Historias que lloran en el monte
La reconocida autora argentina Ángeles Alemandi se presentó en Macachín para conversar ante un público atento y respetuoso sobre su última publicación, la novela breve aunque sensibilizante y emotiva “Como si nada llorase en el monte”.
Camila R. Juárez Sierra *
El sábado 1 de noviembre, la Asociación Española de Macachín fue el escenario de un suceso emotivo que nos invitó, a todas las personas presentes, a la reflexión y al encanto por y con la literatura. Se realizó la presentación de un libro maravilloso, que lleva por título Como si nada llorase en el monte, de la autora santafesina y ahora también pampeana, Ángeles Alemandi, quien en los últimos meses ha recibido numerosos reconocimientos y premios nacionales y, además, cuenta ya con el aval de un amplio público digital que ha reseñado sus dos obras y ha proferido innumerables loas a su prosa tan sublime, cuidada y poética que causa ensueño y encuentra belleza, en el último caso, en la desolación trémula del monte pampeano.
El evento se desarrolló gracias a la iniciativa de Leandra “Monina” Pérez, que lleva adelante la variada librería local llamada “Lo de Delfino”, en Macachín. Monina es quien ha motivado al ente municipal a desarrollar esta actividad cultural que he tenido el privilegio de acompañar a través de la moderación de la presentación del libro por parte de su autora.
La conversación se llevó adelante en un clima cálido y ameno de gran expectación y entusiasmo, no solo por parte de la escritora sino también de todo el público presente, quien asistió a los comentarios, narraciones, anécdotas, risas y emociones con total respeto y atención. Afuera anochecía pacientemente y al interior de la AE emergían vivencias de un pueblo que, en el plano ficcional, existió y se fortaleció a través del vínculo complejo con la sal. En una charla muy dinámica y entretenida de alrededor de una hora y media, que pareció mucho menos -el paso del tiempo es sorpresivo y tirano cuando de arte se trata-, vibraron las emociones de una historia identitaria que conmueve no solo a un pueblo, sino también a toda una provincia y región vinculada con la cultura de la sal.
El libro y la entrevista.
El libro que aquí nos convoca nos presenta una historia que transcurre en un pequeño pueblo salinero, presumimos que del interior del país, en el que tienen lugar distintas situaciones en torno a una niña que nace y llora: llora desconsoladamente, de un modo extraño, incisivo, hiriente y exasperado. Lleva en su queja la desesperación y emergen de ese gesto connotaciones de abandono, rechazos latentes e incomodidades sutiles pero firmes, que constituyen una rima armoniosa con la dureza y la hostilidad del monte pampeano que, a la vez, exhibe noblemente su belleza y su encanto. La autora comenzó la presentación haciendo referencia al libro como una oportunidad de amigarse con el entorno en el que vive, por circunstancias de su círculo familiar, desde hace ya más de una década. Comentó que “es una revancha y un poco una reconciliación con este territorio” que le parecía muy hiriente, pero que “poéticamente, narrativamente podía darme cuenta que era muy fértil para poder revalorizar tanta belleza”. “La belleza del territorio tenía que ser casi protagonista”, decía el sábado la joven escritora que, además de condecorar la geografía pampeana con palabras de reconocimiento, la dotó de historias que respiran al compás de ella.
En Como si nada llorase en el monte, lo regional, la naturaleza pampeana, el monte, se construye casi como un personaje más, porque son los personajes mismos quienes dialogan con este contexto, lo cual nos permite analizar cómo surge la torsión entre distintos climas y regiones que afectan palabra por palabra al desarrollo de los individuos: Ángeles alegaba que, si bien hay un narrador en tercera persona que escribe desde afuera, toda la narración está atravesada por la propia vivencia de la autora, que se propuso “encontrar los grises” entre todo lo bueno de la vida en el pueblo y todo lo que pesa en el aburrimiento de lo cotidiano de ese paisaje. Hay algo de lo seco, del viento, de esa fuerza que puede empujarnos hacia atrás y que tiene el poder de recluir, que lleva para adentro, que está muy presente en esta obra y que establece relación con el regionalismo como corriente estética consolidada y reinventada en los últimos tiempos. Al respecto, comentaba la escritora: “En el interés por la geografía tuve que estudiar la flora y fauna porque me parecía importante respetar el territorio y mantener cierto verosímil. Hay un estudio sobre eso para que el mundo sea más verdadero también”, afirmación que se vincula directamente con la labor periodística que ella desarrolla y que, en otros tiempos, creyó que perdería pero que, afortunadamente, pudo reinventar desde los márgenes geográficos de vivir en La Pampa.
Es un libro muy documental que a la vez se entrelaza con la ficción y que, en ese marco, también explora las cercanías con la corriente del realismo mágico, que se presenta reiteradas veces en las páginas de esta obra a través de exacerbar algunas circunstancias al punto de desafiarnos a reflexionar si eso está realmente pasando o si alguien se lo está imaginando en el plano ficcional. Al respecto, Ángeles afirmaba, en el encuentro, que su escritura y su trayectoria como lectora están atravesadas por la literatura de grandes referentes como fueron Gabriel García Márquez, Juan Rulfo, José María Arguedas, entre otros, que determinaron en gran medida su modo de expresar las regiones y tradiciones con el lenguaje a través de la construcción de una mística particular en el relato.
“Nunca pasa nada”.
El título del libro resulta sugerente en tanto plantea una situación de desamparo y vulnerabilidad que expone las heridas de las expectativas incumplidas -o cumplidas parcialmente- en un ambiente que se mimetiza con los personajes, en una naturaleza que condiciona el accionar, que da vida o la quita, que revive o consume, que tornea el sentido de las cosas. El llanto, por su parte, nos muestra esa incomodidad inherente a la niña y a todas las personas que la acompañan en este mundo y, particularmente, en ese pequeño pueblo en el que “nunca pasa nada”, pero que, a la vez, está atravesado por historias anhelantes de futuro y cargadas de pasados irresueltos.
Ángeles afirmaba, en el encuentro referido, que “el personaje principal tiene una impronta que está vinculada con la tristeza, con la nostalgia, con algo indescriptible” que se relaciona directamente con el tópico de la identidad. En esta obra, el hecho de nombrar determina las realidades y las vivencias de las protagonistas, en tanto la actitud nomencladora y el acto noble de otorgar un nombre a algo y, sobre todo, a alguien, asegura activamente su existencia y la predisposición del entorno a recibir y aceptar con afecto a ese nuevo ser o circunstancia.
En el acto de nombrar se alojan deseos, anhelos y expectativas que se instituyen de peligro y seriedad porque tienen la capacidad de condicionar la recepción y la apertura de una familia y de una sociedad ante el individuo en cuestión.
El libro nos invita a reflexionar sobre la importancia de hacer honor a la identidad a través del nombre y de reforzar el derecho a la identidad al interior de los lazos familiares y sociales.
Aquí, la escritura toma un nuevo valor como un modo original y muy estimable de escribir la memoria: saber cómo nos llamamos implica conocer quiénes somos y de dónde venimos, lo cual constituye un derecho fundamental en la vida de cualquier ser humano y, particularmente, del pueblo argentino. En esta novela, no todos los personajes tienen nombre, en una decisión consciente y con intencionalidad poética que sirve para problematizar sobre la necesidad de elegir los nombres a conciencia y con responsabilidad afectiva en torno a lo que estas palabras pueden cargar. Hay personajes que no tienen nombre porque responden a un estereotipo compartido, que no busca invisibilizarlos sino simplemente universalizarlos en la búsqueda de una identidad comunitaria y, al mismo tiempo, poner el foco en las protagonistas.
Árbol Blanco.
Al respecto, señalamos que la historia transcurre en un pequeño pueblo, llamado Árbol Blanco, momento que habilitó a que repensáramos cómo a través de los modos de nombrar se dejan entrever opiniones que pueden determinar vidas y sentires; la autora situó el origen de este lugar ficticio en localidades del interior del país que cargan fuertes connotaciones: Venado Tuerto, Carro Quemado, Árbol Solo, y a partir de este último, las influencias de otros territorios atravesados por la blancura de los salitrales que va consumiéndolo todo, conciencias, historias y experiencias, como sucede en esta novela.
En Como si nada llorase en el monte, hay una niña que inexplicablemente logra que su familia y hasta todo el pueblo comience a girar en torno a ella y a sus particularidades, que la hacen especial, única, enigmática, temeraria e incluso víctima de la hostilidad de un lugar que susurra muchas veces con malicia. Al respecto, Ángeles expresaba que, si bien el título es algo atípico por su extensión, era el más representativo ya que, si bien al comienzo es la niña la que llora, “deja abierto a todo lo que está llorando” porque ¿qué no llora en el monte? ¿Cuáles son los silencios que rompen el llanto en esta región?
El lamento, el descontento generalizado, la ilusión de un futuro esperanzador y el sentido de protesta intrínseco a los protagonistas a través del llanto atraviesa toda la novela desde diferentes aristas; en ella, percibimos que hay otras maneras de llorar en los diferentes personajes, a través de los cuales se explora esta incomodidad que se manifiesta en todo el texto y que tiene que ver con este paisaje, con las diferentes situaciones que va viviendo el pueblo que se va transformando por distintas circunstancias que hacen a lo laboral y también a lo social.
Palabras cuidadas.
El libro nos brinda y nos regala un lenguaje muy poético en el que ningún término está librado al azar, donde se percibe un trabajo y una dedicación en la elección de cada uno de los lexemas que es, en sí mismo, una nota de expresividad; hay una decisión muy consciente de cada palabra y sus múltiples combinaciones, que refuerzan y acompañan la idea de que es muy acertado el título, en cuanto al trabajo literario aplicado en él. Al respecto, la autora comentaba que, si bien es un libro breve, le implicó entre dos y tres años de dedicación, “sobre todo por el trabajo con el lenguaje que me tomó mucho tiempo”, por cada párrafo en el que debió buscar los adjetivos precisos y que, al mismo tiempo, llevó horas de clínicas y talleres a fin de que el lenguaje poético no se “comiera” la historia, ya que “había que consolidar esa comunicación entre un texto poético y un libro en el que pasen cosas”. Como si nada... está plagada de descripciones pero cada una de ellas ha sido producto de un análisis cuidado y premeditado, que da paso a la narración pero de una manera muy poética y particular.
Además, la novela realiza un abordaje de los estereotipos de género de un modo muy sutil que deja entrever las determinaciones sociales y los requerimientos instaurados en la cultura general y también específica de los pueblos pequeños. Con relación a esto, Ángeles profirió con humildad y certeza que “uno no se puede desprender de quién es” -ella se describe como una persona defensora de los derechos humanos y de la perspectiva feminista- y el libro puede leerse desde una perspectiva de género muy clara, pero que no significa que sea un libro militante, aunque sí abre el debate en torno a circunstancias que tradicionalmente han producido opresiones, como es la maternidad: en Como si nada llorase en el monte, vemos a una mujer que, pese a toda la carga de su historia y el conflicto casi permanente que se refleja en el libro, es una mujer que hace lo mejor que puede como madre, lo cual es respetable y muy noble. A la vez, si bien hay estereotipos muy definidos, la novela presenta algunos grises interesantes que no definen la maternidad desde una perspectiva moral, y resulta muy valioso poder mostrar esas posibilidades que son, al fin y al cabo, las que nos hacen verdaderos y humanos. La maternidad, tópico que recorre todo el texto, nos sitúa al público lector como verdaderos sujetos críticos que forman parte de esta complejidad del vínculo madre-hija.
Ángeles expresó que ella nunca quiso ser cruel con la madre protagonista con la intención de que quien lea el libro pueda elegir y ser respetuoso con esa maternidad, construida desde una mirada muy empática.
Debate.
El encuentro, por demás enriquecedor, suscitó las derivas entre múltiples temas de conversación e interacciones en torno a los géneros literarios que atraviesa la novela, las conexiones entre el territorio y la memoria, las costumbres, tradiciones y rituales de las pequeñas localidades, los estereotipos y roles de género que conllevan los personajes situados en un pasado no muy lejano del siglo XX, pero que podemos reconocer en contextos más actuales, las complejidades y desafíos de los distintos modos de maternar, así como las vicisitudes del surgimiento de la huelga salinera y sus implicancias en los y las protagonistas.
Este libro, trabajado con una gran sensibilidad que muchas veces se cuestiona y se reprime -sobre todo en tiempos que resultan hostiles-, se construye como una manera respetuosa de leer los espacios, los vínculos y las relaciones, y se establece como una pieza literaria que sin dudas revitalizará el territorio pampeano y dará que hablar, como ya lo ha hecho, en el mejor sentido del término.
* Profesora de Letras (FCH – UNLPam)
Investigadora (IILyD/IDEAE - FCH - UNLPam)
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