Sabado 27 de abril 2024

Las Pelotas, entre canciones y a “la espera del milagro”

Redacción 18/07/2023 - 08.33.hs

“Tendríamos que formar un partido político… Y sí, veinte años y seguimos esperando el milagro”, dice en tono irónico y casi resignado Germán Daffunchio sentado sobre el escenario en un sencillo cubo de madera que lo deja a la altura de las manos y (casi) de los oídos de un público que lo escucha atento, mientras espera ansioso los primeros acordes de esa canción que tiene el mismo nombre de ese disco y de esta gira que le dan marco a los recitales que Las Pelotas realizan por el país para celebrar las dos décadas de “Esperando el milagro”, el sexto álbum de una banda que ya tiene 35 años en el camino.

 

Las Pelotas llegó el fin de semana a Neuquén para brindar dos shows con entradas agotadas en el moderno complejo Mood Live y allí estuvo LA ARENA para ver y escuchar a uno de los grupos que se mantiene como un estandarte de ese combo entre mítico e inagotable denominado rock nacional.

 

Y Las Pelotas, nacidos en 1988 luego del fin de Sumo por la muerte de Luca Prodan mientras la otra parte de los herederos se agrupó en Divididos, sabe de sobra lo que tiene que hacer en un recital de casi dos horas con una lista llena de hits, ritmos, melodías y letras que siempre marcan una postura ideológica inequívoca y una manera de ver el mundo y de apuntar al sistema imperante y agobiante (“Dentro del palacio los jueces se ríen de vos”, cantan en -otra vez- ‘Esperando el milagro’).

 

Y si la irrupción y popularidad de Las Pelotas se desató en los dislocados años ‘90, cuando determinado rock de masas tenía el sello de “sospechoso y peligroso”, la imagen de Mood Live muestra otra era muy diferente: hoy en un concierto rockero convive el público más variado, desde mujeres enfundadas en pantalones de leopardo que desde un VIP en las alturas bailan ‘Será’ con una copa de martini en la mano, pasando por veinteañeros sin remera empapados de sudor y que solo quieren armar pogo ‘pelotero’ hasta parejas casi cincuentonas que no resisten quedarse quietos y saltan eufóricos con eso de “si supiera adónde ir, intentaría fugarme solo, para poder seguir…”.

 

Y ahí, en esa celebración donde caben mil personas, los perfumes del valor de diez entradas se mezclan con el aroma de los conos de papas fritas o de las mini pizzas junto a las latas de cerveza que circulan sin parar. Un poco de todo y para todos en una armonía que confluye en un único interés, el de ver y escuchar -además de grabar con esas pantallas de celulares que nunca se apagan en otro signo de estos tiempos donde todo se exhibe- lo que transmiten a sólo unos escasos metros de distancia un grupo de músicos convencidos de lo que hacen (y de lo que no también).

 

Porque Las Pelotas, cuando Daffunchio deja su refugio de Nono en el Valle de Traslasierra cordobés donde vive, y sale en una gira como la de estos días, condensa en su estirpe rockera las suaves melodías del pop, la mejor cadencia dulzona del reggae y el punk más furioso como el que ejecutaron en el final de fiesta.

 

Ceremonia musical.

 

El cantante es el líder que domina la escena y en la noche neuquina pasa gran parte del show con una toalla blanca en la cabeza como si fuesen pequeños flashbacks que recuerdan al omnipresente Luca Prodan y, por supuesto, a Alejandro ‘Bocha’ Sokol, uno de los fundadores de Sumo y luego de Las Pelotas, de la que fue su cantante hasta que abandonó la banda en 2007 y finalmente murió en enero de 2009 (tenía 49 años) en la terminal de Río Cuarto tras un paro cardiorrespiratorio y mientras esperaba un micro para viajar a Buenos Aires.

 

Y detrás, y al costado, de Daffunchio se despliega una maquinaria aceitada a la perfección gracias a ese eslabón clave que es Gabriela Martínez, quien desde su metro cincuenta domina el bajo como una gigante, junto a Sebastián Schachtel (teclados), Tomás Sussman (guitarra), Gustavo Jove (batería) y Alejandro Gómez Ferrero (vientos).

 

‘Víctimas del cielo’, ‘Escondido bajo el brazo (la canción del pato)’, la bandera siempre desplegada de ‘Capitán América’ y muchas más canciones en un recorrido por los distintos discos del grupo son recibidas por un público agradecido y ávido a la vez, entregado con genuina alegría a esa ceremonia conjunta de cantar ‘Las Pelóoo, vamos Las Peló, Las Peloootas’ para que vuelvan al escenario con dos bises ideales a puro machaque de espíritu punk: ‘Shine’ y el inoxidable himno de Sumo ‘El ojo blindado’.

 

Todo el calor de dos horas de fuego en la patagonia helada, de canciones que como esos besos que aparecen en medio de la noche, se esculpen en el recuerdo y despiertan las sensaciones gracias a una banda que, tantos años después, sigue esperando el milagro desde un escenario.

 

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