Travesuras o avisos de otros migrantes
Señor Director:
Quienes llevamos vivida una carrada de años podemos decir que pertenecemos al tiempo en que los terráqueos empezaron a sospechar que su territorio tiene ocupantes que parecen haber surgido de procesos evolutivos muy distintos.
Algunos terráqueos creen que no es que se trate de coterráneos que habían permanecido invisibles y que ahora, de pronto, comienzan a hacerse manifiestos. Piensan, entonces, que estamos ante una invasión, que son los ET.
Las posibilidades a contemplar serían dos. O estaban aquí y por alguna razón comienzan a hacerse sensibles para nosotros, o están llegando desde algún lugar en el espacio exterior.
Existen más posibilidades. Veamos. Puede que los nuevos seres que ahora se estarían haciendo visibles hayan tenido una evolución más larga, que recién se ha completado y por eso comienzan a luchar por un espacio propio.
Otra conjetura razonable es que sean el fruto de una mutación. Sabemos que las mutaciones han sido determinantes en el proceso evolutivo de la vida en este planeta. Se nos advierte en estos días que las bacterias mutan con mayor velocidad y que por eso se están haciendo inmunes a los medicamentos que hasta hace poco eran maravillosamente eficaces para mantenerlas a raya. También se nos dice que estas mutaciones que dan inmunidad a las bacterias tienen por causa el mal uso que hacemos de los antibióticos, en particular, de modo que los seres humanos vendríamos a ser padres de las nuevas criaturas que nos tienen en la mira de sus nanomisiles: demos este nombre a eso que las hace temibles, porque destruyen nuestros tejidos, con un efecto tan catastrófico para nuestros pobres cuerpos como el de la bomba en Hiroshima.
Ahora bien, está claro desde que los ecologistas iniciaron su movimiento, que el manejo de los antibióticos no es nuestro único descuido. Cuando volteamos montañas y luego usamos cianuro en la desesperada búsqueda de un oro que hasta hace poco no interesaba por ser poco y costaba mucho su extracción, arruinamos terrenos que han sido morada de hombres y animales y envenenamos el ambiente. Cuando tornamos inutilizable el agua de arroyos y ríos y hasta inquietamos a los habitantes del mar, hacemos otro tanto. Como en el famoso relato, la cosa no importaba o importaba poco porque no nos contábamos entre lo que moría. Morían animales, aves, insectos. Asimismo, morían algunos aborígenes y no pocos pobres. ¿A quién podía interesarle eso? Si ahora vienen por nosotros, por todos nosotros, ¿es demasiado tarde para buscar una respuesta?
La idea es que las mutaciones no se limitan a las bacterias, a los seres habitualmente invisibles para nuestra mirada. ¿Por qué no han de estar mutando seres de mayor tamaño, esto es, los pobladores habituales y visibles de la superficie del planeta? Nosotros mismos, ¿estamos imposibilitados de mutar? El aire que respiramos, el agua que tomamos, los animales que comemos, se han estado modificando, sobre todo por acción antrópica (o por descuidos o negligencias del hombre). Acostumbramos a apartar a los que llamamos monstruos (humanos que salen del canon, que son diferentes a lo que creemos o queremos ser), pero ¿estamos libres de mutaciones ajenas a nuestra voluntad? Incluso, puede no ser disparatado que algunas de esas mutaciones, de esos "monstruos", anden ya moviéndose en un planeta hostil, que los obliga a esconderse y disimularse. Se dijo hace siglos que el hombre es lobo para el hombre.
No sugiero descartar a los extraterrestres. Apenas si digo que consideremos igualmente la pluralidad de hipótesis o conjeturas posibles. Y empezar por casa. Los sanitaristas no se cansan de advertir, sobre todo en tiempo de epidemia, que hay que airear la casa, que hay que lavarse las manos, que podemos ser víctimas, pero también podemos ser victimarios por descuido. Y por omisión, por desidia, por ignorancia, por soberbia, por codicia.
Atentamente:
JOTAVE
Artículos relacionados