Lunes 15 de abril 2024

Ríos pampeanos en Las Bases

Redaccion Avances 25/09/2022 - 12.00.hs

Hace medio siglo el corte del río Atuel era un tema desconocido en los medios nacionales. Por eso este artículo adquiere una significación especial y obra como valioso antecedente en la lucha de los pampeanos.

 

Walter Cazenave *

 

Con anterioridad a la llegada del general Perón, en 1972, el movimiento peronista ya había editado como órgano oficial la revista Las Bases, que apareció entre noviembre de 1971 y agosto de 1975; la publicación evidenciaba las conexiones político-partidarias en la época y sus representaciones centrales. De algún modo era la palabra más importante

 

dentro del movimiento.

 

Por esos años la cuestión de la cuenca Desaguadero-Salado-Chadileuvú-Curacó era prácticamente ignorada por los medios de comunicación, con la excepción de La Arena, que venía abogando por el tema desde mucho tiempo atrás. Edgar Morisoli, en su constante preocupación y estudio por el tema de los ríos robados, sugirió al autor de estas líneas la posibilidad de enviar un texto a la revista aunque, a la luz de la realidad, había mínimas esperanzas de publicación.

 

El artículo fue enviado y, para sorpresa general, se publicó íntegro en el número 53 de Las Bases. Por tratarse de la palabra oficial del movimiento, los cuyanos –en el decir de Edgar– “quedaron anonadados” y no hubo respuesta alguna.

 

Aquella lejana nota evoca la postura pampeana y la temprana reafirmación de la lucha por nuestros ríos; también el aprovechamiento internacional de la “singularidad geográfica paranaense”. A continuación la transcripción íntegra:

 

El texto completo.

 

En el número 53 señalaba la revista Las Bases en un comentario sobre geopolítica argentina que “Nosotros partimos de la base que la Argentina necesita contar con un esquema básico de desarrollo total basado en su propio realismo político” y acotaba: “el planteo (...) exige la consideración del problema físico”. Nada más cierto. Cuando un país despierta a la realidad después de años de sometimiento e incertidumbre y aspira, como el nuestro, a iniciar, y aún a liderar, un proceso de liberación debe saber perfectamente con qué apoyaturas materiales cuenta para, a partir de ellas, planificar las líneas de sus acciones futuras en un esquema básico y coherente.

 

Claro que en un territorio tan vasto, el asunto no es nada sencillo. Las regiones que lo componen, variadas y muy extensas, se influyen e interaccionan creándose la necesidad de un poder central que las equilibre y armonice y, fundamentalmente, que las integre dando coherencia a la Nación.

 

La Argentina es un país de grandes desiertos. En su lado occidental se recuesta una larga franja muy pobre en precipitaciones que separa de norte a sur las ricas regiones litoraleñas y centro litoraleñas, del área cuyana y la zona noroeste. Se extiende prácticamente desde Tucumán hasta el estrecho de Magallanes, interrumpida transversalmente por algunos oasis de riego artificial. Esa franja desértica ha sido y es

 

causa primordial de muchos de los desajustes que sufre esa parte al interior del país, pero tiene, sin embargo, una posibilidad.

 

De norte a sur, con una leve pendiente al este que se acentúa al entrar en el centro de la república, se ubica el cauce del río Salado.

 

Enorme cuenca.

 

El Desaguadero-Salado-Chadileuvú (tales los nombres que lo distinguen, de norte a sur a grandes rasgos) fue hasta épocas no muy lejanas el colector de una inmensa cuenca imbrífera de más de 250 mil kilómetros cuadrados de superficie. Con relación a los ríos que bajan de la cordillera andina es transversal y a él afluyen todos ellos lo que explica su nombre de Desaguadero. Se considera que su caudal medio oscilaba (cifra antaño) en los 200 metros cúbicos por segundo, algo así como un quinto del río Negro, una cifra por demás significativa.

 

Se sabe que ya en la época prehispánica los indígenas regaban con aguas de los afluentes del Desaguadero aunque con un consumo insignificante.

 

Pero con el aumento de la inmigración y la colonización europea los aprovechamientos se fueron haciendo cada vez mayores, amparados de la casi total inexistencia de poblaciones ubicadas aguas abajo hasta finales del siglo XIX. Así los poblamientos avanzaban de norte a sur, utilizándose poco a poco los principales afluentes del Salado: los ríos San Juan, Mendoza, Tunuyán, Diamante y Atuel. Sobre éste último, que mantuvo firme su aporte hasta las primeras décadas del presente siglo, la colonización comenzó a captar caudales cada vez mayores en forma más o menos clandestina. Estos hechos sí tuvieron reclamos consiguientes ya que por entonces existía una amplia zona poblada sometida a la influencia del río, parte de la vigorosa colonización que nutrió al

 

territorio de La Pampa hasta los años veinte. En la zona de Algarrobo del Aguila se había establecido incluso una colonia que efectuaba riego por medio de canales y tomas libres en el río aguas abajo, desde Santa Isabel hasta las grandes lagunas de Puelches, un rosario de poblaciones hoy desaparecidas acompañaba al río y desarrollaba en algunos sitios una incipiente pero próspera industria pesquera.

 

También en el aspecto biológico el aporte regular del Atuel al Salado revestía una importancia fundamental. Amén de reducir el tenor de salinidad de las aguas del colector creaba al entrar en el actual territorio de La Pampa por varios brazos, una zona de extensísimos bañados y lagunas que permitían el desenvolvimiento de una fauna y una flora palustre que daban a la zona características muy propias.

 

El corte del río.

 

En los primeros años de la década del cuarenta Nación haciendo gala de buenas intenciones pero evidenciando la carencia total de una política orgánica en materia hídrica, comenzó la construcción de un dique de embalse en el lugar conocido como El Nihuil, sobre el cauce del Atuel y, posteriormente, el dique compensador de Valle Grande, con lo que se reguló íntegramente el río y posibilitó el riego de muchos miles de hectáreas en la zona de General Alvear. Pero el cauce del Atuel aguas abajo del área mencionada quedó seco y el Salado, privado de su principal y único afluente en territorio pampeano, con los demás brazos mermados por los aprovechamientos, desde el fin de los riegos hasta el territorio pampeano, reducido a un hilo de agua.

 

Las consecuencias de semejante desarreglo fueron enormes y los justos reclamos pampeanos partieron de todos los niveles, como lo prueba la carta del agente radiotelegrafista Angel Garay, dirigida al entonces Presidente Perón, en nombre de los vecinos de la zona. La carta de Garay, ingenua y hasta conmovedora por momentos, fue la base del grueso expediente que culminó en la resolución 50 del año 1949, dictada por

 

Agua y Energía y tendiente a reparar el enorme daño causado por la construcción de El Nihuil. Por esa resolución se ordenaban sueltas periódicas tres veces al año destinadas a compensar las pérdidas y mantener poblaciones, sembradíos y haciendas. Pero “son campanas de palo las razones de los pobres” y ni siquiera las modestas compensaciones

 

ordenadas por Agua y Energía fueron acatadas por el gobierno de Mendoza de esos años quien desconoció la medida por mediación del Tribunal Administrativo de su Departamento Jurídico, que se negó a cumplir con una resolución nacional.

 

Geopolítica.

 

Desde entonces hasta ahora siguen sin efectuarse las sueltas y son muy pocas las voces, amén de las de los pampeanos, que se elevan para reclamar un derecho y el cumplimiento de un acto de justicia.

 

Lamentablemente pocos o ninguno de los organismos específicos fueron capaces de comprender este problema geopolítico tan ligado a la integración nacional. Y mientras la ausencia del agua –que ya va para tres décadas– sigue generando hechos físicos negativos que pueden tornarse irreversibles y el panorama en el aspecto demográfico se

 

presenta aterrador, las argucias y falacias jurídicas llegan a lo grotesco, hasta el punto de negar que alguna vez corrió agua por los profundos surcos que hoy ciega la arena poco a poco. La digna posición argentina mantenida en los foros internacionales con relación a los aprovechamientos inconsultos de los ríos internacionales, se tambalea frente al absurdo mantenido dentro del propio país, una circunstancia de la cual, seguramente, no dejan de tomar nota los perspicaces juristas y geopolíticos brasileños.

 

* Geógrafo. Colaborador.

 

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