Martes 06 de mayo 2025

Algo está cambiando

Redacción 28/03/2025 - 00.18.hs

De pronto algo comenzó a moverse. Una inesperada convocatoria de hinchas de futbol desató una heterogénea y multitudinaria movilización. Este 24M superó todas las expectativas. ¿Está naciendo una nueva subjetividad?

 

Eduardo Lucita *

 

Las placas tecno-sociales parece que comenzaron a moverse. No significa que ya estemos frente a una posible erupción social -como sucede en la litosfera terrestre cuando comienzan las fricciones interplaquetarias (aunque entre nosotros nunca se sabe), pero si las hasta ahora rígidas placas sociales comenzaron a friccionarse en la superficie, es porque algo pasa en su interior.

 

Rápido y furioso.

 

Así podría llamarse el recorrido declinante que desde inicios de año viene transitando el presidente y su gobierno. Desde el discurso en Davos arremetiendo contra toda forma de progresismo, diciendo disparates como que las parejas del mismo sexo tienen tendencia a la pedofilia. Continuando con el criptogate, que deja al presidente como partícipe necesario de una estafa piramidal o bien como un economista que aspira a ser Premio Nobel, y que se lo pasaron al cuarto cuatro vivos. Finalizando con los DNU para nombrar jueces o apoyar un nuevo acuerdo con el FMI que nadie conoce y cuya fecha de concreción se posterga una y otra vez. En el medio la intervención de su principal asesor en un reportaje periodístico al presidente, que dejó planteado quiénes son los periodistas ensobrados, la represión a los jubilados y una reacción social de magnitud inesperada.

 

La calle.

 

Las movilizaciones y las disputas parlamentarias ganaron espacio en el marco del conjunto de “errores no forzados” del gobierno, de una situación económica que esta encendiendo alarmas tanto entre los gurúes de la city como en el empresariado, y de la descomposición del sistema de partidos.

 

Las marchas de los miércoles de un centenar de jubilados y la respuesta represiva era ya una rutina hasta que un puñado de hinchas futboleros decidió acompañar a uno de los suyos que fuera gaseado la marcha anterior. La convocatoria se replicó rápidamente en otras hinchadas con un resultado más simbólico que efectivo, pero con la virtud de ampliar la voz de los jubilados, que fue un verdadero cachetazo para el peronismo que se sintió interpelado y salió de su letargo. Cientos de militantes se volcaron a las calles junto con integrantes de asambleas barriales, centros culturales y múltiples formas de organización cultural y solidaria. Así uno de los logros políticos del gobierno, haber recuperado el control de la calle, desplazando a los piqueteros, quedó neutralizado por una multitud que se autoconvocó y se manifestó por fuera de las estructuras partidarias, sin organicidad ni mando alguno.

 

El miércoles 12 la concentración fue masiva y la ministra de Seguridad no tuvo mayor respuesta que desatar una represión que superó todo lo anterior. El disparo de gases comenzó antes del acto y sin necesidad alguna, salvo disuadir a la multitud que se estaba acercando, lo que fue respondido con una táctica de violencia defensiva por los manifestantes. Todo terminó con más de un centenar de detenidos, heridos por doquier y un fotógrafo con un disparo en la cabeza, que aún hoy pelea por su recuperación.

 

El miércoles 19 la manifestación fue mayor que la anterior, esta vez con muchos sectores organizados, pero sin dirección política. El Ministerio de Seguridad fue prácticamente intervenido y la ministra Bullrich apartada de la preparación de una estrategia disuasiva que incluyó cercar militarmente el Congreso, propalar mensajes amenazantes en las estaciones ferroviarias y poner controles en los distintos accesos a la ciudad. Se rumorea que también se ordenó a la SIDE realizar tareas de espionaje interno, previa transferencia de 1.600 millones de pesos. Por unas horas se vivió una suerte de estado de guerra. El “Que se vayan todos” volvió a sentirse con fuerza.

 

El Parlamento.

 

Mientras esto sucedía, el Parlamento era escenario de disputas interpartidarias y negociaciones cada vez más espurias y poco transparentes con los que el gobierno buscaba que diputados le aprobara el DNU para otro acuerdo con el FMI. Esta aprobación tuvo un alto costo político. Consiguió solo 129 votos favorables, cuando esperaba 140, y debió maniobrar para que las abstenciones hicieran que el rechazo no alcanzara a los 108 votos necesarios. Concedió la presidencia de la comisión que controla los DNU a un aliado que suele ser muy errático y tuvo que habilitar transferencias de dinero a varias gobernaciones, por una suma que supera lo transferido a la sufrida Bahía Blanca, para conseguir votos y abstenciones.

 

La respuesta.

 

La respuesta social ha sido diversa, con una gran heterogeneidad en su composición y sin dirección política clara. La izquierda acompaña y estimula estas movilizaciones pero en cada una de ellas se van incorporando nuevos sectores plebeyos y populares, en lo que se puede estar incubando una nueva subjetividad en el enfrentamiento con el gobierno, tal vez en busca de una perspectiva política superadora.

 

Nada es definitivo ni está consolidado, pero es indicador de que el aire de los tiempos está cambiando. La marcha del 1º de febrero en respuesta a los dichos de Davos instaló el antifascismo y antirracismo como una cuestión política central, la habilitación para el nuevo acuerdo con el FMI el mismo día de la concentración de los jubilados expuso una relación entre las bajas jubilaciones, el fin de la moratoria previsional y la política de ajuste permanente que promueve el Fondo, con lo que quedó planteada la necesidad de rechazar el nuevo acuerdo y cuestionar la totalidad de la deuda. El 24M reinstaló con fuerza el Nunca Más frente al negacionismo del gobierno y su visión de los dos demonios.

 

La dinámica de la movilización terminó interpelando a la CGT que tuvo que anunciar un plan de lucha que comienza por el apoyo a las concentraciones de los jubilados, sigue con su participación el 24M, efectivizar un paro general el próximo 10 de abril (que puede ser de 36 horas) y concluye con una marcha obrera y sindical para el Día Internacional de los Trabajadores y Trabajadoras.

 

Nada es gratis.

 

El criptogate y las denuncias de que se cobraría peaje para las entrevistas con el presidente pusieron en duda la proclamada decencia del gobierno, mientras que las concesiones para que se aprobara el DNU lo vincula cada vez más a la casta que dice combatir. La violencia institucional deja en evidencia las tendencias al autoritarismo de un gobierno dispuesto a gobernar por decreto.

 

El gobierno presenta como triunfos haber logrado la aprobación del acuerdo con el FMI, pero acusa el golpe del costo político de este “éxito”, mientras que trata de capitalizar el hecho que el despliegue de fuerzas de seguridad trajo calma en la manifestación del 19. Oculta que ahí quedó demostrado que cuando las fuerzas de seguridad no ejercen violencia institucional todo transcurre sin turbulencias.

 

Por debajo de todo esto se desenvuelve la crisis económica, una situación que genera cada vez mayor incertidumbre, que altera los mercados cambiarios y promueve la devaluación, al mismo tiempo que la inflación, principal logro político del gobierno, está recrudeciendo.

 

Todo hace mella en la imagen presidencial y siembra dudas sobre la capacidad de gestión de su gobierno. Al mismo tiempo el presidente perdió centralidad política y ya no controla la agenda como hasta hace pocos meses.

 

Sí, algo está cambiando.

 

* Integrante de EDI (Economistas de Izquierda).

 

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