Domingo 24 de agosto 2025

El pampeano que aspira a dirigir una final

Redaccion 01/08/2021 - 21.15.hs

El reloj marca las 22.30 del sábado 31 de julio en Tokio y la dupla española masculina le acaba de ganar un partido durísimo a sus pares polacos por 2 a 1. Es el penúltimo juego de la fase inicial del beach voley de los Juegos Olímpicos y el binomio ganador completa uno de los últimos casilleros de cara a los cruces eliminatorios, que se darán a lo largo de esta semana para desembocar en las finales por las medallas de ambas ramas.
Luego de los saludos de rigor y del cierre oficial del juego, Osvaldo Sumavil se dirige a la sala de árbitros con la satisfacción de saber que el partido que termina de dirigir equivale a subir un escalón más en el camino hacia su gran sueño olímpico.
Atiende el llamado que llega desde su Santa Rosa natal, donde aún transcurre la mañana del sábado, y a medida que se relaja cuenta su historia: la del chico de Villa Santillán que jugaba al fútbol en el club San Martín; la del adolescente que conoció el vóleibol en el Colegio de la Universidad y el arbitraje en la Escuela 221; la del estudiante de abogacía que ya en La Plata se metió en el mundo del beach voley para convertirse en el primer árbitro internacional argentino de la especialidad; la del referee que está transitando su tercer Juego Olímpico y que, como cualquier atleta, aspira a ser protagonista en los encuentros que definen las medallas.

 

Primeros pasos.
«Mis padres vivían en la Villa Santillán; yo jugaba al fútbol en el Club San Martín y de ahí son mis amigos de la infancia. Hace muchos años que vivo en La Plata pero siempre llevo a Santa Rosa en mi corazón y estoy muy orgulloso de representar a La Pampa», cuenta Osvaldo desde Tokio recordando sus primeros pasos en su ciudad natal, en la que aún viven su mamá y sus hermanos.
«Desde chico deseaba jugar al fútbol y también había hecho cross country, hasta que en el secundario, en el Colegio de la Universidad, tuve el primer contacto con el vóleibol porque lo jugaban mis compañeros. Así empecé a jugar en la Escuela 221, donde el entrenador Omar Amorós me puso a dirigir los entrenamientos y me empezó a gustar el arbitraje», agrega Sumavil al resumir su primer contacto con el deporte que lo llevaría a destacarse a nivel mundial.
«Después tuve la oportunidad de hacer un curso de arbitraje y cuando me fui a La Plata conocí el beach voley, del que me enamoré. Y vi que podía hacer carrera en esta especialidad, por lo que empecé a capacitarme con viajes a Europa y a Brasil, y así me convertí en el primer árbitro internacional de beach voley en la historia de Argentina», cierra el círculo el pampeano, que es abogado especialista en derecho deportivo y empezó a fines de los ’90 a hacer una carrera en el arbitraje que derivó en competencias nacionales, sudamericanas, mundiales y Juegos Olímpicos.
«El hecho de ser el primer árbitro internacional argentino me valió la oportunidad de que la Federación Internacional (FIVB) se fijara en mí por un tema de neutralidad, porque no había tantos árbitros en el mundo, y así tuve la posibilidad de hacer la carrera», explica Sumavil, de 52 años y que en Tokio está dirigiendo su tercer Juego Olímpico luego de las experiencias en Londres 2012 y Río de Janeiro 2016.

 

Burbujas estrictas.
«Estos son unos Juegos absolutamente diferentes. Tuve la fortuna de estar en Londres y en Río, donde se vivió una gran fiesta, pero ahora estamos en el marco de una gran pandemia y nos movemos en burbujas muy estrictas», señala el árbitro santarroseño de beach voley con relación a sus días en Tokio, donde dirige casi todas las jornadas, en la rama femenina o la masculina, y en algunos casos tanto en el turno matutino como en el nocturno.
«Los árbitros salimos del hotel a la mañana muy temprano, venimos al estadio y nos quedamos todo el día acá. Tenemos una sala de árbitros, un comedor, un lugar para descansar, y vamos esperando las nominaciones a medida que se van armando los partidos. Y tenemos que esperar a que termine el último partido para volver al hotel todos los árbitros juntos. Y así desde que llegamos a Tokio; no podemos salir a recorrer ni a ningún otro lado», explica sobre la burbuja.
Y se lamenta por la ausencia de público, especialmente en un deporte como el suyo en el que la interacción de los jugadores con la gente es constante: «Es una pena porque estamos en un estadio maravilloso, para 17 mil personas y con unas condiciones de altísimo nivel, y está vacío por la decisión de no alojar espectadores por la pandemia. De hecho, en estos días el Gobierno japonés aumentó las restricciones porque están subiendo los casos en Tokio».

 

– ¿Influye dirigir sin público?
– Estamos acostumbrados a trabajar en estadios grandes y con mucha gente, y sin público se pierde mucha motivación. En el beach voley lo que se vive alrededor es muy fuerte, es una gran fiesta; hay música cuando la pelota está detenida y cuando vuelve a jugarse la gente sigue cantando y acompaña alentando permanentemente. Ahora es rarísimo oficiar un partido con el estadio vacío.

 

– ¿Aspirás a dirigir en una final por medallas?
– Sí, con tantos años y tanta experiencia tengo esa expectativa, sabiendo además que Argentina no va a estar en las finales porque los chicos se fueron en primera ronda. Trabajo todos los partidos como si fuera mi final, dando el cien por ciento, y así como los atletas quieren jugar una final para colgarse una medalla, yo como árbitro aspiro a estar en la final y lo mismo pasa con todos los árbitros. Somos un gran grupo de árbitros, estamos los más experimentados y a cualquiera le puede tocar. En mi caso me siento preparado para oficiar en un partido decisivo y en el que se juegue una medalla; tengo esa expectativa y ojalá se me dé; sería muy lindo, aunque estar acá ya es muy importante.

 

Hobby, París 2024 y el futuro.

 

El árbitro pampeano Osvaldo Sumavil tiene una experiencia de más de 20 años dirigiendo en el beach voley internacional, sueña con retirarse en los Juegos Olímpicos de París 2024 y continuar ligado de alguna manera a la actividad, a la que califica como un «hobby remunerado».
«El límite de edad para un árbitro internacional es 55 años; yo tengo 52 y entonces la expectativa es retirarme en París. Y después continuar en la Federación Internacional como referee coach o referee challenge, que es algo que ha incorporado el deporte. Me gustaría seguir ligado en una de esas dos facetas», dice Sumavil en charla con Radio Noticias, desde Tokio, donde está dirigiendo los JJOO.
«Uno como árbitro nunca podría vivir de esto. La única manera sería tener diez torneos internacionales al año, pero no es posible. Todos tenemos nuestros trabajos y profesiones por fuera, esto es un hobby en el que nos remuneran, pero no alcanza para vivir», aclara sobre su actividad al más alto nivel mundial. «En Estados Unidos, donde la actividad está mucho más desarrollada, hay personas que viven del arbitraje, pero no en muchos lugares más», cierra.

 

Solidaridad en la pandemia.

 

Desde el inicio de la pandemia, en marzo del año pasado, Osvaldo Sumavil mostró su lado solidario colaborando de manera virtual con aquellas personas que necesitaban ayuda para hacer trámites o buscaban información sobre diferentes actividades. «Esta cuarentena me enseñó que puedo ser muy útil guiando, informando, dando contención, asesorando», manifestó en su momento el pampeano, que reside en La Plata. Al mismo tiempo, en Santa Rosa, su madre (Ada Pérez), de más de 80 años, confeccionaba barbijos y los regalaba a quienes los necesitaban.

 

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