Meneca, la señora del Teatro Español
En distintos ámbitos -tanto en el privado, como en el público, en el área de la administración pública-, suele suceder que se desempeñan personas que hicieron de su lugar de trabajo un espacio significativo de sus vidas. Es que han tenido tan estrecha correlación entre la cotidianeidad de las cuestiones familiares y la esfera laboral que, una más la otra, dieron paso a una simbiosis que no resulta fácil explicar.
Una correspondencia que va más allá de un salario, de una remuneración monetaria -obvio, ineludible-, o de reconocimientos (que a veces incomprensiblemente no llegan nunca). Una cuestión de sinergia que, salvo el (o la) protagonista de esa historia, no se puede explicar muy bien. Quizás sí un sociólogo podría desentrañar esa comunión.
Hay trabajadores que, sin considerarse imprescindibles -de esos indispensables están llenos los cementerios, dice una frase-, casi que podrían ser inventariados en determinados sitios donde cumplieron la mayor parte de su vida laboral.
Usted debe conocer muchos casos así, con lo que la situación se convertiría en más o menos habitual. Decía, los hay en todos los ámbitos, incluso en este hermoso oficio de periodista.
Meneca, la señora del teatro.
Pero a quien quiero referirme es a una persona que, por décadas, sin ser artista -ni músico, ni comediante, ni bailarina, ni escultora o pintora, sin estar vinculada a realizar una actividad creativa-, estuvo en el Teatro Español de Santa Rosa mucho más que cualquiera de ellos; o quizás, pensándolo bien, más tiempo que todos juntos que los que alguna vez se subieron a su escenario.
Si menciono a María Alcira Alí no serán muchos los que puedan coincidir con ese comentario anterior, porque tal vez no sepan a quien me estaría refiriendo... pero si digo Meneca surgirá, naturalmente, la imagen menuda de esa señora morocha, el cabello tipo melenita cayendo sobre sus hombros, que con una sonrisa iluminándole el rostro será capaz de solucionar la mayor parte de los problemas. Esa mujer es Meneca, la que siempre estaba en el Teatro.
En realidad debiera decir "sería" capaz porque Meneca, que pasó casi 40 años de su vida dedicada al Teatro Español y a la cuestión cultural en Santa Rosa, ya no volverá a su trabajo. A las puertas de su jubilación, inquieta por saber que en el futuro ya nada será igual, Meneca accede a charlar de su vida, simple, tranquila -o ajetreada, según lo dispongan los avatares de nuestras cotidianeidades-, a hablar de su compromiso a toda prueba con su trabajo, y sobre todo con el Teatro Español.
Este hermoso edificio enclavado en pleno centro de la ciudad, me parece, es uno de los orgullos de los santarroseños. Por sus líneas arquitectónicas, por las excelentes condiciones que brinda a los artistas -sonido, iluminación, magnífico escenario y camarines-, y al público que en cada gala colmará su sala. Fundado el 27 de marzo de 1908, el teatro es administrado desde hace años por la Asociación Española de Socorros Mutuos.
Nacida en Huinca.
Meneca me recibe en su casa, y mate de por medio va desgranando vivencias, recuerdos, anécdotas, al cabo buena parte de la historia del Teatro: "Soy nacida en Huinca Renancó, y llegué a Santa Rosa para estudiar", empieza.
Hija de una familia de clase media, por supuesto no le resultaba fácil a sus padres hacer frente al compromiso de tener una hija estudiando en otra ciudad, aunque estuviera tan cercana como Santa Rosa. "Papá se llamaba Julio, falleció hace dos años, y allá era zapatero... sí, remendón, pero a su vez vendía zapatos, aunque se fundió en la época del 'rodrigazo'. Por eso hizo además otras cosas, como vender lotería. Un poco de todo, como buen turco...", sonríe al evocarlo.
Julio debe haber tenido gran influencia sobre Meneca, porque ella misma se reconoce como "muy buena vendedora... me gusta y quizás próximamente, cuando mi jubilación sea un hecho me dedique a hacerlo. Aunque ya hice una experiencia, y la pasé bastante mal con eso", y deja para más adelante la aclaración de por qué piensa de esa manera.
Claro también habla de su mamá Herminia Torres, ama de casa, "pero que a su vez se las rebuscaba arreglando valijas y camperas de cuero; y también en algún momento tuvo una peluquería, con lo que ayudaba a la economía familiar".
Los hermanos.
Tiene dos hermanos, Rubén, que vive en Toay y es bioquímico pero ejerce la docencia, "porque le gusta dar clases"; y otro, Jorge, con quien Meneca es melliza, y que vive en San Luis.
Casada con Rubén Ponce (Tito), tienen tres hijas: María Florencia, es cheff y trabaja como tallerista de panadería y pastelería en el municipio; Ana Paula, que es diseñadora de indumentaria en Buenos Aires; y María Soledad, que comparte su trabajo con su hermana en Capital Federal. Tito es un antiguo empleado del Banco de La Pampa, que estuvo bastante tiempo en la sucursal de Toay, y que ahora lo hace en la de Winifreda. Es hermano de Naty Ponce -conocida gremialista docente-, y de Dardo.
Pero además -no sé si este dato importa tanto, pero lo tengo tan presente que quiero mencionarlo- es hijo de aquel comisario Ponce que, viviendo en el barrio de funcionarios, en calle Emilio Mitre, frente a la Escuela de Policía, un día empezó a dilucidar lo que después sería conocido como el Caso Gonzani (aquel crimen cometido por un funcionario del gobierno, y posterior descuartizamiento, que sacudiría la entonces tranquila sociedad santarroseña).
A estudiar en Santa Rosa.
A los 18 años Meneca le planteó a sus padres que quería estudiar Ciencias Económicas en Santa Rosa. "Uno de mis hermanos ya estudiaba en San Luis, así que la cosa no era fácil, por eso les pedí que me bancaran hasta que pudiera conseguir empleo y arreglarme por mi cuenta", explica.
Había hecho la primaria y secundaria en Huinca, buena alumna, escolta de la bandera, y ya en Santa Rosa se insertó en el ámbito universitario, aunque finalmente no concluiría su carrera.
Rememora sus tiempos en su pueblo cordobés natal: "Fue una adolescencia muy linda, con un secundario en el que nos recibíamos de perito mercantil y con el que viajábamos mucho, a las ferias de ciencias regionales, Córdoba, Villa María, Río Cuarto... era también el tiempo del boliche, los asaltos en algunas casas...".
Había que trabajar.
Después vendría su llegada a La Pampa. "Me encontré con una sociedad bastante cerrada, pero eso hasta que vas haciendo tu círculo de amistades", reflexiona. "Por supuesto hoy soy más pampeana que cordobesa... Viví un tiempito en la casa de una querida amiga, Silvia Álvarez, y también en alguna pensión... Le había dicho a mis padres que buscaría trabajo, y un día charlando con el ingeniero Oyhagaray, que era secretario de Obras Públicas de la Municipalidad, me contó que iban a necesitar gente para la central telefónica, y que mi perfil podía dar para eso -sigue-, pero debieron internar a mamá un mes y medio y no pude empezar. Pero en ese momento se reabrió el Teatro y pude ingresar a atender la boletería", cuenta.
Le tocó trabajar en ese lugar viendo pasar a los intendentes del tiempo de la dictadura, como los capitanes Aramburu y Von Vorovsky; cuando Cultura municipal era sólo una asesoría, y obviamente también le tocó con los que siguieron: y luego con los que llegaron como jefes comunales ya en el período democrático. En esos períodos tuvo como "jefes" a Mariano Barni, Marta Vichi de Leal, Amílcar Evangelista, Raúl Almiral, Fuya Muñoz, Gustavo Fernández Mendía, Pablo Ruggeri, El Ruso Di Nápoli, Oscar García, Miguel García y Sergio Di Matteo, en la última época.
Castigada y regreso al Teatro.
"En el verano, como no había teatro, le tocó a Meneca ir a Servicios Municipales: "Era un laburo bárbaro, porque con gente de vacaciones había moratoria, tenía que ordenar pagos, y todo se hacía en forma manual. Me dijeron que tenía que hacer un informe de la oficina, y yo consideré que tenía que hacerlo el director... consecuencia, al otro día me habían trasladado a Deportes, y fui al estadio municipal, donde trabajé con Juan Carlos Vega... Me dolió mucho porque me parecía injusto que me sancionaran así, pero la pasé muy bien con gente como Raúl Risso, El Mono Carassay, Guille Gatica...".
Pero luego, cuando Matías Figueroa que estaba a cargo del Teatro asumió como concejal la volvieron a convocar. Y a partir de allí pasó por todas las etapas de Cultura municipal, incluyendo cuando la Dirección pasó a El Palomar, y luego al Centro Cultural, y fue testigo de lo que se empezó a generar "incluso en los barrios, el ciclo 'Música en la plaza', y otras múltiples actividades, porque Santa Rosa tiene una movida cultural impresionante", opina.
Haciendo de todo.
En épocas del Proceso "había todas las semanas funciones, y me pasaba 12 ó 13 horas en el Teatro, me daban 45 minutos para volver a mi casa, bañarme y cambiarme, y después tenía que esperar para pagarle a los artistas... Además no había letrista en la municipalidad, así que los carteles los hacía artesanalmente, pegando letra por letra, a veces ayudada en las noches por Tito, que ya era mi novio... Cuando llovía las letras se despegaban y tenía que volver a hacerlos. Hice de todo: cobraba las entradas y pagaba, y cuando las recaudaciones eran buenas tenía que hacer un depósito nocturno... En ese tiempo mis hijas eran chiquitas, así que cuando me iba a trabajar dormían, y cuando volvía también", expresa.
Los amigos, casamiento, la 1.050.
Cuando se podía era el momento de compartir salidas en pareja con los amigos, con el "Tronco" Méndez, Jorge Peralta, Rodi Ríos, Gogo Rodríguez, Luli Fernández, y sus respectivas novias o esposas. Una de ellas era Dorimí Chirino, también muchos años empleada municipal, tan diligente como Meneca en eso de atender a la gente y estar siempre dispuesta para ayudar.
Fueron cinco años de noviazgo y el casamiento con Tito. "Primero nos fuimos a alquilar a Roca 445, y al tiempo en Quintana también al 445. Después compramos esta casa (Schmidt 918), donde vivimos desde 1982; sacamos un crédito del Banco Nación y nos agarró la 1050... en un momento no nos alcanzaban los dos sueldos para pagarlo, y la verdad es que la pasamos muy mal", admite.
Lo que queda.
Atrás quedarán las charlas con sus amigos, Ernesto Del Viso, Carlos Urquiza,
los hermanos Díaz, los chicos de "Yergue la Oreja", los de "Son de acá", Verónica Baraybar, los Santajuliana... y tantos. O los recuerdos de aquellos artistas que sabían compartir momentos en la boletería con Meneca -también porque un poco les servía como promoción-, como Miguel Angel Solá, Santiago Bal, las integrantes de "Orquesta de Señoritas", o "Los Midachi".
"No me voy a quedar quieta... Tengo genes de turca, y así como alguna vez vendí productos de Avón, o perfumes importados y joyas, ahora puedo volver a hacer lo mismo...", reflexiona.
Me pregunto por qué a veces es tan injusta la administración pública. Meneca tiene sólo categoría 7, aunque supo ser por un año y seis meses Directora de Cultura, cuando Raúl Fernández Olivi consideró que era buen momento para reconocerle su trabajo...
Ahora se va del Teatro, que fue un poco su casa. Se la va a extrañar, porque le puso dedicación, esfuerzo, amor... se sabe, la municipalidad no está para algunas cosas, como reconocer a sus mejores empleados; pero tal vez algunos amigos -de esos que cantan, bailan o actúan-, puedan imaginar para Meneca una función especial. Esas que, todos saben, se merece. Estaría bueno... ¿Por qué no?
El reconocimiento de un músico.
Por casi 40 años, antes de existir las nuevas denominaciones de Dirección de Cultura (1986), o la más rutilante y extendida Secretaría Municipal de Cultura, Educación y Gestión Cultural (2009), cuando lo atinente a Cultura en Santa Rosa estaba circunscrito al Teatro Español, "ya estaba allí el espíritu inquieto y comprometido de Meneca".
El que hace la referencia no es otro que el conocido Ernesto Del Viso.
"En su caso la palabra compromiso no es mera adjetivación, la vimos muchas veces, fuera del horario de trabajo, sin cobro de horas extras, dejando su hogar, para estar en Teatro y supervisar cualquier espectáculo, solucionando problemas de último momento y acompañando a los artistas", sigue Ernesto.
Y se permite algunas anécdotas: "Lito Vitale, apenas llegado, preguntó por Meneca. Le habían recomendado que si tenia algún problema, pidiera por ella". Y otra: "Un director le pidió: 'Meneca hacete cargo de la Orquesta Sinfónica Nacional de Ciegos, después voy yo'. Y ella lo hizo con idoneidad y capacidad. De estas, mil", resume Del Viso.
"Los artistas de aquí, si tenían que resolver un contrato -la Municipalidad paga, pero a veces demora-, allí estaba Meneca, ayudando para que la espera fuera más llevadera. Los músicos le debemos mucho y por eso ahora que empieza a despedirse (se jubila), le decimos: Te vamos a extrañar; gracias por tu trabajo silencioso, casi anónimo".
"Vendrán otros a ocupar ese lugar, pero la impronta que dejó Meneca en cultura municipal, como en su momento la aportaron en provincia Gladis Garello y Kuki Giovanoni, deben ser reconocidas", agrega Ernesto.
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