Martes 16 de abril 2024

Avión abatido en Este de Ucrania genera más conflictos y sanciones

Redacción 24/07/2014 - 04.20.hs

El avión de Malaysia Airlines fue derribado por un misil y resultaron muertas 298 personas. El hecho, grave, puso más tensión en la situación ucraniana, con acusaciones cruzadas sobre la autoría del hecho.
EMILIO MARIN
La tragedia ocurrió el 17 de julio, cuando un vuelo de Malaysia Airlines que volaba de Amsterdam a Kuala Lumpur fue abatido por un misil. La máquina sobrevolaba el espacio aéreo del este de Ucrania, un país y una zona especialmente conflictiva desde el 22 de febrero, cuando el gobierno de Viktor Yanukovich fue derrocado por un golpe de Estado "institucional" en Kiev, la capital.
Así se impuso un gobierno provisional netamente proestadounidense y proeuropeo, que en mayo tuvo un barniz de institucionalidad mediante elecciones donde fue elegido presidente el magnate del chocolate, Petro Poroshenko.
Desde el golpe de febrero las poblaciones ruso-parlantes del este y sur del país manifestaron su repudio al nuevo curso político, y su deseo de incorporarse a la Federación Rusa como regiones autónomas.
En marzo la población de Crimea votó con más del 95 por ciento la decisión de sumarse en esas condiciones a Rusia. Y en mayo votó otro tanto, con iguales guarismos, las poblaciones de Donestk y Lugansk, que constituyeron las llamadas repúblicas populares de esas provincias.

 

Crimea en pugna.
Pero el gobierno central, que había digerido como un hecho consumado la salida de Crimea, en cambio no aceptó de ninguna manera la independencia de las otras dos zonas. Y les declaró la guerra, previa reunión de negociaciones en abril, en Ginebra, entre Ucrania, Rusia y la Unión Europea. Los federalistas del este ucraniano no fueron parte de esa discusión.
Allí se pactó que todos los edificios públicos tomados debían ser desocupados, pero no sólo los del Este sino también -según recordó Moscú- los de Kiev, donde operaban milicias simpatizantes de la vieja tradición nazi en el país. Como éstos no desalojaron los edificios, los prorrusos del Este tampoco lo hicieron y ya a fines de abril y principios de mayo hubo ofensivas militares gubernamentales, con réplicas y acciones militares también de los rebeldes.
Poroshenko decidió intensificar la guerra contra esos federalistas, con bombardeos y ataques de tanques y artillería contra Slaviansk, Donetsk, Lugansk y la región de Jarkov, que supo pertenecer a Rusia y la URSS, como Crimea.
Después de muchos bombardeos, las tropas ucranianas lograron retomar el control de la ciudad de Slaviansk, de 100.000 habitantes, el 6 de julio. Recién allí el tercer ministro de Defensa en pocos meses, Valery Heletey, pudo entrar a esa plaza rodeado de sus tropas.

 

Muchos muertos.
El magnate del chocolate afirmó el día de la caída de Slaviansk que la campaña iniciada en abril había provocado 400 muertos. Sin embargo esa cifra es muy inferior a la real, porque en un solo día de combates en junio las agencias internacionales habían reportado 300 bajas. Además de las tropas regulares, del lado gubernamental participan, como apoyo concreto de Estados Unidos, los "contratistas" (léase mercenarios) de la firma Academi, ex Blackwater, tristemente célebre en Afganistán e Irak.
La OTAN comandada por EEUU también tomó rápido y total partido por el golpe febrerista y el presidente electo en mayo. Por eso su secretario general Anders Fogh Rasmussen, anunció que la alianza militar había terminado la cooperación civil y militar con Rusia y que habría un despliegue y refuerzo de recursos militares, incluyendo un aumento de las patrullas aéreas sobre el Mar Báltico y vuelos de vigilancia de Awacs sobre Polonia y Rumania. A ello se suma la concentración de tropas que ya se encuentran en suelo polaco junto a aviones F16, la entrega de aviones de guerra F-15C a Lituania y portaaviones al Mar Mediterráneo y al Mar Negro.

 

Pacto firmado.
Coherente con esas alianzas, el 27 de junio pasado el presidente ucraniano firmó el pacto comercial y económico con la Unión Europea, el mismo que Yanukovich había rechazado firmar y que le costó el cargo. Poroshenko, exultante y muy obediente a sus socios mayores, declaró que era el día más importante para su país desde que se independizó de la Unión Soviética en 1991.
El conflicto ha sido muy sangriento. El 10 de julio, una semana antes del derribo del avión malayo, el viceministro de Salud Vasili Lazorishinets, del gobierno central, dijo que ya había 478 muertos civiles. La cifra no incluye los muertos de los milicianos federalistas, que entierran a sus caídos sin dar parte obviamente a Kiev.
Las tropas centrales también han tenido muchas bajas por emboscadas y batallas. Otros 29 militares cayeron cuando un avión de transporte fue abatido por fuego rebelde.
Había mucha confrontación, muertos, bombardeos, etc., y al calor de eso acusaciones cruzadas de Ucrania, EEUU y la Unión Europea contra Rusia y su presidente Vladimir Putin, como supuesto jefe en las sombras de los rebeldes. Incluso hubo dos tandas de sanciones comerciales y financieras contra Moscú, amén de haber sido excluida del G-8, que volvió a ser el G-7.

 

¿Quién tiró?
Como si ese panorama en Ucrania no fuera lo suficientemente grave, el 17 de julio pasado se complicó mucho más con la caída del vuelo MH17 del avión de Malasia con pasajeros de varios países (casi la mitad holandeses). Lo único preciso es ese número de víctimas, luego que la máquina fuera alcanzada por un misil y cayera cerca del poblado de Hrabove, a unos 40 kilómetros de la frontera con Rusia. En medio de la conmoción y luto generalizado, arrancó la feroz polémica sobre la posible responsabilidad del atentado.
El gobierno de Ucrania, así como las autoridades estadounidenses y de países europeos, adjudicaron la culpa a los rebeldes del Este y, por elevación al presidente ruso. A Putin le imputaron haber provisto las armas y el entrenamiento a quienes dispararon. ¿En qué se basaron para tales acusaciones? En que el avión cayó en la zona que controlan esas milicias. Y en supuestas imágenes, no difundidas, de que un equipo con esos misiles fue visto saliendo de las cercanías, portando toda su carga menos un misil.
Desde Rusia se contraatacó achacando la responsabilidad a Ucrania, con el argumento de que el atentado se cometió sobre el espacio aéreo de ese país y que esa clase de cohetes es parte de los arsenales ucranianos. Los criminales podían haber querido derribar un avión ruso donde Putin regresaba de la cumbre del Brics en Brasil y sus visitas a otros países de la región.

 

Sospechoso principal.
John Kerry, jefe de la diplomacia yanqui, acusó que Rusia entregó los misiles SA-11 a los rebeldes y los entrenó en su uso. Aún cuando eso fuera cierto, que fue negado, no sería prueba de que esos sectores y esas armas fueran las usadas en el derribo.
Fidel Castro, que algún conocimiento internacional tiene, escribió una nueva de sus Reflexiones, titulada "Una provocación insólita", acusando a las autoridades de Kiev y expresando su solidaridad política con Putin. El presidente ruso, sin entrar en detalles técnicos -que dejó a sus militares- manifestó que "esta tragedia no habría ocurrido si hubiera paz en esa tierra ucraniana".
Los rebeldes se declararon inocentes y tras cercar la zona del accidente y retirar los cuerpos de las víctimas, las entregaron a una entidad europea para los estudios. Al mismo tiempo el primer ministro de la República del Donestk dio las cajas negras del avión a expertos malasios, quienes agradecieron la entrega y certificaron que el material "está intacto".
Se caían así las acusaciones norteamericanas, ucranianas y de la UE de que los federalistas estaban alterando los restos y pruebas.
Bajo esas falsas acusaciones, y poniendo a Rusia como responsable última, la Unión Europea reunió a sus 28 cancilleres en Bruselas y votó nuevas sanciones comerciales y financieras, y embargo de armas contra el Kremlin.

 

Versiones cruzadas.
El contragolpe ruso fue muy sencillo. Primero en el Consejo de Seguridad de la ONU el canciller Serguei Lavrov y su representante Viktor Churkin, rebatieron las acusaciones norteamericanas. Y luego, desde Moscú, los generales Kartopolov y Makushev compartieron fotos y mapas que incriminaban al gobierno de Poroshenko.
En síntesis, mostraron la localización de un sistema antiaéreo tipo Buk que pertenecía al gobierno de Ucrania y no a los federalistas, en la zona de donde pudo haber partido el disparo. También probaron que un avión de combate ucraniano, un SU-25 dotado de sistema de misiles, voló a 3 kilómetros del Boeing 777 de la línea malaya, y pudo haberlo derribado.
Finalmente, el general Kartopolov informó que en el momento de la caída del avión, un satélite de exploración estadounidense sobrevolaba la zona. Desafió a EEUU a que mostrara las fotografías de su satélite a la comunidad internacional para poder esclarecer los hechos.
Lo cierto es que el 17 de julio fueron asesinados 298 personas que iban en un avión de pasajeros, sean quienes hayan sido los que dispararon. Y en lo que va del año, los militares ucranianos han asesinado a medio millar de civiles, cifra que aumenta mucho contando a los milicianos prorrusos. De los fallecidos en el avión hoy se habla bastante, para acusar a Rusia; de los muertos en el conflicto se habla mucho menos porque el verdugo está en Kiev y es aliado de la OTAN.

 


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