Mitos o realidades: el caso del río Atuel
Este artículo pretende resumir la problemática de la planificación y la gestión integrada de cuencas en la República Argentina. Y todo el camino que aun resta transitar.
CARLOS SCHULZ
El país reúne un conjunto de rasgos geomorfológicos, geoquímicos, hidrológicos, sociales y ecológicos particulares que hacen que, ante la necesidad de satisfacer en calidad y cantidad la demanda de agua, principalmente en áreas de escasez, deba promoverse el aprovechamiento integral de los recursos hídricos.
La distribución de éstos en nuestro país muestra una realidad contrastante. La Argentina posee un 70 por ciento de clima árido y semiárido con importante déficit hídrico y escasos recursos hídricos superficiales. Por otra parte, el 30 por ciento restante posee clima húmedo con excesos hídricos, muchas veces estacionales y de calidad variable. En ambos casos, especialmente en las zonas áridas y semiáridas, los recursos hídricos subterráneos adquieren una gran relevancia en la provisión de agua para consumo humano y riego.
Las precipitaciones son el principal factor influyente ya que constituyen casi el único aporte. Estas, disminuyen gradualmente desde el noreste, donde llegan a 2500 milímetros por año, hasta menos de 100 milímetros por año en el sector suroeste. Es de mencionar que la distribución de las lluvias no es uniforme en el tiempo. Otro factor a tener en cuenta es la temperatura que influye indirectamente en la recarga de los acuíferos. La gran amplitud térmica condiciona enormemente la evapotranspiración, originando que en la mayoría de los casos los balances hídricos arrojen resultados negativos, sobre todo en las extensas regiones áridas y semiáridas.
El uso del agua.
Los tres tipos de usos fundamentales del agua son: biológico, para el consumo humano; económico, para el desarrollo industrial y agrícola-ganadero; y cultural, para la higiene personal. El agua constituye uno de los elementos primordiales de la vida, por lo tanto su conocimiento y racional explotación es primordial para un buen aprovechamiento, dentro de un contexto de respeto al medio ambiente y a los condicionamientos sociales. La optimización del uso de los recursos hídricos se puede llevar a cabo por medio de un modelo de gestión y planificación, lo que se traduciría en un ordenamiento hidráulico del recurso. Este contexto específico de la planificación hidrológica permitirá obtener una gestión eficiente e integral de los recursos, y con un desarrollo sostenible de la región.
El objetivo de la planificación es la adopción de un conjunto de estrategias, actividades y sistemas organizativos, referidas a un período futuro, dirigidas a alcanzar unos fines prefijados. Es una de las cuatro grandes responsabilidades de la dirección de cualquier empresa o institución. Corresponde al órgano rector superior, a través del organismo de aplicación, la fijación de los fines u objetivos que determinan el plan, así como la aprobación del mismo para que adquiera eficacia real.
Objetivos.
Para cualquier plan hidrológico se tiene que establecer un conjunto de objetivos genéricos, calificables como de orden superior, que justifican su realización. Son los relacionados con el bienestar general de los ciudadanos en todos los aspectos en que interviene el recurso agua. Desde este punto de vista, el agua es un recurso natural cuyo disfrute y protección compete ordenar a los poderes públicos encargados de su tutela. La Constitución Argentina, adjudica esta responsabilidad en forma exclusiva a los Estados provinciales, excepto en las cuencas que discurren por más de una provincia. Por consiguiente, a cada provincia le compete la fijación de los objetivos de la planificación hidrológica y la aprobación del plan por los procedimientos contemplados en la legislación específica, y en el caso de los recursos hídricos compartidos por más de una provincia son éstas las que tienen que ponerse de acuerdo para fijar los objetivos de la planificación.
En la mayoría de las cuencas, por no decir en todas, se está muy lejos de alcanzarse una gestión integrada en virtud de una compleja situación que lleva a privilegiar los intereses particulares de las provincias de aguas arriba e, inclusive, de intereses particulares de sectores dentro de una misma cuenca lo que suele traer como consecuencia una anarquía en la gestión.
El caso del Atuel.
En esta oportunidad nos interesa el caso del río Atuel. Un recurso hídrico interprovincial, compartido entre las provincias de Mendoza y La Pampa. La principales obras sobre el mismo se generaron en la primera mitad del siglo pasado regulando el río desde un punto de vista totalmente contrario a lo que se supone que es una gestión integrada del recurso. Todo se llevó a cabo sin seguir los criterios de lo que significa el concepto de cuenca. Una cuenca hidrológica es un todo en donde el agua (superficial y subterránea) es la columna vertebral de un sistema que se integra con un sinnúmero de componentes y, cuando falta alguno de ellos, el sistema se modifica. Los sistemas biológicos, económicos, sociales y culturales en la cuenca aguas abajo han sufrido profundos cambios a partir de la gestión sectorizada, contraria a la gestión integrada, por parte de uno de los actores -la provincia de Mendoza- con la complicidad de otro -el Estado nacional- que junto a un tercero -La Pampa- integran el trío gestor de la cuenca.
Esta gestión no integrada de los recursos hídricos en la Argentina, y en particular en el río Atuel, ha llevado a un conflicto hasta ahora sin resolución por la intransigencia de uno de los actores: la provincia de Mendoza. Por otra parte la creciente demanda social esta exigiendo a los Estados con jurisdicción sobre la cuenca mantener un capital ecológico en base al establecimiento de umbrales o presupuestos mínimos consensuados que establezcan caudales capaces de mantener las funciones de los ecosistemas fluviales en los tramos del río regulados o modificados artificialmente por el hombre, así como también en los tramos aguas abajo.
En ese contexto, y en virtud de la sentencia de la Corte Suprema de la Nación que exhorta "a las partes a celebrar convenios tendientes a una participación razonable y equitativa en los usos futuros de las aguas del Río Atuel", el 7 de noviembre de 1989 los mandatarios de las Provincias de Mendoza y La Pampa firmaron el Protocolo de Entendimiento Interprovincial (PEI) mediante el cual se creó la Comisión Interprovincial del Atuel Inferior (CIAI), para la "definición y concreción en lo inmediato de acciones tendientes al restablecimiento del sistema ecológico fluvial en el curso inferior del Atuel". Esta resolución tampoco contribuyó a una gestión de cuenca ya que las acciones deben emprenderse de modo integral, pues las acciones en la parte superior influyen en la inferior. Es decir, no se pueden tomar decisiones en forma parcial.
Concepto aceptado.
Como desenlace se puede concluir que la cuenca como unidad territorial y espacial para la gestión del agua es una percepción totalmente aceptada sin objeciones en todo el mundo. La FAO plantea que "la gestión de cuencas hidrográficas ha evolucionado pasando por diversas etapas de desarrollo. En las primeras, formaba parte de la silvicultura y de la hidrología. La participación de la población no se tenia en cuenta. Se trataba de un asunto que competía a las dependencias forestales del gobierno. En la segunda etapa se relacionó con la gestión de los recursos naturales. Se incluyeron actividades que contemplaban el beneficio económico. Actualmente se dirige la atención a los beneficiarios. Hoy se trata de una gestión 'participativa e integrada', con el compromiso de la población local", (FAO, 1999).
Lejos está aquel encuentro en 1956 entre las cinco provincias ribereñas del río Colorado para discutir la forma de utilización del recurso que comparten, pasando por las diversas experiencias organizativas y normativas -tanto provinciales como interjurisdiccionales-y culminando con el acuerdo en 2003 sobre los Principios Rectores de Política Hídrica. El concepto de cuenca ha estado siempre presente como marco técnico de referencia para el análisis. Dada la variedad climática e hidrológica de Argentina, diversos han sido los enfoques adoptados, de acuerdo a las características particulares de los recursos involucrados y a los problemas a encarar. Pero en la Argentina en general, y en el caso del río Atuel en particular, lejos está de llevarse a cabo por la mezquindad de los actores de aguas arriba que insisten en practicar la gestión sectorizada en exclusivo beneficio propio.
Una fábula.
Como conclusión podemos considerar que la interprovincialidad de una cuenca va más allá de que solo se comparta el agua -situación indiscutible-. Implica una gestión integrada, en la que la toma de decisiones en toda la cuenca sea compartida por todos los actores y usuarios, actuales y futuros. No deberían adoptarse decisiones sobre ninguno de los aspectos de la cuenca sin la participación de todos los involucrados.
La realidad nos muestra que hoy estamos muy lejos de estas aspiraciones. En lugar de pensar en algo superador como el desarrollo sustentable y el agua como derecho humano, todavía no podemos lograr el manejo integrado de las cuencas y, en consecuencia, se contribuye a la degradación de los sistemas hídricos. Por ello creo firmemente que, en la Argentina en general y en el Atuel en particular, la gestión integrada de cuencas hoy en día es todavía una verdadera fábula.
*Doctor en hidrogeología. Docente de la UNLPam.
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