendas. Inolvidables. Recomiendo visitar el sitio de Youtube de Joaquín Anmat, llamado Canal Cero, donde se lo puede ver cantando por ejemplo “Mis creencias” o “Consejos del abuelo”, entre otras.
Homenaje.
Almafuerte, en 1999, editó lo que sería un disco tremendo: “A fondo blanco”, un trabajo discográfico con letras que son, como la mayoría de nuestro amigo Ricardo, verdaderas obras poéticas.
La banda abrió ese discazo con un tema llamado “Homenaje”: una canción dedicada, lisa y llanamente, a nuestro querido Augusto Romero. Gracias a esa canción, el payador y jinete pampeano se hizo conocido en todo el país. Su popularidad creció. Los turistas iban a verlo al rancho y hasta llegó a firmar autógrafos, y sacarse fotos en camarines antes de tocar una canción con su amigo Ricardo en Flores.
Programas musicales regionales y nacionales, sobre todo dedicados al folclore, lo entrevistaron en su rancho, y por fin se lo pudo ver con una sonrisa marcada en el rostro agradecido al destino.
A continuación, compartimos la letra de Homenaje de Almafuerte, para el disco “A fondo blanco”.
Ñandubayzal en Entre Ríos
Gualeguaychú suburbano.
Donde mi vagar halló destino
maestro amigo y hermano; sí.
Rancho plantau junto al camino
que va hacia el río curveando.
Pasión de santos, vi un gaucho vivo
y me arrimé a saludarlo.
Mucha riqueza adquirí al conocerle
graves decires de aguda intuición.
Cómo no cantarle a la honra de un jinete
exponente vivo de la tradición
eslabón perdido.
Si te mandas por ser quien siente
que no te gane el espanto.
Muchos se van a otros países
buscando un gurú o un algo.
Si lo encontrás quisiera le recuerdes
que yo le canto con toda mi voz
y esta guitarra soleando pretende
decirte amigo soy contigo,
Augusto Romero voy a vos.
Si lo encontrás quisiera le recuerdes
que yo le canto con toda mi voz
y es la guitarra del Tano que pretende
decirte amigo, voy a vos.
Mucha riqueza adquirí al conocerle
graves decires de aguda intuición.
Cómo no cantarle a la honra de un jinete
exponente vivo de la tradición
eslabón perdido.
Pero la historia no terminaría acá. Augusto, tiempo después, le devolvió a su amigo una copla llamada “Corazón de Oro”.
La letra proclama:
Amigo que un día, llegastes a mi rancho
por algún designio, o mandato de dios
Astro indiscutido, y muy venerado
por quienes adoran, a un astro del rock.
Allí, cuantas veces, puede acompañarnos
rodeando las brazas, de un triste fogón.
Que aunque eres rockero, llevas en tu pecho
un gaucho tremendo en tu corazón.
Ricardito Iorio, astro de los grandes
corazón de oro, te bautizo yo
Lo que muchos gauchos, no pudieron darme
en mi pobre rancho, me lo diste vos.
Y en ese homenaje, que tu me brindastes
con tu bien ganada, popularidad
siendo yo un pequeño, payador errante
lo hiciste con toda, generosidad.
Y sin bota de potro, chambergo, culero
espuelas, ni rastras bombacha o facón
yo, le grito al mundo, con toda mi fuerza
que hay un gaucho grande, en tu corazón.
Augusto, payador, peregrino errante pampeano, le devolvió más que con creces la gentileza a su entrañable amigo muchas veces criticable por sus reiteradas contradicciones y sus últimas declaraciones cargadas de polémica.
Augusto murió a sus 84 años, el 5 de abril de 2023 con su pelo largo, su barba prominente, su bombacha y su pilcha gaucha, en su rancho.
En Jacinto Aráuz se lo puede recordar a través de un hermoso mural que lo inmortaliza.
* Periodista
Artículos relacionados