Miércoles 24 de abril 2024

Panadería «Quiyen», un clásico de la ciudad en Zona Norte

Redacción Avances 02/10/2021 - 07.59.hs

Desde hace más de 20 años que Romina Duscher y su familia están al frente de una minipyme que también se caracteriza por su costado solidario.

 

“A mí me gusta la panadería, es sacrificado y hay que estar siempre, pero me encanta”, dice con sencillez Romina mientras detrás aparecen dos bandejas con tortas fritas recién salidas del horno. Es una mañana nublada, con llovizna y se vuelve difícil resistir la tentación de esa receta tan criolla. En realidad entrar a “Quiyen” y no dejarse seducir por las distintas variedades de pan, facturas, criollitos, masas y otras especialidades se parece bastante a una misión imposible.

 

“Nosotros somos una panadería básicamente de pan, ese es nuestro fuerte sin dudas. Hacemos un montón de otros productos pero el pan siempre nos diferenció. Los mignones, la flauta, el felipe, la cremona, la trenza, la galleta, todo tiene mucha salida y desde siempre fue así. Uno se va aggiornando, incorporando herramientas y avances tecnológicos, pero el espíritu del pan sigue inalterable”, asegura Romina Duscher que, junto a su pareja Marcelo Cabrera, están al frente de un comercio que abrió sus puertas hace 30 años pero que desde hace 20 está a su cargo.

 

Y en esa enumeración de especialidades Romina pone un acento especial en remarcar una creación que hoy se ve por todos lados, el clásico pan ‘milonguita’. “Puedo decir que creamos ese pan, por ahí alguien va a decir que hubo otros creadores, pero que fuimos de los primeros en hacerlo y venderlo, eso seguro. Es un pan chiquito muy tentador y que gusta mucho”.

 

La panadería de la calle Antártida Argentina 695 (casi Neuquén) es una de los negocios del rubro más antiguos de la ciudad y en la actualidad da empleo a siete personas. Trabajan “de lunes a lunes” y en mayo de este año fueron noticia a través de LA ARENA porque, en plena etapa de estricto confinamiento por la pandemia del coronavirus, pusieron en práctica una iniciativa que tuvo gran repercusión. Y que mostró lo mejor del perfil solidario, tanto de sus dueños como de la clientela.

 

En un canasto se acumulaban bolsas con pan, facturas o bizcochitos. Y quien lo necesitaba podía pasar y llevárselo. “Nos ayudamos, si lo necesitás llevá una bolsa sola y así compartimos con otra familia”, decía el cartel que había escrito Romina.

 

“Fue impresionante la repercusión. A nosotros se nos ocurrió que ante una situación tan difícil, tan compleja para todos, lo mejor que podíamos hacer era regalar pan. Y así fue, porque venía muchísima gente con una real necesidad. Y por otro lado, muchos clientes, al ver el cartel, compraban algo para ellos y algo para el canasto. Si llevaban un kilo de pan, compraban otro y lo donaban. Y eso es muy valioso”, resalta Romina que hoy continúa con las acciones solidarias porque una vez por semana prepara un canasto para distintos comedores de barrios donde mucha gente necesita una mano de ayuda, de solidaridad.

 

Necesidad.

 

La repercusión que tuvo la idea y la publicación de este diario hizo que llegaran entrevistas de medios nacionales. “Hasta me llamaron de una radio de Buenos Aires e hicimos una nota. Muchísima gente se acercó a felicitarnos. Esta es una panadería barrial y acá la mayor parte de la gente es laburante que vive con la billetera al día, que si tiene algún pesito viene y compra porque es la forma de darse un gustito. Me acuerdo que cuando sacamos el canasto a la vereda, porque por las medidas sanitarias no podíamos tenerlo adentro del local, a mucha gente le daba como vergüenza llevarse una bolsa, pero vos veías que realmente lo necesitaban”.

 

El de panadero o panadera es un rubro que exige esfuerzo y sacrificio. De levantarse a la madrugada y hornear, bajo las heladas o con 40 grados en verano, pero Romina no se queja. Sonríe. “Antes de que nos hiciéramos cargo del negocio, con mi pareja trabajábamos en cosas completamente diferentes. Yo tenía un empleo en el Casino y él andaba por las rutas porque trabajaba en Vialidad. Pero nos decidimos a emprender algo nuevo y distinto y nos atrapó. Para mí es re lindo estar acá todos los días, me hace bien la panadería”.

 

Recuperación.

 

Si bien la pandemia afectó a todos los rubros comerciales, en el caso de Quiyen el perjuicio se hizo claro porque el cierre de escuelas y colegios se tradujo en la no venta a las instituciones educativas con las cuales trabajan.

 

“En ese sentido se sintió mucho por supuesto, pero nosotros siempre pudimos seguir trabajando y en eso hay que ser agradecida porque muchísima gente la pasó y la pasa muy mal. Hoy que se está reabriendo todo, el panorama es otro y eso trae alivio y también esperanza, ojalá todo se pueda mejorar porque es necesario”, apunta la responsable de Quiyen, cuyo significado es “aguas que caen, que siempre surgen y pasa pero lo que vuelve es todo lo bueno”.

 

“Estamos muy agradecidos de nuestra clientela, nunca pero nunca nos soltó la mano. Acá cerca hay otra panadería y las dos trabajamos muy bien, y eso es muy bueno porque quiere decir que la gente responde cuando vos le das algo de calidad, de buena atención, de buen precio. Y eso te da satisfacción, eso siento yo al menos”, describe Romina y no deja dudas de que, el de Quiyen, es su lugar en el mundo.

 

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