Rehenes de una nube
Una falla masiva nos mostró durante esta semana la fragilidad de esta era tecnológica en la que vivimos. Por unas horas, sin soporte físico a mano, sentimos que no había forma de probar si en realidad contamos con respaldo económico para nuestra propia subsistencia. Ya nos ocurrió otras veces y ahora el destino nos puso una advertencia más para que tomemos nota. Queda como tarea para el futuro inmediato buscar alguna garantía a futuro, porque está visto que hasta el momento no hay un plan alternativo para dar una rápida respuesta.
Lo concreto es que la mañana del lunes pasado fue una jornada de zozobra económica, más allá de los ya cotidianos vaivenes del dólar y la inflación. Una cuestión tan habitual como es ir a hacer una compra a un supermercado y no poder abonarla con los medios electrónicos nos hizo sentir que el sistema global que nos venden como infalible no es tan seguro como lo pintan los responsables de su manejo.
Vulnerabilidad digital.
Según nos explicaron horas después, se trató de “una falla masiva” en los servicios de Amazon Web Services (AWS), lo que generó un caos digital global justo en el inicio de la semana laboral. El incidente afectó a billeteras virtuales, home banking, plataformas de Inteligencia Artificial como ChatGPT y servicios de transporte, exponiendo la vulnerabilidad de la infraestructura tecnológica que soporta gran parte del comercio y las operaciones financieras mundiales.
El servicio en la nube de AWS se empezó a normalizar ese mismo lunes por la tarde, aunque algunos servicios mantuvieron demoras por acumulación de datos. El relevamiento posterior llegó a contabilizar más de mil compañías afectadas por el incidente, que se convirtió en una de las interrupciones más severas de los últimos años. La magnitud del fallo volvió a exponer la vulnerabilidad de las infraestructuras digitales que concentran servicios esenciales en pocos proveedores. Por esta causa. los especialistas advirtieron que la industria necesita reforzar la tolerancia a fallos para evitar colapsos globales de este tipo.
Una nueva advertencia.
Este nuevo apagón volvió a poner en debate una dependencia mundial de unos pocos gigantes tecnológicos que concentran servicios críticos. Amazon, Microsoft y Google continúan expandiendo su infraestructura en la nube y cada nuevo incidente revela la fragilidad del sistema interconectado que sostiene la vida digital actual.
Aunque un apagón global total es poco probable, los expertos consultados recomendaron planes de contingencia en todos los niveles. Desde el punto de vista de la IA, la predicción es clara: un día sin internet no solo marcaría una pausa digital, sino una crisis económica, sanitaria y social a gran escala.
La falla pasó casi como una anécdota y obviamente a quienes manejan las redes no les interesa en lo más mínimo andar meneando este fantasma de la fragilidad digital, sino todo lo contrario.
Pero lo cierto es que prácticamente todos terminamos cayendo en esta trampa de la modernidad, en la que son muy pocos los que tienen un soporte físico de sus propios medios de pago, de sus ahorros y del resto de sus documentaciones.
Somos rehenes de una nube y nadie nos garantiza que algún día no se desate un diluvio tecnológico universal. ¿La modernidad nos proveerá un sistema más seguro que el actual? Por de pronto, nadie nos estaría dando una respuesta más segura que la de volver a guardar nuestros ahorros debajo del colchón, a resguardo de una nueva nube fallida.
Especulaciones y consecuencias.
Ya que estamos en veda electoral y no podemos ocuparnos de cuestiones políticas, aprovechemos para avanzar un poco más en estas elucubraciones futuristas. En tal caso, podemos especular con las consecuencias que nos depararía un gran apagón global no solo en el suministro de internet, sino directamente de la energía.
Los que estudiaron el tema dicen que esa posibilidad “nos devolverá directamente a la Edad de Piedra en cuestión de horas”. Apuntan a que una caída continuada de la electricidad sin posibilidad de reparación “llevaría al colapso de la civilización en sólo 72 horas”. España y Portugal experimentaron algo así a fines de abril, en un hecho catalogado como “los primeros compases del apocalipsis eléctrico”.
“Nuestro mundo depende de la electricidad y la sociedad moderna volvería al medievo en sólo tres días sin la energía que lo controla todo”, fue la coincidente conclusión de quienes proyectaron cómo sería nuestra realidad si una situación similar se prolongara en el tiempo.
Mientras tanto, ya recuperada esta “normalidad” a la que nos hemos acostumbrado, para que todas las mañanas deberíamos agradecer y sentirnos afortunados porque “todo marcha de acuerdo al plan”. Pero ya sabemos cómo funcionan las cosas cuando alguien nos quiere tranquilizar pronunciando esa frase que últimamente nos resulta bastante repetida. ¿Qué podría “malir sal”?
DANIEL ESPOSITO.
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