Hidrovía: danza de intereses poderosos
Mientras se aproxima la finalización de las concesiones portuarias de la vía fluvial del río Paraná el tema va cobrando mayor interés y trascendencia. A los cuestionamientos iniciales del senador Jorge Taiana le siguió la palabra del Presidente, al parecer terminante: «Nadie está pensando en prolongar la concesión que existe». La afirmación vino a calmar las aguas, de momento al menos, en el frente gobernante.
La expectativa se entiende con facilidad: hay en juego grandes intereses económicos y geopolíticos de la región y el mundo. Por año se mueven más de dos millones de camiones y de doscientos mil vagones de carga que aportan movimiento a una veintena de fábricas de aceite de soja y puertos para la exportación sobre el río Paraná, en lo que conforma uno de los complejos agroexportadores más grande del mundo.
El negocio para las corporaciones exportadoras -la mayoría de capital extranjero- es gigantesco como gigantesca es el área a aprovechar en producción: la cuenca del Paraná se despliega en cinco países: Argentina, Brasil, Paraguay, Bolivia y Uruguay. La vía acuática abarata considerablemente el transporte de los granos producidos en esa enorme superficie hacia las factorías del Paraná inferior y la cercana puerta exportadora del río de la Plata. El mayor beneficio, desde luego, es para los grupos económicos que operan plantas industriales y puertos.
Es sabido que algunas de esas grandes compañías multinacionales han realizado considerables inversiones en las tierras en producción y en las potencialmente productivas con vistas al aprovechamiento de la hidrovía que, por lo demás, también transportará otros productos agrarios y minerales. Desde mediados de los años ochenta hasta la actualidad el volumen transportado por el río se multiplicó unas treinta veces; ese dato proyectado al futuro da una idea de la magnitud del negocio y del enorme interés que despierta en las compañías privadas que ya se han posicionado.
Pero además de los grandes intereses económicos también cuenta -y mucho- la situación laboral. En las condiciones expuestas es muy posible que las empresas pequeñas y medianas, de origen nacional, sean absorbidas por los grandes consorcios extranjeros. También los cambios en la propiedad y el uso de la tierra no ofrecen perspectivas favorables si se mantienen las actuales concesiones que se iniciaron con el menemismo y que marcaron una notable reducción de la relación inversión-empleo.
Como se advierte, el tema es muy complejo e involucra, qué duda cabe, a la soberanía y los intereses directos de la Nación. Una vez más son los grandes capitales los que pugnan por apropiarse del producto real y potencial de la pampa húmeda, con la diferencia de que esta vez son mayoritariamente extranjeros.
Si no hay cambios la llave de la cuenca del Paraná, hidrovía mediante, no solamente quedará en manos extranjeras sino que también será sometida a los intereses geopolíticos que, además, están muy atentos a los grandes reservorios de agua dulce de la región. Bajo el capitalismo neoliberal las corporaciones privadas avanzan sin reparar en las consecuencias socioeconómicas y ambientales que sí debe atender el Estado.
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