¿Los telefónicos de ayer son los teledirigidos de la actualidad?
En 1989 había en la Argentina 45.000 empleados telefónicos. Diez años después eran menos de la mitad. Esta es la realidad de las privatizaciones que en esos años emprendió el experimento neoliberal de Carlos Menem que malvendió Entel a la española Telefónica y a la francesa Telecom. Para la historia del peronismo la fecha del 7 de octubre de 1990 cuando Menem y su ministro Dromi entregan la estatal Entel a los extranjeros, contrasta con el 18 de marzo de 1948 cuando el entonces presidente Juan Domingo Perón, estatizó el servicio telefónico y creó EMTA, la Empresa Mixta Telefónica Argentina, transformada a poco de andar en Teléfonos del Estado, antecesora de la luego malvendida Entel.
La estatización de los servicios de comunicaciones en la Argentina del primer peronismo sirvió de plataforma para el relanzamiento del gremio telefónico que había creado en 1919 la Federación Argentina de Telefonistas que en 1928 se transformó en la Federación Obreros y Empleados Telefónicos (FOET) y en 1944 pasó a denominarse Federación Obrera de Telecomunicaciones de la República Argentina, protagonista de primer orden en el ascenso de Perón al gobierno dos años después.
La creación de la empresa estatal en la Argentina de Perón tuvo un fuerte impacto en Latinoamérica donde el modelo de gestión estatal de los servicios públicos encarados por el líder argentino era mirado como un ejemplo a seguir. El gremialismo que surge de ese modelo de gestión llevó luego a la creación de la Federación de Obreros y Empleados Telefónicos de la República Argentina (FOETRA), de fuerte filiación peronista y defensor del rol de Estado en las telecomunicaciones.
Los años de la Revolución Libertadora con su intento de "desperonizar" la Argentina, fueron años de persecución y cárcel para los dirigentes peronistas del gremio telefónico hasta su "normalización" en 1958 cuando se perfila como un gremio de clara tendencia combativa. Diez años después emerge desde los talleres Ciudadela la figura de Julio Guillán, figura central de la recordada CGT de los Argentinos de Raimundo Ongaro, un bastión de lucha contra la dictadura que surge del golpe de Estado al radical Arturo Illia.
El golpe del 24 de marzo de 1976 marca un nuevo capítulo en la persecución de los dirigentes telefónicos más combativos, entre ellos Guillán que pasa todo ese oscuro período detenido y es recién liberado con la llegada de Alfonsín al gobierno en 1983 a cuyo intento privatizador de Entel, Guillán se opone tenazmente.
Pero en 1990, cuando Carlos Menem lanza la privatización de Entel, Guillán y una buena parte del gremio a nivel nacional, entregan las banderas de la defensa de la empresa estatal y se convierten en cómplices de aquella entrega que en los hechos significó la pérdida de miles de puestos de trabajo y la "reestructuración" de las condiciones de trabajo, entre ellas la jornada laboral de 7 horas que pasa a ser más larga.
En estos días en los que el gremio local de telefónicos, acusado de ser lobbista de Clarín, reivindica su rol en el año 1990 surge la pregunta: ¿a qué rol se refiere? ¿al de complicidad con la entrega de Entel? ¿al de aceptación del rol de mero disciplinador del obrero telefónico cuya planta de personal fue diezmada y sus derechos conculcados con su silencio?
Su papel hoy en Santa Rosa como lobbistas de Clarín parece responder fielmente a lo que hace 20 años escribió la historiadora María Elena Brikman sobre el rol de los dirigentes telefónicos del 90: "acatar la línea política de la empresa y a asumir la función de diluir el grado de conflictividad entre los trabajadores sin siquiera poder aspirar a forjar una identidad y una solidaridad de clase y en cambio dando paso a la búsqueda del beneficio personal". Así parece.
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