Actitud grotesca

Todo parecía indicar que una vez lograda su ambición –la presidencia de la República—Javier Milei abandonaría la actitud grotesca (usada la palabra en su acepción de extravagante, chocante) que tan buenos resultados le dio. Se apartaría de los gestos y afirmaciones desaforadas, que incluían insultos abiertos, para adoptar esa cierta seriedad que reclama tan alta función. Las noticias y los hechos indican que no fue así. En principio sorprende, por darle un calificativo, uno de los temas reconocidos en su conversación con el saliente mandatario, Alberto Fernández. A estar por la noticia, una de las consultas de Milei apuntó a la posibilidad de que en la residencia de Olivos cada uno de sus perros dispusiera de una habitación.

El justificativo, ya se sabe, radica en su amor por esos animales, resultantes de una clonación algunos que, en palabras del presidente, “han perdido el espíritu de manada” y tienden a agredirse con frecuencia si están juntos. Prueba de ello, agregó, fue que en una de esas circunstancias, al intentar separarlos, fue mordido por uno de ellos. La solicitud, que no se sabe qué resultado tuvo, asombra tanto por su condición de insólita como de políticamente inoportuna; ya que fue hecha en momentos en que la pobreza, con la consecuente precariedad de viviendas, campea en el país. Si a esa circunstancia se uniera la presencia de tallados con representaciones caninas en el bastón presidencial de mando –un rumor no comprobado en lo concreto— estaríamos ante un hecho sumamente desconcertante, enraizado en el amor a los animales.

El otro hecho registrado también hace a la condición extravagante del mandatario y se apoya acaso en algún nebuloso fondo político: su presencia en la desolada Bahía Blanca usando una campera de camouflage militar ¿Qué pretendía significar ese atuendo? ¿Un trasfondo de apoyo al sector castrense, que recientemente efectuara reclamos presupuestarios? ¿Un emblema de autoridad reiterada o, simplemente, una manifestación del gusto personal…? De hecho hubo quienes la relacionaron como una motivación de apoyo gubernamental y militar a las tareas de reconstrucción que se imponían en la ciudad devastada, pero pronto se vieron desilusionados por lo vano de las declaraciones del presidente, apuntando a que la tarea quedaba librada a la capacidad de los propios bahienses.

Para mayor desconcierto, el primer mandatario  había relegado su viaje a la ciudad sureña por la votación de autoridades en el club Boca Juniors, un acto que le habría impuesto su socio político, Mauricio Macri, según los rumores periodísticos y que, al hacer efectivo el sufragio le costó una silbatina de una parte de la concurrencia. Ya sea a la vista o disimulados en un segundo plano, todos los mandatarios tienen un asesor o consejero que cuida o sugiere las actitudes debidas en cuanto al rédito político. Por lo dicho, esa presencia parece estar ausente en el equipo que rodea a Milei.