Miércoles 30 de julio 2025

Conviviendo con la crisis de las identidades partidarias

Redacción 25/07/2011 - 04.45.hs

En el escenario político pampeano se observa que la identificación parece pasar más por líneas, líderes y sectores
internos que por los partidos tradicionales. En ese marco, hay otras identidades que se conforman en torno a la
antipolítica o a los espacios más ideológicos.
NORBERTO G. ASQUINI
En los últimos años, las identidades políticas, o partidarias en un sentido más restrictivo, han ido perdiendo consistencia. Crisis de los partidos, crisis de las identidades, crisis de representatividad, llámese como se llame, hoy los partidos no tienen la fuerza simbólica que tenían hace décadas.
La identidad es la manera en que un ciudadano adquiere una fisonomía particular a través de su identificación con otro u otros sujetos. En la actualidad hay identidades culturales en el campo de la política que permanecen, y se sostienen a través de lazos familiares, de clase, históricos, etcétera; pero las pertenencias partidarias parecen haber entrado en crisis, más allá de que se sostengan los partidos tradicionales como el PJ, la UCR y hasta el socialismo.

 

Diluidos.
Pero en los últimos tiempos las identidades históricas parece que comenzaron a desvanecerse. En el escenario político provincial -para acotar nuestro análisis-, los partidos están divididos en una serie de corrientes o líneas internas, grupos, subgrupos y microgrupos, que si bien mantienen una identidad cultural partidaria, terminan por diluir lo orgánico.
La identidad en el peronismo está muy discutida. Sobre todo en La Pampa cuando el PJ, uno de los últimos bastiones provinciales que se mantenía sin cambios y no había tenido que transmutar su sigla por la de una alianza como en otras jurisdicciones, empezó tener cada vez menos peso simbólico frente a su interna. Una sociedad ganada en muchos casos por la indiferencia hacia lo político contribuye también a esto.
La definición de la fórmula en el PJ demostró que hay identificaciones, pero que son con líneas y con liderazgos, que deben convivir forzosamente entre ellos. En el radicalismo, la división de cuatro líneas también hace lo suyo.
Esto no es nuevo. En 2003 el peronismo tuvo que votar entre tres candidatos a presidente, y ninguno iba por el PJ. El Frente para la Victoria y el kirchnerismo, aunque no lo lograron, intentaron dejar atrás la sigla del justicialismo.
Y en el radicalismo pasó algo similar tras la debacle de la Alianza. En 2003 apenas sacó el candidato oficial de la UCR el 2 por ciento y muchos votaron a Carrió o López Murphy.
Igualmente, en el peronismo la identidad históricamente no estuvo tanto con el partido como con el movimiento, motivo por lo cual la crisis de los partidos no lo afecta en la misma proporción. Su relación con la política siempre estuvo comprometida con el poder y el Estado y el partido fue sólo un instrumento electoral.

 

Sin "marchita".
Sin embargo, el peronismo está fragmentado, aunque el PJ oficial y mayoritario no quiera reconocerlo, y esto profundiza este proceso. Hacia adentro se fortalecen más los vínculos al interior de las líneas que con el PJ en su conjunto. La "marcha" partidaria apenas es entonada y el "feliz cumpleaños" al gobernador Oscar Mario Jorge puede ser entonado con más naturalidad en una reunión de la Plural.
Con la caída del marinismo, la ortodoxia peronista comenzó a fragmentarse y a disolverse. El peronismo puede cerrarse detrás del justicialismo, pero también desangrarse hacia otros espacios, aunque sean pocos los votos que resten al PJ orgánico.
Esa identidad partidaria está además más atada a las internas que a elecciones generales. Y en todos los casos: en el PJ de Santa Rosa y en el radicalismo en General Pico en los comicios del domingo que pasó, en cada campaña trataron de hacerse lo más peronista o más radical posible.

 

Resistencias.
Hay igual quienes resisten esto y revalidan sus pertenencias. Los actos populistas con su folclore son parte de esas herramientas para intentar recuperar la mística militante, aunque tengan sólo un fin electoral. Ocurre lo contrario con los actos de reivindicación, como es el caso de las fechas conmemorativas, que apenas atrae a un puñado de dirigentes.
Sin embargo, quedan espacios para refrendar las identidades históricas. En General Pico se inaugurará esta semana un recordatorio por la muerte de Eva Perón, en el mismo lugar que estuvo un monumento destruido por la Revolución Libertadora en 1955. Aunque no todos los que asistan, o al menos observen ese monumento, tengan conciencia de la significación de ese hecho, allí se estará realizando un acto de reparación histórica con sentido político. Habrá que escuchar los discursos para saber hasta qué punto las identidades permanecen o se diluyen entre los dirigentes partidarios.
En otros casos, esas resistencias a sostener las identidades partidarias sin los cambios y el "lavado" de los años neoliberales son cuestiones personales. Sólo se debe recordar la carta de renuncia de Miguel Osio al radicalismo, cansado de los vaivenes ideológicos adoptados por ese partido en los últimos tiempos.

 

Ideología y antipolítica.
En el marco de la crisis de las identidades, hay otros espacios por fuera de los partidos tradicionales que con mayor o menor sentido ideológico o coyuntural promueven identificaciones diferentes -y en oposición- a esos espacios más consagrados.
En la provincia tenemos dos ejemplos. Uno es la tiernista Comunidad Organizada. Allí la identificación a un proyecto es vaga y se conforma en torno a una persona. Un justicialismo residual que no tiene lugar en el PJ orgánico ha desembocado allí. Pero también sectores del PRO, dispuestos a aliarse al espacio conservador con más chances o una derecha que se considera "apolítica". Algo similar a lo que ocurre con el PRO en Santa Fe, en torno a una figura mediática que hace bandera de un discurso de la antipolítica.
Hay, además, otras identidades que se van conformando en torno a un proyecto nacional, aunque este no sea del todo definido. Es, ideológicamente, aunque sea muy amplio, más concreto. Sirve para dar testimonio en la provincia del acompañamiento al gobierno de la presidenta Cristina Fernández. Y que en La Pampa, observan, no es sostenido como se debe por el PJ tradicional. Allí están los aglutinados en torno a Nuevo Encuentro.

 


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