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Viernes 12 de diciembre 2025

José Alberto Euliarte: el médico héroe de Malvinas

Redacción 07/05/2023 - 00.11.hs

Es héroe de Malvinas pero no alardea con su participación en el conflicto, aunque contribuyó a salvar muchas vidas. Ejerció como médico en Acha desde 1988, ahora quiere disfrutar a pleno de la vida.

 

MARIO VEGA

 

El helicóptero intentaba levantar vuelo, se alzaba unos pocos metros y descendía bruscamente como cayendo en un pozo… el piloto ensayaba exigir al máximo los motores que rugían estruendosos… Pero parecía un intento vano, porque la nave remontaba apenas unos pocos metros y la sensación inmediata era que iba a terminar estrellada contra el suelo rocoso de las islas.

 

¿Cuánto tiempo se intentó? “Es difícil saberlo porque se pierde la noción", expresó el hombre sentado frente a mí. José Alberto Euliarte (67) es médico traumatólogo, radicado hace más de tres decenas de años en La Pampa y --según dicen quienes lo conocen-- no suele hablar muy seguido de aquello que se vivió hace exactamente 41 años. Más vale ha evitado hablar de la Guerra de Malvinas que él observó en vivo y en directo.

 

Prisioneros en Malvinas.

 

Una vez consumada la rendición, el subteniente Euliarte --ya se verá cómo es que tenía ese grado-- fue protagonista de una fuga fantástica para escapar de la condición de prisionero de los británicos.

 

“Antes, el 1° de mayo había sido el primer ataque aéreo inglés sobre Malvinas, y en ese momento a nosotros nos tocó evacuar dos helicópteros al monte para que no los destruyeran”, recordó. En esas circunstancias le tocó quedarse solo en medio de la montaña y allí armó su carpa para pasar la noche. Fue una de las tantas peripecias que soportó en las islas. Más adelante, el 14 de junio se iba a producir la rendición: “A nosotros nos llevaron prisioneros al aeropuerto de Puerto Argentino, donde estuvimos hasta el 21 ó 22 de junio, cuando logramos escapar”, relata.

 

Como una película.

 

Después, con precisión, va dando detalles de una fuga digna de una película. Se ríe cuando se lo digo… “Sabés que pasa… cuando alguien ve una película de guerra cree que hay exageraciones. Y para nada: ¡Eso es la guerra! Todo lo que se pueda ver de terrible y espantoso es verdad”, sostiene.

 

Es que al “Tordo” -así lo llamaban en Malvinas-- le tocó ver muy de cerca el horror de los combates. Llegó a ese lugar porque después de recibir la instrucción en el servicio militar –lo hizo con prórroga en el Liceo General San Martín de Buenos Aires y ya diplomado de médico con 23 años--, salió con el grado de Subteniente y le tocó alistarse como Oficial en el Batallón de Aviación de Combate 601 de Campo de Mayo.

 

El gran escape.

 

El doctor Euliarte va relatando los pasos que condujeron a la fuga de la isla, y cuenta aspectos pavorosos del conflicto.

 

Aquella mañana de junio más de medio centenar de soldados argentinos intentaba irse de donde permanecían prisioneros, y un helicóptero que debía cargar con los heridos era la llave de su salvación. Podía llevarlos desde Puerto Argentino al barco Bahía Paraíso que daba vueltas en las cercanías esperando la aeronave abigarrada de tripulantes. Tan sobrecargada que no podía elevarse. Parecía el principio del fin y la antesala del fracaso.

 

“El helicóptero tenía la posibilidad además de carretear, así que el piloto intentó de esa manera. Recorría unos metros, se elevaba un poco y otra vez a tierra. Fueron varias veces y parecía que ya no podríamos irnos”, relata como si estuviera viendo la escena.

 

Derecho al acantilado.

 

El relato se torna estremecedor: "La pista del aeropuerto de Malvinas da a un acantilado… ahí se termina, y abajo está el mar”, sigue.

 

“No me vas a decir que…”, le dije dudando. Y casi que esa frase era una pregunta: “Sí, el helicóptero encaró hacía el vacío, al todo o nada. Y en un instante nos dimos cuenta que estábamos volando… eso sí con el motor a toda potencia y sin poder levantar demasiada altura”. Casi con las gigantescas olas del Atlántico tocando el fuselaje.

 

Y hay que imaginar: “Todo era silencio ahí dentro… nadie hablaba”, salvo alguno que rezaba por lo bajo… “Teníamos que llegar al Bahía Paraíso que estaba dando vueltas por allí, y que nos estaba esperando. La hora exacta no la sé, pero sí que era de mañana, cerca de mediodía… estaba soleado y la niebla ya despejada”, precisa.

 

El gran escape.

 

Le pido que continúe porque la narración es atrapante: "Hubo un contacto que permitió conocer que un helicóptero llegaría a buscar los heridos para llevarlos al Bahía Paraíso que andaba por allí", indicó.

 

Poco antes él y un compañero piloto le habían pedido a un jefe inglés que les permitiera sobrevolar la zona con un helicóptero blanco de la Cruz Roja para levantar heridos. “Mi compañero hablaba un ‘inglés-indio’ y no se le entendía, por eso el comandante se reía... pero nos dio permiso. Cuando salimos desde otro helicóptero británico nos hicieron señas que en un lugar había argentinos muertos, eran tres, los levantamos y los llevamos… después volvimos al hospital y empecé a vendar a soldados para que pudieran subirse al helicóptero que iba a pasar a recoger heridos para llevarlos al barco--hospital… a uno le vendaba la cabeza, al otro un brazo, o una pierna, y así… La cuestión es que terminaron siendo muchos. Demasiados para los que podía cargar el helicóptero”, rememoró.

 

Nave sobrecargada.

 

"En un momento le dijimos al teniente coronel que nos íbamos, que viniera con nosotros; pero nos contestó que no, que (Benjamín) Menéndez se iba a encargar de sacarnos… No le hicimos caso, empezamos a reunirnos en la pista, y cuando quisimos acordar éramos un montón. La cuestión es que la nave se sobrellenó, y como yo era el que los hacía subir fui el último, y me tocó entre el piloto y copiloto”, rememora.

 

Tiene aún bien presente las caras de los pilotos asustados por la situación, porque parecía imposible que la nave pudiera levantar vuelo… Era tan peligroso que la amenaza inminente de caer a las aguas del Atlántico era una posibilidad cierta.

 

Aterrizando en Bahía Paraíso.

 

Además cuando arribaron al Bahía Paraíso las cosas tampoco fueron fáciles: “Es que había que subir unos metros para aterrizar en cubierta, y parecía que no se podía… desde un costado daba la impresión que era más factible porque la estructura del barco cortaba un poco el aire… Pero fueron varios intentos y no daba la altura aunque los motores estaban a más no poder. De pronto fue como un milagro… el helicóptero remontó apenas un poquito, pegamos el panzaso sobre el barco y hubo como un gran suspiro general”, expresa. Estaban a salvo…

 

Nunca se olvida.

 

Ahora, contando todo aquello admite: “Todo lo que muestran las películas es verdad… me tocó atender soldados gravemente heridos, personas mutiladas, o que morían sin que se pudiera hacer nada. Claro que es terrible”, enfatiza. Por supuesto le tocaron momentos de miedo y emoción, y marcas profundas sobre la guerra de Malvinas quedaron en su memoria.

 

Después vino el tiempo del regreso a su tierra cuando el conflicto terminó, y de esa manera poder empezar una vida normal, aunque las escenas vivenciadas no las olvidará jamás.

 

El riojano.

 

José Alberto Euliarte es nacido en Chepes, La Rioja, una localidad no demasiado grande, “parecida en población a General Acha”,compara. Su papá era Cándido, ganadero en la zona; y su mamá Catalina Sánchez, docente. Tiene tres hermanos, Omar Enrique, Julio César y Carmen Alicia (los dos primeros en La Rioja, y la menor viviendo en Salta). Alberto tiene además dos hijas, Marianela que es abogada, y Pía Valentina que estudia Psicología.

 

Tenía una vida casi bucólica en su pueblo riojano: los amigos, un poco de deporte (fútbol y karate), y el estudio para una vez culminado el secundario, a los 17 años, radicarse en Córdoba para seguir Medicina. “Me recibí a los 23 años, con una carrera diría normal… pero como había pedido prórroga para poder terminar enseguida me tocó el servicio militar, de donde egresé (por su condición de profesional de la medicina) con el grado de subteniente”, precisa.

 

¡Viva la Patria!

 

Alberto, entonces de 25 años, tenía todo listo para “dejar los cargos (ropa, armamento, mochila, etc.) cuando ingresó el sargento primero Coca, enfermero de la unidad: “Mi subteniente… ¡Viva la patria! Retomamos Malvinas”, le dijo el subalterno.

 

El 2 de abril de 1982 se había puesto en marcha la “Operación Rosario”: una fuerza de tarea anfibia desembarcó y se hizo cargo de las islas para iniciar un período de 74 días de conflicto en el Atlántico Sur. “Lo primero que se me ocurrió pensar es ‘de acá no me voy más’. Y bueno, así fue que me involucré en la guerra”, expresó.

 

El final.

 

Y en ese período pasaron tantas cosas: el ARA General Belgrano torpedeado y enviado al fondo del océano, el hundimiento de buques británicos por parte de nuestras fuerzas; los Harrier derribados; los bombardeos desde el mar a las posiciones argentinas... Hasta que se desencadenó el final.

 

Euliarte sostiene hoy en día que Argentina tuvo posibilidades de ganar la guerra; pero hubo circunstancias que jugaron en contra. “Ellos estaban a punto de volverse, pero a nuestro país de 14 Exocet que estaban comprados llegaron solo cinco, y hubo otras cosas que no ayudaron….". El poderío armamentístico del Reino Unido al final resultó demasiado y llegó la rendición de nuestras tropas.

 

“Lo primero”.

 

Cuando la guerra pasó, en la mente del doctor Euliarte quedaron retazos de episodios dolorosos, pero también de actitudes heroicas y gestos de altruismo.

 

Volvió a la vida civil, a su Chepes natal, a su querida provincia, ahora sí a ejercer como médico. Más adelante iba a hacer en San Juan la residencia para ser traumatólogo, la especialidad que había elegido. Mientras iban sucediendo situaciones en ese transcurrir. El nacimiento de su primera hija, un trágico accidente en el que falleció su esposa… Muchas cosas.

 

Una gran casualidad.

 

Un día, regresando a La Rioja de vacaciones en Brasil, decidió que pasaría por Bernardo de Irigoyen, un pueblito al norte de Misiones. Sabía que allí estaba residiendo y ejerciendo su profesión de médico Osvaldo Almirón, chaqueño él, compañero en el Batallón de Aviación en Malvinas.

 

“Y lo que son las cosas… cuando llegué vi un camión que en la puerta decía ‘Gobernación de La Pampa’. Mi amigo se estaba yendo a trabajar a Jacinto Arauz, aquí en La Pampa. Cenamos, y al otro día él se vino, no sin antes decirme que me iba a conseguir trabajo”, se ríe Alberto.

 

Llegada a La Pampa.

 

Lo cierto es que algo le había quedado dando vueltas en su cabeza, y le dijo a sus padres que iba a probar suerte en La Pampa, y si no le gustaba se volvía. Su hijita de cuatro años quedó al cuidado de sus abuelos.

 

"Mi amigo me había conseguido trabajo en La Pampa, y aunque yo no estaba tan decidido me vine a ver qué pasaba... Y así llegué un día a General Acha".

 

Tiene presente cuando el director del Hospital le indicó cuál era la casa donde iba a vivir, y donde podía dejar sus muebles: “¡Qué muebles! No traje nada… sólo este bolso”, contestó Alberto.

 

Y ya van 35 años.

 

Se fue acomodando, y aunque pensaba quedarse sólo un tiempo y regresar a su tierra ya pasaron 35 años. Hoy es un vecino más de General Acha, aunque por allí se decide y pega la vuelta a La Rioja: “Lo vengo pensando... ya casi no trabajo como médico, y la verdad ahora lo que más quiero es disfrutar de la vida, de lo que viene... Nadie me apura, y aparte puedo ir y venir de Acha a La Rioja en pocas horas… Hice varias veces ese trayecto en moto en 7 horas, así que seguiría en contacto todo el tiempo", razona.

 

Qué más riesgoso que la guerra.

 

Me decía a mí mismo, mientras conversábamos, qué distinto esta actualidad para Beto –así lo llaman los amigos-- comparando aquel horror con la paz pueblerina que –ahora sí-- le permite disfrutar de algo tan simple como sentarse tranquilo a tomar un café en la tibia mañana otoñal de General Acha.

 

Le digo que me parece que está un poco loco para moverse a la velocidad que se necesita para hacer más de 1.000 kilómetros en tan corto tiempo y me responde reflexivo, con una sonrisa: "Después de todo lo que me tocó pasar…”. Y claro que cabe admitir que él puede tener una escala de valores que lo hace ponderar los riesgos de una manera muy distinta a mi raciocinio tan elemental: ¡Qué puede ser más riesgoso que una guerra!

 

La historia dirá.

 

"Aunque se haya perdido la guerra valió la pena porque fijamos una posición argentina sobre las islas al intentar recuperarlas; y es para seguir con la via diplomática, pero no por las armas... Algunos estarán de acuerdo con lo que digo, otros no, pero es lo que pienso", reflexiona.

 

Y sigue: "Una vez hicimos un proyecto de ex combatientes para volver a Malvinas, pero nos pedían una serie de requisitos, como hacernos la visa, y eso nos hizo desistir. Pero me gustaría volver, tal vez para reencontrarme con cosas que viví en la juventud, hechos traumáticos, que los hubo... ¿Si soy un héroe? No, para nada. Soy un argentino más que cumplió con su deber cuando la Patria lo convocó. Héroes son los que quedaron allá, los chicos del Belgrano, los que ofrendaron su vida por la Patria... Yo fui uno de los que pudo volver y contarlo... El resto la historia lo dirá".

 

Cazador y motoquero.

 

El médico José Alberto Euliarte, como quedó dicho se integró a la comunidad achense hace 35 años, y además de ejercer su profesión se hizo conocido por desarrollar otro tipo de actividades,

 

Ha sido presidente y sigue siendo miembro del Club de Caza de General Acha; donde fue permanente colaborador. Pero además se entusiasma con la pesca de mar, embarcando; pero también con la pesca con mosca en algunos lagos del sur, donde suele concurrir con frecuencia.

 

Una vez por mes, o poco más, Alberto viaja a su Chepes natal, un pueblo pequeño al sur de La Rioja, a veces en auto pero generalmente en moto.

 

Dicen los que lo tratan que aunque es veterano de Malvinas pocas veces habla del tema; si bien en los últimos tiempos ha compartido algunas de las tantas anécdotas e historias de la guerra. Pero siempre a cuenta gotas. Es como si de a poco se fuera soltando un poco más, aunque ya no quiere participar de los actos conmemorativos porque dice que no le sienta bien todo eso.

 

No obstante mantiene con sus camaradas del Ejército --algunos de alta graduación-- un contacto permanente.

 

De lo que no caben dudas es que tiene un espíritu aventurero que lo lleva a emprender largas excursiones en moto, a veces acompañado por alguno de sus hermanos. "Ahora mismo estamos planificando hacer toda la Ruta 40, desde Río Gallegos hasta La Quiaca... creo que nos va a llevar un mes y medio todo el trayecto. Pero son gustos que nos damos y nos hacen sentir muy bien", completa.

 

"Es un desastre".

 

En una ocasión Euliarte pasó por Santa Rosa y se alojó en un hotel por Avenida Luro. "Al otro día me levanté y vi un edificio enorme y me dijeron que era el Centro Cívico".

 

Recordó que su amigo médico Osvaldo Almirón (ya ejercía en Jacinto Arauz) le había dicho que le iba a conseguir trabajo en La Pampa y fue a la Subsecretaría de Salud de curioso nomás. "Me atendió la secretaria de la doctora Emma Yep, que era Anahía Paoletti, precisamente de General Acha".

 

Y sigue la historia: "Charlamos un rato con Yep hasta que sacó unos papeles de un cajón... Me preguntó si conocía un médico de apellido Euliarte y me salió contestarle que sí, pero que era un desastre... Ella dudó: 'Me dijeron que era buen médico', me dijo... Me largué a reír y le dije que yo era Euliarte", completó.

 

"Hijo de p...", le descerrajó la doctora Yep. Y continuó: "Cuando quieras ya tenés trabajo en La Pampa”.

 

Al tiempo Alberto llegaría a General Acha donde está hace 35 años.

 

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