Jueves 24 de julio 2025

El silencioso avance de India

Redacción 12/01/2023 - 07.57.hs

Lejos de mantener una postura genuflexa, la India se pasó todo el 2022 resistiendo las presiones de Estados Unidos y Europa por sumarse a las sanciones contra Rusia con motivo de la guerra en Ucrania.

 

JOSE ALBARRACIN

 

Cuando Argentina asumió la presidencia del G20 en 2018, el hecho fue presentado por el gobierno de Mauricio Macri, además de como un "importante desafío diplomático", como una confirmación de un rumbo económico que se presentaba como el único posible, un rumbo supeditado a la voluntad de las grandes potencias. No se trataba sólo de pedir perdón a España por nuestra independencia, lo central era (y sigue siendo) la política económica, que ese año quedó en manos del FMI. El resultado no pudo ser más evidente: 2018 inició un ciclo de tres años consecutivos de recesión, con el consiguiente aumento de la desocupación y la pobreza.

 

Otro.

 

Tal parece que hay otro modo de "no estar aislados del mundo", y si no, vean el ejemplo que está dando el flamante presidente del G20, la India. Lejos de mantener una postura genuflexa, ese país se pasó todo el 2022 resistiendo las presiones de EEUU y Europa por sumarse a las sanciones contra Rusia con motivo de la guerra en Ucrania. Lejos de condenar a Moscú, lo transformaron en su principal proveedor de petróleo, y ante las críticas, respondieron denunciando la hipocresía de Occidente.

 

Como lo expresó el canciller indio S. Jaishankar, tal parece que "los problemas de Europa son los problemas del mundo, pero los problemas del mundo no son los de Europa". No contento con ello, se permitió subrayar que durante el año pasado, y en pleno conflicto, los países europeos continuaron comprando petróleo ruso, hasta seis veces más que la India, que lo necesita como al agua para mantener su crecimiento del 7 por ciento anual, y su población de 1,4 miles de millones de almas.

 

Lo último que necesita Nueva Delhi es enemistarse con otro país vecino. Ya bastante tienen con el archienemigo Pakistán –al que EEUU siempre apoyó, pese a sus nulas credenciales democráticas— o con la poderosa China, con la que mantienen un conflicto limítrofe grave, que ya ha provocado incidentes militares serios. Sus fuertes lazos con Moscú, por otra parte, vienen desde los tiempos de la URSS, y cuentan con fuerte respaldo popular.

 

Orden.

 

Como lo ve el gobierno indio, la guerra en Ucrania plantea una oportunidad para avanzar hacia un mundo más multipolar, en que los países tengan la libertad de "elegir sus particulares políticas, preferencias e intereses". Esos intereses poco tienen que ver con una guerra europea en la que nada tienen para ganar los países periféricos, que para colmo han visto aumentar gravemente los precios de la energía, los alimentos y los fertilizantes a raíz del conflicto.

 

Desde luego, a diferencia de la Argentina, la India tiene un peso propio que le permite resistir mejor a las presiones. En pocos años estaría superando a China como el país más poblado del mundo, en tanto se estima que para 2030 se transformará en la tercera economía del mundo, sólo por debajo de EEUU y China (actualmente ocupa el quinto lugar, el mismo que supo ostentar Brasil en tiempos de Lula).

 

La población es un factor crucial para el poder de los países. Un mercado interno grande y pujante es el mejor reaseguro para soportar los vaivenes de la economía internacional. Y, no menos importante, un pueblo numeroso y con conciencia nacional resulta ser mucho más difícil de sojuzgar desde el extranjero.

 

Esta verdad de perogrullo, que ya fuera esbozada por nuestros próceres en el siglo XIX ("gobernar es poblar") seria el motivo central por el cual los medios de comunicación que apuestan al neoliberalismo y a colocar al país en un status semicolonial, promueven no sólo el desaliento de la población, sino que además propagandizan la emigración como única salida para el éxito. Cuanto menos seamos, más fácil será dominarnos y reducirnos a una factoría.

 

Ya era hora.

 

Resulta evidente que la actual coyuntura es propicia para que la India comience a tener un rol preponderante en el concierto de las naciones. Y accederá a ese lugar bajo un gobierno nacionalista, que tiene bien en claro sus diferencias con Europa, a la que conoce bien, tras sufrir el colonialismo durante dos siglos, aunque no abrigue ansias de revancha al respecto.

 

Por supuesto, desde Washington y las capitales europeas se formulan reservas al proceso que comanda desde hace ocho años el presidente Narenda Modi, al que acusan de haber abandonado el tradicional laicismo de Nehru, y minado la independencia de la justicia y la prensa. A no dudarlo, hay un problema en India con la minoría musulmana, la misma que Inglaterra trató de exportar a Pakistán (un detalle: lo que ellos llaman "minoría" son unos 200 millones de personas, más de cuatro veces la población argentina). Pero también es cierto que la democracia sigue vigorosa (el partido de Modi acaba de perder las elecciones municipales en Nueva Delhi) y que la popularidad del presidente, como el orgullo nacionalista de su pueblo, están en alza. A ello contribuyen, a no dudarlo, las políticas efectivas de movilidad social ascendente que se instrumentaron desde 2014.

 

Y, por cierto, a las multinacionales no parece preocuparles el actual gobierno indio, al punto que algunas –como Apple, por ejemplo— han comenzado a mudar sus fábricas allí, las mismas fábricas que antes estaban situadas en China.

 

La verdad es que resulta insostenible que el orden internacional no contemple a la India, hasta ahora, como un actor central. Eso ya ha comenzado a revertirse, y Argentina haría muy bien en intensificar sus relaciones con el subcontinente asiático, incorporarse a los BRICS, y buscar nuevas formas de intercambios comerciales, que ya existen –en el sector informático, por ejemplo— pero que deberían intensificarse.

 

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