Un costo muy caro
Tras un discutido -y discutible- acuerdo, la paz parece haber llegado a la Franja de Gaza, al menos momentáneamente. El costo por cierto que ha sido muy caro, carísimo: la masacre de varias decenas de miles de civiles gazatíes y la destrucción casi completa de la infraestructura urbana del poblamiento de la Franja. Las condiciones de los palestinos son la retirada de las tropas israelíes. Del lado judío el regreso de los pocos rehenes que todavía sobrevivían en poder de Hamas. Ciertamente que el acuerdo compromete más a los árabes, en tanto que la acción israelí queda sujeta al desarrollo de los acontecimientos. Para los observadores neutrales, "es un plan diseñado por occidentales y anglosajones, sin palestinos".
En medio de las controvertidas negociaciones, consensuadas e impulsadas por los Estados Unidos, fundamental aliado de Israel, están las jactancias y torpezas de Donald Trump, cuyas declaraciones han ido desde arrasar Palestina, con emigración forzada de sus habitantes, hasta crear una nueva Riviera de lujo en esas tierras, por encima de tristezas y cadáveres. “Negocios son negocios”, según la visión del capitalismo salvaje.
Cierto que también gran parte del mundo occidental, o alineado con Occidente (el gobierno argentino entre ellos), manifestó su hipocresía ante los acontecimientos, pero finalmente debió rendirse ante la muy dolorosa realidad.
En medio de todos esos acontecimientos, queda un odio que seguramente perdurará en el recuerdo de los muertos de ambos bandos, porque tampoco se debe olvidar el inesperado ataque de Hamas (algunos observadores opinan que no lo fue tanto) que causó la muerte de centenares de civiles israelitas y que dio inicio a esta extensa y desigual guerra que las autoridades del país judío calificaron como larga desde sus mismos inicios.
En lo que hace a lo estrictamente bélico, hay un aspecto que, casualidad o no, los medios de difusión de casi todo el mundo parecen haber ignorado: la lucha palmo a palmo entre una fuerza calificada como “el más poderoso ejército de Medio Oriente”, dotado de las armas y equipos más modernos, y un grupo de partisanos – terroristas para algunos, patriotas para otros— que evidentemente también cuentan con respetables equipos bélicos y suministro de pertrechos, obviamente de otro origen que el occidental. En cierta forma, los dos años de combate en Palestina recuerdan el error de apreciación respecto a la invasión a Ucrania por las tropas rusas, que algunos analistas consideraban como una especie de “paseo militar”.
Pese a todo, los analistas e historiadores neutrales opinan que la autodeterminación de los palestinos está muy lejana, acaso todavía más que antes de este parate bélico, donde la voz cantante de los habitantes parece haber sido reemplazada por la milicia de Hamas. Esa especulación negativa se basa en los muchos planes de paz que hubo para la región –inútiles evidentemente— y las varias guerras e insurrecciones de los gazatíes, con las respectivas represiones. De allí que este alto el fuego sea considerado como nada más que una interrupción en los combates, lejos de una paz duradera.
La repetida desatención en cuanto a esos y otros detalles imprescindibles para que ambos pueblos convivan encaja a la perfección con aquella expresión que afirma que “aquellos polvos trajeron estos lodos”.
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