Alumnos exhibieron sus emprendimientos
En su último año del secundario, los estudiantes del ITES generan emprendimientos comerciales y venden sus productos en una feria que ya es un clásico del pueblo. Ayer hubo 17 stands con productos generados íntegramente por adolescentes de Toay.
“Ya tengo planes para el futuro, hacemos movimiento de suelo y vendemos arena. Además, abrí una barbería que va por buen camino, y cuento con las maquinarias necesarias. Igualmente me gustaría estudiar alguna carrera vinculada al turismo o las finanzas, porque el ITES tiene orientación en economía y salimos de acá con suficientes conocimientos para proyectar un emprendimiento, crear una empresa y administrarla. Este año hicimos la primera feria de negocios y nosotros vendimos todas las acciones” comentó Carlos Alejandro Assel.
Con 17 años, es el menor de su curso de sexto año e integrante de EcoPorta, “empresa” dedicada a fabricar una matera de madera “que se convierte en banquito y puede usarse como mesita”. Es uno de los 17 emprendimientos desarrollados entre las tres divisiones de sexto año del Instituto Toay de Educación Secundaria, que ayer exhibieron y vendieron sus productos en la “Feria Emprendites”.
Esta tradicional muestra escolar “ya lleva más de 20 años, lapso en el que fue cambiando y adaptándose a los tiempos, como todas las cosas”, recuerda María Luján Holzman, rectora del establecimiento. “En una época se hizo en el SUM de la Escuela 5 y durante los dos años de la pandemia debimos suspenderla. Hace tres años la reactivamos y ahora se llama Emprendites”, explicó.
La feria se desarrolló ayer en el colegio, entre las 10 y las 14 horas, y registró una multitudinaria convocatoria, en un salón colmado por visitantes que adquirieron casi toda la producción elaborada por los estudiantes como culminación de un proceso educativo orientado a Economía y Administración. Durante el último año del ITES “los alumnos realizan un plan de negocios y generan su propio emprendimiento, basado en sus habilidades, aquello que les gusta hacer o las necesidades que registran en la comunidad”, aclara Luján. Si bien el programa es organizado “desde el área de Teoría y gestión de las organizaciones, durante su desarrollo participan otros espacios curriculares”. El eje principal del proceso es “la generación de un proyecto de emprendimiento socioproductivo” y el resultado, según lo observado ayer por LA ARENA, arroja un éxito rotundo.
Adolescentes que emprenden.
El ITES fue el primer secundario de Toay. Un instituto de gestión privada creado en 1983 por familias que se juntaron para resolver una problemática abrumadora: cuando terminaban el séptimo grado, sus hijos tenían que trasladarse diariamente a Santa Rosa para cursar el nivel secundario. El grupo fundador eligió “perito mercantil”, denominación que hace más de 40 años identificaba a la orientación económica de aquellos colegios donde el alumnado adquiría conocimientos vinculados a la administración de comercios y empresas.
“Emprendites” es el resultado de un programa destinado a poner en práctica los conocimientos teóricos, y despertar y estimular un espíritu emprendedor entre los adolescentes. “La feria se realiza una única vez en cada año y es el cierre del programa, momento cuando los chicos muestran y venden productos que comparten algunas características comunes, como utilizar materiales reciclados”.
Luján Holzman lleva una década al frente del colegio y no vivió el nacimiento de este programa, pero aclara que “la idea fue propuesta por una profesora y comenzó como una exposición muy chiquita para mostrar los productos elaborados por los alumnos”.
Si bien el protagonista es sexto año, durante el proceso los emprendedores se vinculan con los cursos restantes y diversos espacios académicos. “Por ejemplo, un día se juntan con alumnos de cuarto año para idear y desarrollar el packaging, durante las horas de artes visuales”.
Este año “la mayor novedad fue una rueda de capitalización, durante la cual los profesores actuaron como inversionistas interesados a quienes los estudiantes podían venderle las acciones de sus empresas”. La denominaron “ronda de negocios” y se celebró en un aula del colegio, donde cada grupo emprendedor “debía presentarse ante los inversores, detallar sus habilidades, explicar la empresa que estaban creando, describir los productos que fabricarían y precisar cuántas acciones tenían para vender”.
Los chicos tuvieron un tiempo determinado para cumplir este propósito y la actividad “nos permitió desarrollar otras habilidades, vinculadas a la oralidad, el trabajo en equipo y la planificación. Antes no presentaban sus proyectos pero aprendieron cómo hacerlo mientras se preparaban para la ronda de negocios”. Allí mostraron cómo trabajaban mediante grabaciones en video y muestras del producto terminado, con un objetivo claro: “vender las acciones para capitalizar su empresa”.
Los profesores escucharon e hicieron preguntas y aportes que pudieran mejorar cada propuesta. La ronda “hasta generó disputas entre los inversionistas porque algunas empresas vendían solo dos acciones, pero había varios interesados en adquirirlas. Y entonces se generó una nueva cuestión, definir quiénes se quedarían finalmente con esas acciones”.
Las acciones, valuadas “entre mil y dos mil pesos” ostentaban un valor cuasi simbólico, pero la ronda resultó una herramienta importante para adolescentes que debían exhibir sus proyectos frente a los adultos. “Por ser la primera, este año hubo una presencia exclusiva de profesores y autoridades escolares, pero el año que viene invitaremos a las familias, autoridades municipales y hasta referentes de empresas locales que están muy interesados en sumarse”, anunció.
Teoría y práctica.
Los estudiantes generan sus ideas y se agrupan como ellos quieren, habitualmente en grupos de dos, tres o cuatro, aunque hay emprendimientos unipersonales, como el que ayer exhibió Leila Wentenao, dedicada a producir sujetadores para el pelo (“coleros tipo scrunchies”) con telas recicladas. “Los profes proponen que se agrupen por afinidades y los estudiantes los interpretan muy bien”, aclaró Luján.
“Nuestra idea surgió de la nada. Queríamos crear algo innovador, un producto único, resistente y que tuviera distintas utilidades”, contó Assel al explicar cómo se les ocurrió un portaobjetos que se convierte en banquito. El grupo de EcoPorta lo completan Kevin Costa, Santino González y Agustín Domínguez.
“A los cuatro nos gusta el mate y pensamos en una matera. Pero queríamos agregar algo más, que fuera liviana y tuviera otros usos, y así surgió un banquito de cuatro patas que puede portar distintos objetos además del termo, la yerba y el mate, y utilizarse como mesita”. Si está apoyado en sus cuatro patas, es un banco o una mesita. Si se lo toma del revés, mediante un sostén clavado entre sus patas, sirve para portar objetos. Resulta un elemento claramente identificable con los productos de la industria de camping.
El prototipo “surgió de la nada”: no lo copìaron, dibujaron, ni diseñaron previamente. Fueron directamente a la práctica y “terminamos haciendo un banco de cuatro patas, con madera de pino reciclada, un sostén de palo de escoba, correas obtenidas de bolsas de supermercado, y una plataforma de fibrofácil” que sostiene los elementos portables y sirve de asiento”.
Presentaron 17 proyectos.
Catalina Attendini, Pilar Di Giuseppe y Alina Giménez Rosignolo generaron “Bellyboo” un emprendimiento que elabora ropa para mascotas. “Ideamos tres modelos, Clásico, Conejito y Dinosaurio, y los fabricamos en tres talles: S, M y L. Los confeccionamos con telas y retazos y los ofrecemos a precios más accesibles que los del mercado convencional”. Al comenzar el año, ellas ya estaban “decididas a encarar un emprendimiento de costura y todo el trabajo lo hicimos en casa, fuera del horario de clases, porque utilizamos máquinas de coser”, contaron.
Con material textil reciclado también trabaja Leila Wentenao, creadora de “Artesanías Entre Telas”, donde fabrica “sujetadores de cabello o coleros tipo scrunchie”.
Otros que pensaron en mascotas fueron Aldana Florentín Candela Lillo, Juan Ampudia y Ezequiel García, quienes fabrican camas para perros con madera de pallets en un emprendimiento llamado “Ecopatitas”.
En total, ayer hubo 17 stands de adolescentes emprendedores de Toay y todos contienen materiales reciclados.
Además de EcoPorta, la infusión más popular de los argentinos estimuló “Materos LP”, de Valentín Fernández, Dylan Pérez y Tomás García, que fabrican “yerberas de tela”; y MPB Mates, emprendimiento integrado por Mateo Roquel, Pedro Cabral y Bautista Rocha. “Hacemos mates de calabaza con base de cuero, sin virola metálica. Las calabazas vienen de Brasil y el cuero, Buenos Aires. Había que lijarlo porque venía muy sucio, lavarlo con agua y secarlo durante un día antes de cortarlo a medida para cada mate. A las calabazas había que cortarlas y pulirlas. Es un trabajo completamente artesanal y lo hacemos en casa de Mateo. Hicimos 30 mates de tres tamaños, el más grande vale 30 mil pesos, el mediano 27.000 y el chiquito 22.000”.
Diego Giménez y Leandro Toulouse son los creadores de “625 Wood”, un juego de madera similar al metegol; José Ferraro, Martina Desch y Gonzalo Cofré crearon “PlegArte”, donde elaboran “mesas plegables, de madera, para camping”, y “Feel Comfortable” es un emprendimiento dedicado a confeccionar “mesas de jardín con los carreteles portacables de la CPE”.
En “Taller Cerrústica” Ariadna Toffoni y Emiliano Palavecino fabrican macetas y fogoneros de cemento; en “FibroBox”, integrado por Estéfano Alvarez, Santino Cappello, Xavier Gómez Quiroga, Milton Méndez y Bautista Rincón producen “cajas organizadoras, hechas con fibrofácil”, y “Diversia” es el nombre elegido por Martina Córdoba Dietrich, Julieta Domínguez, Xiomara Kin Montes y Maitena Salaburu para una empresa muy singular dedicada a confeccionar “juegos de cartas y de mesa destinados a adolescentes”. Ellas trabajaron en el colegio, utilizando la plastificadora del establecimiento.
“Eco Clean” es un “limpiador para superficies pequeñas, modelo dos en uno, integrado por una mopa y un difusor”, ideado por Pilar Antoni, Paula Romeu, Maitena Ulrrich y Morena Viñas”; mientras que “Tic Tac”, integrado por Danilo Bassi, Gerónimo Tula Vázqauez y Luciano Villegas Ghiglione produce “relojes de pared confeccionados con madera rústica de pino”. Contaron que “la idea se nos ocurrió en el baño de la escuela. Usamos madera reciclada y la maquinaria la adquirimos por Mercado Libre”.
Otra idea interesante fue la de Morgana Campodónico, Yanel Furh Coll, Sandra Miguel y Nayla Pereyra. Elaboran “velas aromáticas gourmet, con aromas de tortas y postres” en un emprendimiento llamado “Dolce Lucerna”, y también son aromáticos los jabones “Lupavi” que producen Lourdes maldonado, Pablo Agüero y Victoria Videla.
Finalmente en “Key Keeper”, Felipe Funes Ortiz, Alan Valentín Pereyra, Tiago Ramos y Axel Sad, elaboran “llaveros y portacelulares de madera identificados con equipos de fútbol”.
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