La muerte de Elsa S. clausura la tragedia de los Oesterheld
Al comenzar la pasada semana se supo de la muerte de Elsa Sánchez, la mujer que fue esposa de Héctor Oesterheld.
Tenía 90 años. Su nieto, de 40 años, llamado Martín Mórtola Oesterheld, que ella había criado, dijo: "Se fue en paz. La encontramos dormida y nos dejó la tranquilidad de que debía irse porque ya había dado todo lo que tenía. Es la mujer que me crió tras la desaparición de mis padres y es la primera pariente que puedo enterrar, que no es poco".
Esto mismo, "que no es poco", pudo haber sido pensado por la propia Elsa, pues ella perdió a sus cuatro hijas, a su marido, dos yernos y dos nietos, "sin poder enterrarlos".
El escritor Guillermo Saccomanno, que la conoció cuando ella comenzaba su etapa de soledad y espera, dice que el relato de la vida de Elsa tiene "aires de tragedia griega, pero no es ficción".
El relato de esa vida hace saber que ella se casó con Oesterheld, entonces un ilustrador de historietas, en l947. Que su primera hija, Estela, nació cinco años después y que luego fueron llegando las otras tres niñas. Hay una fotografía que muestra a ese grupo familiar, probablemente en el jardín de su casa. Hay una cuna. Oesterheld se ha recostado en ella y sus piernas sobrepasan el espacio de ese soporte. Elsa se apoya en la cuna y las niñas rodean ese espacio. Elsa diría más tarde que fueron "los años felices".
Las niñas crecieron y en los años 70 del pasado siglo se vincularon con la resistencia peronista y Montoneros. Oesterheld, que ya había producido los relatos que lo instalan de manera singular en la historia de la literatura argentina (entre ellos El Eternauta), fue detrás de sus hijas. Elsa trató de retenerlo, pero él respondió que debía ir con ellas y con la juventud. Todos ellos, padre e hijas y sus parejas, fueron secuestrados y desaparecidos por grupos de tareas de la dictadura militar.
Tragedia
Saccomanno habla de los "aires de tragedia griega" que tiene el relato de la vida de Elsa Sánchez.
Ella no sabe por qué no fue buscada como buscaron a todos los suyos ni por qué los militares le entregaron al hijo que una de sus hijas había tenido en cautividad. Entiende que la presencia de este niño la salvó del derrumbe emocional. Luego militó en Madres hasta su muerte. Buscando nietos desaparecidos.
Es el relato de una tragedia sobrecogedora. "Griega", dice Saccomanno y parece proponer que el lector se detenga en esta expresión. La tragedia tuvo su origen en Grecia y se entiende que fue un desarrollo de los grandes mitos de esa cultura, con sus dioses tan propensos a relacionarse con los humanos no obstante su diferencia sustancial. Suele decirse que la tragedia da cuenta de la existencia de un hombre que adquiere poder y se desmesura. Es el héroe trágico que, en su soberbia, llegará hasta el crimen y provocará el castigo divino, la némesis, con otra consecuencia: que el pueblo griego, que acudía en masa a estas representaciones, realizase su catarsis, una especie de purificación ritual. Estas representaciones fueron ganando concurrencia y se llegó a permitir que también los esclavos pudiesen asistir. Era una expresión de religiosidad que proponía una experiencia individual que mostraba el condicionamiento humano frente a algo que lo supera inexorablemente.
Dioses
Orestes, el héroe trágico de Eurípides, dice: "Cualesquiera que sean los dioses, no somos más que sus esclavos".
En nuestro tango gardeliano ("Adiós muchachos") al decir resignado el que se va, que "Contra el destino nadie la talla" resuena la misma advertencia.
En Macbeth, andando los siglos, Shakespeare había hecho resonar la misma reflexión del héroe vencido: "La vida no es más que una sombra que pasa, un pobre cómico que se pavonea... es un cuento narrado por un idiota con gran aparato y que nada significa".
Cuando Elsa quiere detener a Oesterheld, que siente que debe ir al lado de sus hijas y va, se muestra otro rasgo del héroe trágico. No contradice a Orestes, solo que va al encuentro de su destino. No tiene o no acepta alternativa.
Borges dice lo mismo cuando, en su Poema conjetural, habla de Narciso Laprida, quien, luego de Tucumán y de declarada la Independencia, marcha al encuentro de su "destino sudamericano" y termina muerto por la montonera de Aldao:
"A esta ruinosa tarde me llevaba /el laberinto múltiple de pasos /que mis días tejieron desde un día /de la niñez... Al fin he descubierto /la recóndita clave de mis años... /la letra que faltaba, la perfecta forma que supo Dios desde el principio".
La sustancia del héroe aparece en esa decisión de ir "al encuentro de su destino".
Jotavé
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