Miércoles 15 de octubre 2025

Cuando los discursos también matan

Redacción 15/10/2025 - 08.16.hs

El doble femicidio de Córdoba, además de engrosar las dolorosas cifras de la violencia de género, desnuda la vinculación entre los discursos odiantes antifeministas y los crímenes machistas.

 

IRINA SANTESTEBAN

 

En Córdoba, dos mujeres —una madre y su hija, Mariel Zamudio y Luna Giardina— fueron brutalmente asesinadas, presuntamente a manos de Pablo Rodríguez Laurta, ex pareja de Luna y padre de su hijo Pedro, de apenas 5 años. Luego del doble femicidio y del secuestro del niño, Laurta huyó hacia Entre Ríos con la intención de cruzar ilegalmente a Uruguay, hasta que fue detenido. Su perfil político y simbólico, además de sus discursos previos, dan pistas para comprender este crimen en su contexto sociopolítico.

 

Discursos de odio.

 

Como todo femicidio, es un delito aberrante, y más grave aún porque deja desamparado a un niño pequeño, con su madre asesinada.

 

Este caso revela elementos de la violencia patriarcal, esa que desde hace años denuncia y combate el feminismo y que varones como Laurta, se encargan de denostar y subestimar en discursos odiantes, presentaciones de libros provocadores y sitios como el de “Varones Unidos”, la página web del presunto asesino.

 

Puede verse con claridad el vínculo entre los discursos que denigran a las mujeres y la lógica criminal del varón que mata. Y cómo operan los espacios públicos del antifeminismo, máxime en Argentina donde el propio presidente pronuncia arengas de odio contra las mujeres que piden (pedimos) igualdad, reconocimiento de derechos, no ser amenazadas ni golpeadas ni violadas ni asesinadas. Aparece la responsabilidad del Estado, bajo un gobierno que desmanteló y desfinanció las políticas de género, establecidas para combatir la violencia contra las mujeres. Aunque Milei no se enteró, Argentina suscribió la Cedaw (Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1979) y la Convención de Belem do Pará (Convención Interamericana para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer, OEA, 1994), instrumentos internacionales que son la base de las políticas de género e incorporadas a nuestro texto constitucional.

 

Denuncias no atendidas.

 

Luna había denunciado a su ex pareja ante la Justicia de Córdoba, y había obtenido una orden de restricción en su contra y también un “botón antipánico”. El día de su asesinato, no llegó a activarlo porque su agresor le disparó antes.

 

Ya en Uruguay, cuando convivían, Luna se había escapado por la violencia que Laurta ejercía contra ella. Pero como en tantos otros casos, las medidas judiciales no son efectivas porque el Estado carece de dispositivos reales de prevención, monitoreo y sanción efectiva.

 

En muchos casos, los femicidas sortean esos obstáculos con la intimidación, la construcción de narrativas propias y el silencio social. Y pasan de la palabra a la acción homicida.

 

Página misógina.

 

Desde el sitio “Varones Unidos”, se difunden relatos contrarios al feminismo y los derechos de las mujeres, se denostan las denuncias por violencia de género, se culpabiliza a las víctimas y se victimizan los violentos.

 

En ese sitio, Laurta publicó, en un relato muy detallado, su versión del caso judicial que lo implicaba, buscando legitimar su posición como denunciado, y no como agresor.

 

Es aquí donde se ve cómo los discursos violentos constituyen un sustrato simbólico que naturaliza la agresión, legitima la amenaza, y en casos como el de Luna y Mariel, se llega a un punto irreparable, donde el desencadenante es el femicidio.

 

Militante libertario.

 

Laurta no era un individuo aislado: era militante de las ideas antifeministas, las que proclama Milei y La Libertad Avanza. En 2018 había organizado en Montevideo la presentación de “El libro negro de la izquierda” con la presencia de Agustín Laje y Nicolás Márquez, pseudo intelectuales de la derecha misógina y fervientes admiradores de Milei. Ahora, Laje se despegó rápidamente de Laurta y dijo que después de aquel evento “no lo vio nunca más”, buscando desentenderse del monstruo que generaron con sus discursos odiantes y antiderechos. “Repudio la violencia contra las mujeres”, dijo Laje, afirmación inverosímil viniendo de quien viene.

 

Es que en estos años favorables a la derecha, ese movimiento surgido como reacción a la “marea verde” y a la conquista de derechos por parte de las mujeres, -el antifeminismo - ha ganado organización, presencia digital y conexiones con sectores del poder. Laurta —que militaba esas ideas y era una figura conocida— nos revela hasta qué punto esas “teorías” no son abstracciones sino que pueden traducirse en violencia real.

 

Milei.

 

En su intervención en Davos en enero de 2025, el presidente argentino criticó frontalmente al feminismo y se pronunció contra el colectivo de la diversidad sexual. La respuesta a ese discurso fue la Asamblea Antifascista que convocó en Buenos Aires y varias ciudades a una masiva movilización, en repudio a sus expresiones homofóbicas y fascistas.

 

En este marco discursivo vemos la dimensión de la batalla cultural que hay que dar, no como ejercicio intelectual, sino como defensa de derechos básicos como la vida. Cuando quienes detentan poder denigran el feminismo, las políticas de género y los derechos de las mujeres, colaboran con una cultura que ve a la mujer denunciante como sospechosa, y hasta justifican una “solución” como el asesinato.

 

El movimiento feminista, junto a movimientos sociales y organizaciones políticas progresistas y de izquierda, convocó a una movilización el lunes, bajo la consigna “Justicia por Luna y Mariel”, resaltando que no se trata de un caso aislado sino parte de una cadena de desprotección institucional.

 

La exigencia de restablecer y mejorar las políticas de género que han sido arrasadas, es una necesidad imperiosa. Y una reforma profunda del Poder Judicial, que se jacta de tener “perspectiva de género” pero que no puede garantizar que una orden de restricción se cumpla, pues el agresor la vulnera con total impunidad, con los resultados que vemos: en Argentina una mujer muere cada 36 horas, víctima de femicidio.

 

El discurso imperante en el gobierno, pero que se arraiga lamentablemente en varones jóvenes, denostando al feminismo y a quienes defienden los derechos de las mujeres y diversidades, busca “reescribir” la historia mediante falacias y estigmatización.

 

No alcanza con el repudio ante cada femicidio. Debe haber una práctica concreta, en las calles, exigiendo reformas institucionales profundas, presupuestos sostenidos para políticas de género, justicia capacitada, promoción de la perspectiva de género en todos los poderes del Estado, educación con perspectiva de género desde la infancia, y control real de los discursos de odio.

 

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