Jueves 10 de julio 2025

Aparecer es el cambiado nombre de la tentación

Redacción 09/11/2008 - 03.47.hs

El desarrollo del juicio por la tragedia de Cromañón apenas se mantiene en los sitios destacados de los medios de comunicación. Es largo, minucioso, sin alternativas espectaculares. Los deudos se comportan sin escándalo. Por ahí una mujer llora y grita, revelando que la procesión va por dentro, pero las cosas no tardan en retomar su ritmo judicial (minucioso, prolijo y necesariamente lento).
La rutina ha sido rota dos veces por Omar Chabán, el empresario de espectáculos que es el acusado principal. Los medios mandan a sus columnistas de mayor fuste cuando va a hablar Chabán. Luego dirán que la exposición de éste es farragosa, que mezcla datos del suceso con citas de filósofos y literatos, que intenta instalar el proceso en un espacio de reflexión y valoración, pero que no logra suficiente coherencia o claridad...
En su primera declaración (larga, "farragosa") Chabán buscó desarrollar la idea de una culpa difusa, huidiza, desperdigada. Todos somos culpables cuando se produce una tragedia de este tipo. La posibilidad de sucesos de esta magnitud está abierta siempre y en múltiples lugares, pero sólo se concreta cuando se dan circunstancias muy particulares. En Cromañón necesitó de la desmesura de unos pocos, que no improvisaron, sino que repitieron su participación encendiendo candelas y disparando bengalas. Se habla más de candelas que de bengalas. Vale llamar candela a cualquier materia combustible encendida.

 

El candelero confeso
En su segunda participación, también descripta como larga, farragosa, confusa por momentos, Chabán trató de dar mayor relieve a su dibujo del escenario de esa culpa colectiva. Pero, en esta ocasión dispuso de un dato que favorece su tesis: un muchacho había declarado en una revista que él prendió tres candelas y que otros también lo hicieron. Que alguien repartía esa materia combustible cerca del escenario y que él tomó tres al pasar y luego las puso en combustión. La revista había ocultado la identidad del muchacho, pero la gente de la defensa de Chabán no tardó en averiguarlo. Se trata de Julio Roberto Vittone, ahora de 31 años. Averiguó también que Vittone recibe la pensión que da el gobierno porteño a las víctimas sobrevivientes y a deudos. Y que es uno de sus acusadores.
Después de esta precisión, Chabán continuó con su monólogo. Los medios no se afanan por reconstruirlo (no hay acceso de la prensa al lugar del juicio), pero puede que se trate de una pieza interesante. Puede que se la llegue a conocer, una vez que concluya el proceso judicial. Hay que tener en cuenta que Chabán es un hombre ilustrado, inteligente y que se halla en una de esas situaciones en que hay que sacar de sí mismo hasta la última gota de los argumentos posibles.

 

Cuando ser es aparecer
El caso Cromañón ha instalado, pues, a un nuevo personaje. Ese joven Vittone, ahora de 31 años de edad.
La pregunta pertinente es la que procura saber por qué este individuo salió de su anonimato y declaró ser uno de los que encendieron candelas en Cromañón.
La explicación que se impone es que no pudo resistir su anonimato en un caso que bate marcas de permanencia en el interés público. Una revista de escándalo se le acercó y excitó esa debilidad suya. Podía dejar de ser partiquino olvidado y ascender a primer actor si contaba su experiencia. La revista lo fotografiaría de espaldas y no daría a conocer su identidad.
Vittone no pudo resistir. Para él, su ser consiste en aparecer. No es sino en la medida en que los demás lo conocen y lo toman en cuenta. Si no aparece es nada. Nadie. Chabán había venido en su apoyo al revelar su nombre. Ahora aparecía sin tapujos.
Mientras veía escenas de esta peripecia en televisión observaba (este comentarista) algunas fotografías de conjuntos. En una de ellas, una conferencia en Santa Rosa, todos miran hacia el expositor y parecen concentrados en el tema. Pero, una cabeza, una sola, ha girado y mira hacia la cámara. Ensaya una sonrisa. Una pose "interesante". Valora la posibilidad de aparecer por encima de la participación en el proceso colectivo de entender y juzgar lo que se está exponiendo. Es más que el alumno que "se distrae" y mira por la ventana, pues éste se ausenta, se borra. Pero Vittone quiso que supieran.
Ahora tiene un juicio propio, pues debe responder ante un juez por su acto. Además dice
sentirse expuesto, amenazado, en riesgo. Si algo le sucede, se completaría su aparecer. Estos apetitos matan.
JOTAVE

 


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