Domingo 27 de julio 2025

La difícil relación del ciudadano con la ley

Redacción 25/01/2014 - 03.21.hs

Señor Director:
Días atrás, en ocasión de recibir saludos por su cumpleaños número 74, el ministro de la Corte Suprema de Justicia, Eugenio Zaffaroni, dijo a un periodista que éste será también su último año en ese organismo. En otras palabras, que será él, por un acto de su voluntad, quien tome la decisión.
¿Por qué? Si se le hubiese hecho esta pregunta (por cierto le fue hecha, aunque de otra manera) pudo responder que lo hará porque quiere dedicar sus últimos años a quehaceres que estima y que han quedado algo de lado por las obligaciones de su cargo. Zaffaroni es hombre que tiene intereses intelectuales muy exigentes, no solamente en el campo del derecho sino en muchos otros sitios del pensar o, como suele decirse, de lo cultural. El año pasado apareció como responsable de un programa televisivo de creaciones de un cineasta polaco: seleccionó las películas, presentó cada una de ellas y, al finalizar la proyección ensayó respuestas a interrogantes propios o, como en mi caso, que se habían planteado a los espectadores. No es que los espectadores le hubiesen hecho llegar sus preguntas, aunque algunos puedan haberlo hecho. Alguien que está acostumbrado a exponer en público y que tiene conciencia de su propio aprendizaje sabe qué es lo que queda por decir.
Lo que me interesa destacar en esta nota es que Zaffaroni contestó que renunciará porque debe hacerlo, porque la constitución ha marcado el límite para el retiro de las funciones públicas en los 75 años. Se trata, pues, de cumplir con una formalidad. Por lo que dijo, se entendió que tiene resuelto hacer llegar su renuncia antes de alcanzar ese límite.
Dado que en la misma Corte hay un ministro que ya tiene 97 años, muchos se habrán preguntado si el anuncio puede haber molestado a su colega. Puede que no le haya caído en gracia, pero lo que parece cierto es Zaffaroni no parece tener ese estilo para comunicar sus puntos de vista. Por lo demás, ya el año pasado había hecho saber que se aproximaba el momento de su retiro. No soy ducho en Derecho, pero recuerdo que cuando me encontré con la frase dura lex sed lex (que se traduce habitualmente: la ley es dura pero es la ley) pude remontarme a la historia y conocer el lento pasaje de la ley oral a la ley escrita. No sé si las Doce Tablas fueron inicialmente un efecto del avance de la escritura y la ventaja de una mayor estabilidad de la razón de lo que se veda o sanciona. La clase dominante en Roma, con la ley oral, podía sentirse a cubierto de una generalización de la norma y su apropiación por quienes no eran patricios. Con la ley escrita no solamente creó la igualdad entre pares, sino que limitó considerablemente el campo de la discrecionalidad. En suma, que lo que se terminó por entender es que la ley puede ser dura o puede ser sentida como injusta (y puede ser así en casos) pero que, con todo, hay que acatarla porque lo contrario restablece el reinado de la discrecionalidad y el del más fuerte. Con el tiempo y el avance hacia la democratización de la sociedad, la ley no es algo que toleran los que dominan, sino que surge de un proceso que busca el grado mínimo de consenso para dictarla, mediante un trámite regulado desde una ley principal, que llamamos constitución. O sea que no dice que por ser dura es buena; dice que, aún si fue bien dictada y hasta pudo ser reconocida como un avance, pueden darse casos en los que su aplicación sea sentida por alguien y aun por muchos, como injusta. La misma ley madre establece el procedimiento necesario para corregir, derogar o reemplazar una ley. El dura lex vale en tanto la ley esté vigente. Cierto es que el Derecho y su praxis no se convierten en una rutina de aplicación más o menos automática. No hay nada de esto con las leyes y lo que pasa en la propia Corte es una muestra de esta complejidad.
En suma, que Eugenio Zaffaroni se va porque debe irse y pretende que se crea que obraría de la misma manera aunque tuviese "ganas de quedarse".
Atentamente:
JOTAVE

 


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