Lunes 07 de julio 2025

Los discursos sin oralidad tienen propios analfabetos

Redacción 28/07/2013 - 04.33.hs

Supongo que hay mucho escrito sobre este tema y no presumo originalidad si digo que en los últimos tiempos he empezado a prestar mayor atención a lo que llamaría discursos sin oralidad ni escritura, aunque también puede ser considerada una forma de meta-discurso lo que deba entenderse además de lo que se expresa en el discurso oral o escrito. La existencia de esta forma de manifestar no es novedad. La expresión intencional no ha bastado para el que lee o escucha, puesto que todos sabemos que la lengua sirve para decir verdad y decir mentira, para decir medias verdades o mentiras enteras, para mostrar y para ocultar, para desenmascarar y para disfrazar.
Mi redoblado interés por el tema ha surgido porque sigo con más frecuencia que antes lo que hace y lo que dice el papa. Siempre he prestado atención al Vaticano, tanto como a los presidentes y los reyes. Ahora se da la circunstancia de que el Vaticano tiene el plus representado por el hecho de que el ocupante del trono de Pedro es un hombre nacido aquí y que ha vivido y realizado sus tareas en nuestro suelo hasta el momento de su reciente elección. Al prestar atención a los que dirigen el mundo me he esforzado por entenderlos dentro de sus circunstancias. Si conozco mejor los intereses que cuida y los problemas que afronta, me siento más capacitado para entender sus discursos.
Vamos, como dicen los españoles, que de este papa me ha atraído en particular su reciente ida al sur de Italia y su llegar embarcado hasta Lampedusa, una isla que está más cerca de Africa que de Sicilia.

 

Pequeña.
Es una isla pequeña, rocosa, árida, donde hay una población permanente muy reducida (no llega a 6 mil personas). En el siglo pasado alcanzó notoriedad por El Gatopardo (novela) y algunas películas. Está en la oferta turística, cómo no, pues hay turistas que gastan lo que les ha costado tener para llegar a un sitio que, de existir en su propia tierra, no visitarían jamás.
Ahora ha vuelto a la actualidad internacional noticiosa porque esta isla hace de puente para muchos de los africanos y asiáticos que tratan de ingresar clandestinamente a Europa por Italia. Cuando fracasa la penosa navegación suelen recalar allí. Además, ahora, los que son capturados en el mar y los que son rescatados de los frecuentes naufragios de sus malas embarcaciones, son llevados allí por el gobierno italiano con la intención de devolverlos a su punto de partida. Puede colegirse que es, para esas personas, una sucursal del infierno, pero ya se sabe que Dante tuvo que recorrer todos los pisos del infierno para llegar al cielo por vía clandestina. Ese gobierno negocia su devolución y, entre tanto, atiende las necesidades elementales de esa gente. Se dice que los habitantes de la isla suplen, con esfuerzo, las carencias. Van entendiendo lo mismo que le hizo decir a Francisco que "hemos globalizado la indiferencia" y es verdad que al mundo no se le mueve un pelo al saber de esos naufragios y de tanto sufrimiento. Supongo que los europeos, que algo tienen que ver con la tragedia de África, se dirán que "ellos se la buscaron", al tiempo que sienten que no los querrían por vecinos, por lo que ven apropiado que los detengan lejos y que eso no se vea. "Ojos que no ven, corazón que no siente". No decimos esto en voz alta, pero actuamos así porque sentimos que ese problema nos sobrepasa y porque preferimos que ocurra en ese islote maldito, lejos. El discurso de la indiferencia no se dice, se actúa dejando actuar.

 

Conciencia.
"Para despertar nuestras conciencias" dijo allí el papa, "ni siquiera cuidamos los unos de los otros... Cuando nos hemos acostumbrado al sufrimiento de los otros, no nos afecta, no es cosa nuestra".
Hablaba ante los que estaban allí, en Lampedusa, los frustrados inmigrantes y los lugareños, pero quería ser escuchado por el gobierno italiano, al que pudo haber molestado que llegara hasta ahí y atrajese las miradas del mundo. El meta-discurso consiste precisamente en eso. No es Italia el único país que obstaculiza las migraciones. Son todos los que tienen el problema ahora y serán todos los que lleguen a tenerlo. El discurso era, pues, para la humanidad, para el mundo global que nos ha caído encima, para la superpoblación, para el repetido olvido de la propia Europa y para cuantos han contribuido y contribuyen a envenenar el ambiente. Y para la propia iglesia y las iglesias que se olvidan de revolver el cuchillo en lo que quede de sensibilidad y de conciencia en los poderosos. "Urbi et urbi" se dice de ciertos discursos papales: para la ciudad y para el mundo.
Jotavé

 


'
'