“Perdimos un modo de vida”
“No solo nos robaron los ríos, también perdimos elementos culturales, un modo de vida”, dice Dillon. Y aclara que “la puja no es entre dos provincias sino entre sectores de poder, porque no somos todos iguales: hay poderosos que se benefician y subalternos que pierden”.
“No solo nos han despojado de ríos, sino también de una cultura, dejando en una situación de vulnerabilidad social muy grande a casi al 70 por ciento del territorio pampeano”, lamentó Betty Dillon, segundos antes de iniciar su charla sobre “Territorios hidrosociales y derechos humanos en La Pampa. Efectos sociodemográficos, relaciones. conflictos, integración”.
Convocada por la Fundación Chadileuvú, la profesora y licenciada en Geografía y magíster en Estudios Sociales y Culturales, recientemente jubilada, estuvo ayer por la tarde en el salón del Consejo Directivo de la Facultad de Ciencias Humanas. Dedicó su charla a “don Angel Garay, a Tuta Cuello y a Margarita Serraino” y recordó que “desde el momento de su nacimiento, el 28 de julio de 1984, entre las actividades de la Fuchad figuraba la investigación”.
Además de veteranos defensores de nuestra icónica causa hídrica, a la charla asistieron alumnos de colegios secundarios y estudiantes de la UNLPam. “Los jóvenes son el futuro porque ellos seguirán esta lucha y por eso mi expectativa siempre es verlos presente en este tipo de actividades”, aseguró.
El agua, una mercancía.
Durante un breve contacto previo con la prensa, explicó que “las nuevas perspectivas culturales proponen la existencia de territorios hidrosociales, desde una mirada más americanista, anticolonialista y enfocada en los derechos humanos”. Basados en ese paradigma “desde hace tiempo venimos alertando que no nos han despojado solo de los ríos, también perdimos un patrimonio cultural, un modo de vida”.
Aunque la cuestión de los ríos suele reducirse a un conflicto interprovincial, “si pensamos esta problemática solamente como una puja entre dos jurisdicciones, estamos equivocados”. Aún hoy, siguen siguen siendo mayoritarias las investigaciones sobre las desigualdades en el acceso al agua dentro de los propios territorios de San Juan y Mendoza, “porque la puja es entre sectores de poder”, advirtió.
Por eso, “tenemos que empezar a pensar que en una sociedad no somos todos iguales: hay quienes detentan poder y muchos otros subalternos claramente perjudicados por una concepción mercantilista, que cosifica el agua considerándola una mercancía que se puede comprar y vender en el mercado”.
Problema cultural.
Dillon confiesa su intención de promover “un abordaje cultural más integral” de la problemática, para evitar que el discurso mercantilista “siga permeando a las propias víctimas de esta apropiación del agua, quienes empiezan a pensar que el río produce pérdidas y que solo puede usarse para producir”. Esa es la idea que lanzan “grupos de empresas privadas asociadas para acaparar los usos del agua”, cuya actividad es muy resistida en las propias provincias arribeñas.
“Una de las cuestiones más investigadas es la situación en que se encuentra la cuenca del río Mendoza, que ha dejado al departamento Lavalle sumido en una enorme degradación ambiental”. En San Juan abundan los estudios “sobre la desaparición de las lagunas de Guanacache por la degradación del Desaguadero-Salado-Chadileuvú-Curacó”, catástrofe que generó “el nacimiento de un movimiento popular muy fuerte, integrado por poblaciones originarias y organizaciones sociales que luchan por su recuperación”.
Mientras las corporaciones económicas se apoderan del agua “el grupo de poder que necesita ese elemento vital para vivir sigue fuera del sistema” dice Dillon. Sin embargo, tan preocupante como la falta de agua “es que sean permeados por el discurso mercantilista”, porque entonces la lucha pierde sentido. “La falta de escurrimiento no solamente provoca un perjuicio ambiental, también genera un grave problema problema cultural, derivado de una pérdida de conocimientos, experiencias y saberes hídricos de los pueblos”.
El enfoque cada vez más integral propuesto por Dillon “surge de trabajar en el territorio, donde comprobamos que varias generaciones crecieron sin el conocimiento del río”. De allí que resulte tan importante “analizar la cuestión también desde la hidrohegemonía y pensar en el rol que debería tener el Estado frente a los territorios denigrados, donde la situación de los pobladores es cada vez más compleja”.
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