Trenes que son causa de nostalgia o sufrimiento
Señor Director:
Los trenes se resisten a aceptarse como un medio de transporte que ha sido superado.
En verdad, pocos creen que haya pasado el tiempo del riel, a pesar del notable desarrollo del aeroplano, del camión y del automóvil. Los países desarrollados, no obstante haber generado los medios nacidos en el siglo XX, siguen apegados al tren. Cada uno de los medios existentes sobresale en algún aspecto, ya por la naturaleza del territorio o por la densidad de la población. A mayores distancias y menor densidad, el tren es imbatible, pero tiene la virtud de articularse muy bien con los nuevos medios de transporte de carga o de pasajeros.
El caso argentino es singular, pues tenemos gran extensión territorial y baja densidad de habitantes. A pesar de eso, al promediar el siglo XX se inició un proceso de abandono del tren que habría de culminar en la última década de esa centuria. No es que se hubiese apostado a su reemplazo por el avión y el camión. La aerolínea de bandera sufrió un abandono semejante al del ferrocarril y si bien asistimos a una gran producción de camiones, cada vez con mayor capacidad de transporte, no se cuidó el desarrollo necesario de la red vial. Para completar este asombroso desempeño de gobiernos y de mayorías de votantes, tampoco se apostó al petróleo. La empresa nacional fue malvendida y el comprador no puso empeño para mantener un alto nivel de producción ni por buscar la alternativa que asomó a finales de pasado siglo, al ponerse en valor reservas poco conocidas y no apreciadas por el alto costo de producción. Alguna vez se tendrá una explicación de estos hechos; por ahora, más bien dan cuenta de un desempeño de liquidadores de la empresa nacional iniciada dos siglos atrás (con Mayo de 1810 y Julio de 1816).
En el momento presente asistimos a un proceso de rectificación, que exige afrontar costos enormes y, al mismo tiempo, luchar con lo que queda de la mentalidad liquidadora, que resiste con una actitud de escepticismo y de derrotismo. Basta que se produzca un accidente de tren, para que de inmediato se manifieste la actitud derrotista, que por la forma de manifestarse y por su capacidad de perdurar recuerda la anécdota de un médico que, luego de haber desahuciado a su paciente, ponía empeño por dificultar la lucha de otros profesionales por salvar esa vida y proponía dudar de la verdad de los avances sucesivos hacia la cura.
Sirva lo dicho para enmarcar el hecho local de vecindarios que se movilizan para el retorno del tren. La primera movilización se hizo en el norte, con resultado positivo. Más que nada en cuanto promete mucho más que lo ya obtenido (el servicio de un tren de pasajeros hasta Realicó). Más singular resulta lo que se hace en Toay y Santa Rosa por restablecer siquiera sea el tren en el corto recorrido entre ambas ciudades. Sería un tren de recreo, ofrecido a ambos vecindarios, pero podría evolucionar hasta constituirse en otra vía regular para el transporte de pasajeros. Lo que se propone es, en verdad, la expresión de una nostalgia. Esta palabra remite al sentimiento que sobreviene por un bien perdido, por algo que se tuvo y producía bienestar espiritual, y que se ha perdido o que ha cambiado su condición. La nostalgia da cuenta de un hecho individual, pero vale como nombre para el mismo sentimiento cuando es compartido por una comunidad o por parte significativa de sus miembros durante un largo transcurso del tiempo.
Cuando se ha vivido muchos años las personas suman nostalgias y suelen terminar por pensar que todo lo bueno es pasado. El tren es la nostalgia de un bien que se perdió por aturdimiento, incapacidad o corrupción o por todo eso que se sufrió en un largo momento de extravío y desamor. Tal como ahora se está manifestando, esta nostalgia es la aurora de un retorno y el nacimiento de la voluntad colectiva por restablecer el orden sensato de las formas de organizar la vida de una nación.
Atentamente:
JOTAVE
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