Domingo 21 de abril 2024

Contra el olvido de los cines de pueblo

Redaccion Avances 22/11/2022 - 13.27.hs

Oskar Aizpeolea en 2018 entregó ¿Será por eso que dejamos de soñar?, libro ensayístico que revela su pasión y formación cinéfila y también sus preocupaciones por el destino cultural que sufren las pequeñas comunidades.

 

Daniel Pellegrino y Jorge Warley *

 

Oskar Aizpeolea nació en Colonia Barón en 1948. Es arquitecto y director de cine. Se inició como tal y como guionista con el cortometraje “Como la sombra tenue de una hoja”, protagonizado por la actriz Analía Gadé. En 1991 dio a conocer su ópera prima “Loraldia (El tiempo de las flores)” en coproducción con el gobierno del País Vasco y el Ministerio de Cultura de España. Actuaron Bárbara Mujica (recibió la distinción ‘Cóndor de Plata’, que entrega la Asociación de Cronistas Cinematográficos de Argentina, por su actuación), Susana Campos y Aldo Barbero entre los más conocidos. Filmada en el pueblo natal del director, narra las vicisitudes de la inmigración vasca en la pampa argentina. El tono del filme lo da el propio director en su libro: “La sinfonía de voces incluye a inmigrantes que conocí en mi pueblo natal que iluminaron mi niñez con anécdotas inolvidables. Graciosas algunas, tristes y muy melancólicas otras”. Esta película fue la última que se exhibió en el cine propiedad del Club de Cultura Integral, función realizada a beneficio del Hospital Wilfrid Barón. En 2003 fue homenajeado en el XVIII Festival de cine gay y lésbico realizado en Turín, Italia. Hay otros tres largometrajes en el currículum de Aizpeolea: El fuego y el soñador, 2001; Apocalipsis 13, 2003; La rosa azul, 2014.

 

Su último cortometraje de ficción, en codirección con Francisco Martín, titulado “Tarde de verano. Homenaje a Manuel Puig”, se estrenó durante el 6º Festival de Cine de General Pico (realizado del 1 al 7 de septiembre del corriente año). Aizpeolea dijo, en su breve presentación del filme, y recordando a su madre Lusitania Fasano, que le agradecía no por los cuentos que le había leído sino por las películas que le había contado.

 

Recuerdos en celuloide.

 

“¿Será por eso que dejamos de soñar? Cien años y algunos días más en la historia de un pueblo y su cine” (CABA, Prosa Editores) fue presentado en el 33º Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, 2018 (“fue especialmente seleccionado por José A. Martínez Suárez”, director del Festival). Ese mismo año se presentó en la Feria del libro de General Pico y en la Escuela N° 13 B. Mitre, de Colonia Barón.

 

También es escritor. En la última Feria Internacional del Libro de Buenos Aires presentó su primera novela “El otro país del amor”.

 

Por esa cisura invisible, aunque persistente a poco que se observen ciertos hechos sociales y de la cultura, que existe entre la zona norte de la Provincia y la capital pampeana, este libro no ha sido presentado en Santa Rosa y por eso mismo no ha provocado conversaciones en torno a la existencia y los placeres de los cines perdidos.

 

La motivación central del libro son los recuerdos de infancia del autor y la gravitación que ha ejercido el cinematógrafo en la sociedad de un pueblo de campaña: “Allí íbamos con mis padres a ver casi todo lo que exhibían a razón de varias películas por semana. Alguna vez hice una cuenta estimativa y llegué a la conclusión de que, antes de comenzar el ciclo secundario en el prestigioso Colegio Nacional República de El Salvador de General Pico, había visto aproximadamente ¡unas 1.300 películas!”.

 

El libro ha sido ordenado en tres partes. En la primera, “A la hierba su esplendor”, se comenta el posible doble nacimiento de la localidad de Colonia Barón y una serie de anécdotas y reflexiones que van y vienen entre aquel pueblo de la escuela primaria y de las películas y este de pocos árboles en la veredas y de un edificio de cine abandonado, o peor, transformado en boliche bailable. El narrador no ahorra críticas a las distintas comisiones del Club de Cultura Integral por pensar solo en fútbol “y meta fútbol”. En esta parte del libro se inserta un cuadro de comedia costumbrista cuyo escenario es la “panadería de Pocha” en que dos mujeres charlan sobre las razones por las que cerró el cine.

 

La parte segunda “Recuerdos para mirar”, reproduce afiches y programas de mano de las funciones del cine de Barón y también de los de General Pico, tales como el Cine Teatro Centenario, Ideal, cine del club Costa Brava y del actual Gran Pampa. Oskar recuerda que otros clubes piquenses (Ferro, Cultural Argentino) también ofrecían funciones cinematográficas durante los movidos años 60.

 

Kinetoscopio del siglo XXI.

 

En la tercera sección, titulada “Cantar de un pueblo y su cine abandonado”, el narrador se lamenta que en este siglo XXI el kinetoscopio inventado por Edison haya triunfado sobre la cinematografía inaugurada por los hermanos Lumière.

 

El mismo narrador se asume como un ensayista al estilo de Montaigne, es decir, como alguien que va entrelazando un pensamiento con otro sin demasiado orden. Así, enhebra distintos testimonios e historias, como la del increíble cine Moncalieri construido en una chacra, o los recuerdos del proyectorista, Tincho, del cine del Club de Cultura Integral. También los testimonios de dos mujeres, “Lusi” y la “Abuelita Húngara” ambas con sus cajas de perfumados recuerdos sobre las veladas cinéfilas compartidas entre vecinos. En contraste, asoma en la vida contemporánea un aislamiento semejante al que provocaba el kinetoscopio de Edison. Los chicos de la plaza en Barón andan en bicicleta o skates, hablan de “videos cortitos” en el celular o de pelis en la “compu”. Mientras tanto, el narrador de Oskar vuelve sus pasos hacia el edificio vaciado del cine y reflexiona: “¿Será porque el kinetoscopio de Edison, en sus versiones siglo XXI (tablet, notebook, teléfono móvil) han desplazado a la creación de los hermanos Lumière que es más difícil soñar y ser feliz? En otras palabras, hemos olvidado lo que es ver una película en una gran pantalla y rodeados de gente, para mirarlas [hoy] de modo individual”. El significado sencillo y límpido de estas palabras nos sugiere que la dispersión del consumo individualista, “personalizado”, se ha impuesto sobre las experiencias socioculturales de la comunidad, especialmente en los pueblos chicos.

 

- ¿Cuántas veces intentaste que se reabriera el cine del Club de Cultura Integral?

 

- El viento de La Pampa lleva y trae los recuerdos de los intentos.

 

- ¿Es cierto que quedan películas del Gran Cine Moncalieri en un sótano de campo?

 

- Moncalieri es una palabra mágica y, como tal, portadora de El Gran Secreto.

 

- ¿Te parece que existe un vaciamiento cultural en los pequeños pueblos como C. Barón, Winifreda, etc.?

 

-En el siglo de las comunicaciones estamos más incomunicados que nunca y sometidos a “las 3 i”: Inoperancia, Indiferencia, Ignorancia.

 

- En la actualidad hay escuelas de cine, de comunicación, de nuevas tecnologías de la imagen, etc. ¿Las nuevas generaciones que cursan estos estudios, propondrán en un futuro nuevos modos ‘de ver y de escuchar’ en forma participativa y no individualista?

 

-No sé lo que sucederá en el futuro, sólo sé que ahora la visión de imágenes es casi exclusivamente individualista y reitero lo de mi libro: Edison gana a los hermanos Lumiére. Tampoco estoy seguro que las nuevas escuelas colaboren porque veo muchos trabajos audiovisuales donde no se aplica la gramática de la imagen vale decir que no hay puntos de vista, ubicación en tiempo y espacio y un largo etc. Dicho de otro modo: las nuevas tecnologías son herramientas maravillosas pero...todos podemos escribir, aunque eso no nos hace escritores. Todos podemos registrar imágenes, pero eso no nos transforma en directores de cine.

 

-¿Estás escribiendo ficción, una novela? ¿Algún anticipo?

 

-Ahora estoy escribiendo una nueva novela de la que sólo puedo anticipar que comienza en la Rusia de los Zares ya casi sobre la Revolución de Octubre y en tiempos del cine mudo.

 

 

El increíble cine de la chacra

 

“Franz Mahler me contó su historia y cómo llegó a La Pampa, siendo adoptado por Bautista Parondi, un italiano poseedor de la chacra llamada ‘Los Álamos’, hoy propiedad del sobrino de su compañero, Luca Parondi, ya fallecido e hijo biológico del señor Parondi. Los niños crecieron y vivieron toda su vida juntos hasta que Luca murió de un infarto, por los disgustos. (…)

 

Moncalieri, en los suburbios de Turín, es el lugar donde había nacido Bautista Parondi y así llamó al cine que hizo construir en medio de su chacra “Los Álamos”, a la entrada del bosque de caldenes. En realidad, era mucho más que un cine pues el predio funcionaba como Club Social para sus socios que, además de algunos habitantes de los pueblos cercanos, eran campesinos que vivían y cultivaban las chacras de la zona.

 

Desde su fundación, allá por 1927, cuando las películas todavía eran mudas, el “Gran Cine Moncalieri” había contribuido al entretenimiento y cultura de la zona.

 

La sala poseía dos proyectores que funcionaban gracias al grupo electrógeno que daba electricidad a la sala. Franz y Luca eran los proyectoristas.

 

Franz recuerda que era muy concurrido por los campesinos a los que llama “colonos” y que tuvo momentos de esplendor hasta que resultó imposible conseguir películas. Fue entonces cuando Luca Parondi se transformó en coleccionista. Llegaron a tener unos 500 títulos que pasaban a razón de una vez por semana en el Gran Cine Moncalieri. Vale decir que la película se repetía una vez al año aproximadamente. Y siempre había espectadores.

 

Sonríe al recordar pero enseguida se entristece y me dice que el eterno gobernador de La Pampa, José Quídam, se encaprichó en comprar la chacra “Los Álamos” a precio vil y como Luca no aceptó su humillante propuesta, el maldito mandó a sus secuaces a destruir el cine pensando que Luca iba a ceder, pero no fue así. Luca no vendió. Pero el disgusto le costó la vida”.

 

* Colaboradores

 

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