Miércoles 27 de agosto 2025

La enigmática figura del primer poblador de Santa Rosa

Redacción 22/04/2022 - 09.06.hs

Una reseña sobre el primer santarroseño, que incluye cartas familiares, deja sin dilucidar algunos misterios correspondientes a la vida de León Safontás: quién era su esposa, cuándo y dónde se casaron, dónde murió y dónde descansan sus restos.

 

Jose Depetris *

 

La enigmática figura de León Safontás, consignada por la tradición oral lugareña como el legendario primer santarroseño del cual casi nada se conocía, comenzó a revertirse a partir de algunas consideraciones en estas páginas de LA ARENA por el profesor Julio Colombatto, en los días del centenario de la ciudad.

 

La figura del francés tomó entonces una pátina de singularidad luego de que tantas especulaciones provocara entre sus contemporáneos, repetidas paulatinamente por generaciones que la recogieron del campo de la crónica pueblerina, de lo poético y aún de lo meramente humano.

 

Es inevitable al evocar la génesis de la ciudad y la discutida o controvertida figura del fundador, no hacer presente y contraponer desde lo simbólico la saga de aquel joven que viajaba en sulky con modesto equipaje, un libro de matemáticas y su Biblia. Asociando a su persona y particular utillaje bibliográfico, el simbolismo del esperanzador proceso popular que conforma su identidad colectiva en la creación de las instituciones y cultura como sostén de la comunidad santarroseña y de los aspectos que nos particularizan como tal. Incluso, a pesar de Don Tomás...

 

Posteriormente y en distintas entregas de su tesonera labor de pesquisa, don Rubén Gómez Luna, activo historiador comarcano, engarzó pacientemente las piezas faltantes o desconocidas que dilucidan las penas o alegrías, logros o menguas de Safontás. Lo hizo entablando contacto con los parientes actuales de Francia, -en el Cantón de Navarrex-, quienes aún conservan la ancestral casa Safontás y también añeja documentación familiar.

 

De esa relación, Gómez Luna obtuvo copia de media docena de cartas enviadas por León Safontás a su familia, que cubren un espacio de 35 años, donde fundamentalmente queda implícita la imagen profundamente humana del inmigrante, matizada con dolores, alegrías, desencantos, logros inherentes al transcurso e intensidad de la vida misma. Porque las cartas en cuestión actúan como dispositivos fundamentales del mecanismo de vinculación humana que hoy nos permiten reconstruir historias personales e inclusive momentos decisivos del grupo familiar Safontás, separados por un océano, pero con contacto epistolar que tiene connotaciones históricas y emocionales dignas de recuperar, conservar y dar a conocer extrayendo información relevante.

 

Noticias del lugar.

 

La primera de las misivas esta fechada en "La Malvina, del Toay" el 2 de abril de 1890 y está dirigida a su padre. Da significativas noticias del lugar, comentando el crecimiento del incipiente poblado, lo que viene a confirmar que se refiere al mítico agrupamiento de ranchos en torno a la sempiterna tranquera de la estancia que se ubicaba en las inmediaciones de la actual cancha de All Boys, previo a pasar a poblar el 22 de abril de 1892 en derredor a la actual Plaza San Martín, cuando se inicia la venta de terrenos.

 

La segunda misiva está fechada 13 años más tarde -1903- y dirigida a su madre, datada ya en "Santa Rosa de Toay". Queda evidenciado su progreso económico al comentar la reciente compra de 220 hectáreas en Anguil. También sin demasiadas precisiones nombra a su esposa o compañera Virginia y comunica lacónicamente ..."pero qué hacer cuando la suerte no está. El niño ha nacido muerto y ella no está bien de salud..."

 

Un año mas tarde, -1904- suma una tristeza más y escribe a su hermano, apesadumbrado por la noticia de la muerte de su madre y le agradece los cuidados que le han dado a ella. "Virginia se une a mí, para saludar a todos los parientes..."

 

El 10 de enero de 1914, radicado en Anguil, le agradece a su hermano y familia la invitación al casamiento de la sobrina Amelia "...pero la distancia es tan grande, sobretodo en este momento de cosecha, que hay tanto que hacer...", y le comunica que adjunta una fotografía de Virginia.

 

En marzo de 1920, desde Anguil se dirige a su hermano y felicita a su sobrino por su desempeño en el campo de batalla.

 

"...Ahora es necesaria la paz, porque toda Europa va a estar mal y pobre con esta guerra....Mi querida Virginia se une a mí para abrazarlos a todos. Adiós querido hermano y sobrino..." La última carta datada en Anguil es del 25 de diciembre de 1921. Dirigida a "mi querido hermano", en pocos renglones anuncia lacónicamente "...la muerte de mi querida Virginia el 10 de este mes, después de cuatro meses de sufrimiento...." y se despide "como tu devoto hermano de por vida..."

 

En la última misiva del corpus citado por Gómez Luna, datada en Santa Rosa el 24 de mayo de 1925, queda evidente su desánimo al comunicarle a su hermano que "...ha sido un año terrible de sequía. He liquidado mis animales y alquilé el campo. Yo estoy aburrido acá y pienso hacer un tour por Francia para distraerme un poco. Pero el largo viaje me da miedo ahora...", termina su carta abrazándolo "desde lo más profundo de mi corazón..."

 

Regreso a Francia.

 

Poco tiempo más tarde, hay constancias de su primer viaje de regreso a Francia, donde quedó viviendo en su casa natal con sus familiares por espacio de tres años, regresando nuevamente a Santa Rosa en 1929. Según sus familiares franceses le aseguraron a Gómez Luna oportunamente, "vuelve por segunda vez a su aldea, ya enfermo, en 1934. Fue hospitalizado en Burdeos donde lo intervinieron quirúrgicamente por un cáncer. Aunque enfermo, paseaba muy elegante por el pueblo: lo llamaban " el Americano", siempre con su sombrero panamá..."

 

Su regreso a Santa Rosa es de suponer que fue a principios de 1935. Según información adicional que proporciona el expediente de sucesión, su último día en Santa Rosa fue el 16 de junio de 1936, en que viajó a Buenos Aires para arreglar unos depósitos que tenía en el Banco Francés. Estando allí, desmejoró de su enfermedad y falleció -en soledad- el 4 de octubre de ese año.

 

Esta pretendida reseña sobre el primer santarroseño tiene como objeto probar el acierto de incorporar la dimensión afectiva en el concepto de patrimonio, afirmando que el patrimonio cultural no es otra cosa que ese vínculo, esa unión intelectual y emotiva en escala vital con sus voces originales en estado prístino.

 

Quedan por dilucidar dos misterios correspondientes a su vida. Porque cabe preguntarse quién era Virginia, su esposa, cuándo y dónde se casaron, y donde murió. Asimismo, cabe preguntarse también donde descansan los restos de León Safontás, el primer esperanzado que para nuestra suerte o mejor destino escuchó los cantos de sirena en la mítica tranquera...

 

* Concejal de Santa Rosa.

 

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