Abriendo huellas en la pampa central
La brevedad de esta nota nos impide ampliar la interesante historia de las mensajerías argentinas en su rápida y efímera expansión por la llanura pampeana, aquel corto período de gracia que le fue dando el ferrocarril en su vertiginoso avance por la llanura.
Omar Norberto Cricco *
Podemos recuperar algunas facetas interesantes registradas en territorio pampeano, la Pampa Central como se la conocía por entonces, espacio por donde discurrieron sus últimas manifestaciones; sitios éstos donde la llegada del tren se demoró o directamente donde nunca llegó.
El western a través de películas como La Diligencia (John Ford, 1939) logró familiarizarnos con un mundo ajeno de una manera que nunca lo logró el cine nacional con nuestra propia realidad; algunas producciones argentinas, por caso El Ultimo Perro (Lucas Demare, 1956), pese a su proximidad con nuestro medio, con nuestra historia y nuestras tradiciones, fueron rápidamente olvidadas y son hoy casi desconocidas.
Es así que hoy la interesante historia de las galeras, o mensajerías como también se las llamó por aquí, nos es bastante extraña en sus particularidades, en su originalidad. La Patagonia norte no fue ajena a estas historias y bien podría decirse que en estos confines marginales de las pampas vinieron a morir después de más de medio siglo de marchar tierra adentro; siempre precediendo y abriéndole camino al riel, y cuando éste llegaba, continuaba complementándolo o marchando hacia adelante cuando la rentabilidad del medio no justificaba la ampliación del tendido ferroviario.
Definitivamente lo que el ferrocarril no pudo en más de medio siglo de convivencia fue finalmente concretado por el automotor que desplazó definitivamente de los caminos a este primitivo medio de transporte, dejando atrás un tiempo de rudeza, rusticidad y primitivismo que caracterizó aquella estampa de la pampa vieja.
Tierra adentro.
Cuando en 1884 el Ferrocarril del Sud (FCS) extendió su trazado hasta Bahía Blanca, Arroyo Corto, hoy una olvidada estación vecina a Pigué, pasó a ser entonces lo que Juan B. Ambrosetti llamó “el puerto de la Pampa Central”, clara referencia a la importancia que tenía tanto en el transbordo de pasajeros como de mercadería, desde y hacia este destino.
En 1893, en su Viaje a la Pampa Central, Ambrosetti refiere las posibilidades para acceder a General Acha, por entonces la capital del territorio pampeano. A saber, desde Trenque Lauquen pasando por Toay, desde Arroyo Corto (vía Carhué) o por el Ferrocarril Bahía Blanca al Noroeste (FCBBNO) que ya para entonces había penetrado a territorio pampeano por el departamento Hucal.
Desde cualquiera de estos sitios irremediablemente debía continuarse el viaje en el servicio de mensajería.
Éste es, más o menos, el mismo esquema, que siguiendo las páginas de El Territorio, representa Enrique Stieben en su libro La Pampa. Allí puede verse como se completaban estos recorridos desde Toay hacia el norte (a Victorica y Trenel) y desde Hucal hacia el sur (pasando por Cuchillo Có, Fortín Uno y Choele Choel hasta el lejano Alto Valle del río Negro).
Así como el mismo Ambrosetti nos dejó un interesante y detallado relato de su viaje en la Luz del Desierto, desde Arroyo Corto a General Acha, siguiendo el Camino del Hilo (la antiquísima rastrillada, hoy rutas 60 y 18), existen también interesantes testimonios de los otros recorridos presentados por Stieben; por caso el realizado por un periodista de Caras y Caretas que en noviembre de 1907 deja un breve relato y algunas ilustrativas fotografías de lo que era el recorrido hacia el norte hasta Victorica, pasando por las esquinas-postas intermedias de Cuatro Aguas, Calchahue, Anquelobo, Conhello Chico y Ojo de Agua.
Pero quizás por ser prácticamente caminos aún hoy ignorados, vale la pena detenerse en lo que se refiere al recorrido que las mensajerías hacían hacia el sur, un territorio todavía poco conocido, un espacio donde los montes y medanales dan progresivamente paso al ámbito mesetario patagónico y a la célebre rastrillada del río Negro, aquella travesía de 14 leguas sin agua que separaban al río Colorado del Negro.
Ruta y postas olvidadas.
En 1891 el Ferrocarril Bahía Blanca al Noroeste (FCBBNO) entró a La Pampa por el departamento Hucal y por más que en el valle del río Negro siguió siendo frecuente la referencia a “la galera de Pigué”, dado que desde allí se brindaba inicialmente el servicio hacia el sur, desde esa fecha comenzó a realizarse desde Ramón Blanco, la hoy abandonada estación Hucal.
Siguiendo un recorrido casi paralelo a la actual ruta 154, aunque desplazado algo hacia el oeste, la galera de Vallée unía en un primer tramo y por territorio pampeano, la flamante estación Hucal con el viejo Fortín Uno. Un rosario de postas cuyas denominaciones apenas sobreviven en viejos y olvidados testimonios se sucedían, aproximadamente, sobre la actual ruta provincial 11 en el tramo de Remeco Grande-Hucal Chico hasta Choique Mahuida.
Era un trayecto de más de treinta leguas que imponía varias postas de recambio, siendo La Central, proximidades de Cuchillo Co, el punto donde se pernoctaba, donde se hacía la primera de las cuatro noches que imponía el extenso trayecto hasta Fuerte General Roca.
La Guía de Bahía Blanca de 1897 especifica aquella larga lista de postas intermedias en territorio pampeano: Posta Pérez, Posta Drake, Bruno Cuchillocó, San Pablo de Pouryalé, la Central de Delfino, Corralito, Garciandia, La Primavera y Minas; algunos de esos sitios son posible de intuir a partir de las crónicas y cartografía antigua, pero en general son hoy puntos ajenos a los mapas actuales y difícilmente ubicable.
El punto intermedio, el lugar donde se hacía noche, era la referida posta de Delfino, la Central de Delfino o Esperanza del Delfín según la citada Guía de 1897. Así parece confirmarlo también la crónica de periodista Moritz Alemann, cuya descripción del sector puede traducirse del original en alemán como “bosques dispersos y tramos de terrenos bastante buenos hasta Cuchillo-Co (indio: fuente de agua) y la Estación Central, también llamada Delfino en honor al propietario, donde se aloja para pasar la noche.” Sin muchas dudas se hace referencia el famoso boliche de La Central, inmediato a la actual población de Cuchillo Có, todavía presente en la cartografía del IGM de 1941.
Inicialmente el cruce del río Colorado se hacía próximo a la confluencia con el Curacó, de donde se originó el topónimo conocido como “Paso Vallée”, aquel que la historiadora Alicia Pulita refiere como límite, ya al otro lado del río, de los viejos cuarteles Tercero y Cuarto del departamento rionegrino de Pichi Mahuida.
Después de un corto tramo por la margen sur se alcanzaba Fortín Uno, sobre el Codo de Chiclana, allí se pasaba la segunda noche en la conocida Posta de Maglione, punto intermedio de la ruta donde se producía el cruce de las galeras que marchaban en uno y otro sentido, y sitio donde, con rumbo sur, se iniciaba la travesía que llevaba a Choele Choel por la vieja rastrillada del río Negro.
Dos curiosas crónicas.
Dado los escasos testimonios directos de lo que fue el recorrido de la galera por los actuales y aún poco transitados departamentos de Hucal y Lihuel Calel , son de gran valor las curiosas descripciones efectuadas por los cronistas del The Standart (1896) y del Argentinische Taglebuch (1897), periódicos porteños de habla inglesa y alemana respectivamente.
En el primero de ellos, el relator que simplemente se identifica como AP, detalla en marzo de 1896 los pormenores y aprestos de la partida en Hucal, las peripecias del viaje en donde “no vi muchos pastos en los campos de por aquí” y las continuas paradas, donde según su apreciación, “los pasajeros de una galera tienen que trabajar tanto como los caballos para hacerla avanzar”.
Este cronista del diario de los Mulhall continúa diciéndonos que después de cruzar el Colorado, cambiar de galera y hacer las 14 leguas de travesía pudieron finalmente llegar a destino donde, según sus palabras: “Por más monótono y desagradable que sea el lugar de Choele-Choel, nos pareció un paraíso en comparación con estar en la galera. Y la espléndida agua del Río Negro, que ampliamente disfrutamos, apaciguó nuestra sed y no nos hizo sentir más sed después de beberla, como la mayor parte del agua de pozo de la Pampa Central”.
Por su parte Moritz Alemann, del Argentinische Taglebuch, llega al sector avanzando por la obra que el FCS construía aceleradamente y que en ese entonces, noviembre de 1897, tenía su punta de rieles entre Juan de Garay y Pichi Mahuida y la punta de terraplenes, poco más adelante, entre Pichi Mahuida y Fortín Uno.
Con algunas dificultades Alemann logra llegar a Fortín Uno donde, en la posta de Maglione, toma la galera hacia Choele Choel.
Seguramente por datos de quienes ya venían transitando, Alemann aporta una interesante descripción de las etapas anteriores, que en sus palabras describe como de grandes bosques de algarrobo y caldén, llanuras onduladas con hermosos pastos, dunas de arena y salitrales aunque después de la Estación Central, Delfino como también era conocida, el árbol desaparece y la hierba y arbustos se hacen cada vez más pobre hasta que, según lo que puede traducirse de sus escrito “el viaje del día termina en el río Colorado en una desolada duna de arena”.
De Francia a La Pampa.
De las crónicas presentadas se desprende la mención reiterada del apellido Vallée en las distintas rutas de mensajerías de la vieja Pampa Central. Según todo indica, el rol protagónico que hacia el sur -Bahía Blanca, Fortín Mercedes, Río Colorado, Carmen de Patagones- tuvo la célebre galera de los Mora, hacia el oeste de la región lo tuvieron las galeras de los Vallée.
Según Carlos Jewell, Jorge Vallée, “muy probablemente francés”, aparece en el rubro de las mensajerías en marzo de 1865 al frente del “Comercio del Carmen de Areco”, uniendo Buenos Aires con Carmen de Areco; muy posiblemente línea del dominio del empresario Louis Sauze, con administración en Rivadavia 189. Años más tarde, hacia 1877, Vallée reaparece pero con administración, según indica su sello, en Piedras 39, siempre en Buenos Aires.
En el diario The Standart de la capital puede verse el anuncio a lo largo del año 1867 ofreciendo el servicio de la mensajería a Carmen de Areco y Arrecife en el día.
Por ese tiempo la familia Vallée parece residir en Areco pues allí, en 1868, se fecha el acta de bautismo de Enrique, hijo de Jorge Vallée, natural de Francia, de 27 años, y de María Cabana (en realidad Cavanagh), natural de Irlanda.
Al parecer el señor Jorge Vallée falleció hacia 1891, época en que las líneas de la mensajería ya habían sido desplazadas hacia la región que nos ocupa, la nordpatagonia.
Por entonces estaba al frente de la “Sucesión Vallée” precisamente su hijo Enrique, el “Vallée Junior” referido por el periodista Moritz Alemann; de igual manera, la señora Cruz Engracia Palacios, recordaba en sus escritos el paso por Choele Choel de la “galera propiedad de Jorge Ballet conducida por su hijo Enrique”.
Enrique Vallée estuvo ligado al quehacer pampeano en la zona de General Acha, Hucal y Bernasconi y su matrimonio con Luisa Amade (junio de 1900) y el bautismo de su hijo Jorge Enrique Tomás Santiago (febrero de 1902) se hallan registrados en la parroquia Inmaculada Concepción de General Acha.
Al iniciarse el siglo XX el ferrocarril había alcanzado Neuquén por el sur y General Acha hacia el norte y en la guía comercial de Bahía Blanca de 1900 ya no figuran los anteriores servicios aunque sí aparecen algunos postreros servicios de mensajería y correos a cargo de Vallée hacia los arrinconados parajes del norte neuquino.
Homenaje pampeano.
Cuando todavía estaban frescos los recuerdos de aquellos tiempos pioneros, en 1901, Santa Rosa homenajeó a este precursor del transporte de pasajeros imponiendo, según Elpidio O. Pérez, el nombre de Jorge Vallée a “la tercera calle paralela y al sur de la Roca” (entiéndase por Roca a la actual avenida San Martín Oeste). Aunque en 1942 la calle Vallée fue acortada cuando al tramo al este de Avellaneda pasó a denominarse O’Higgins y desapareció del todo, en 1951, cuando se le dio al resto la actual denominación de Don Bosco, todavía hoy, para desconcierto o intriga de quien no conocen esta historia, resta sobre alguna construcción antigua la referencia domiciliaria con aquel nombre olvidado.
Recientemente, en julio de 2021, ingresó al Concejo Deliberante de Santa Rosa una presentación del vecino Pedro Vigne con la propuesta de que se otorgase a la nueva terminal de ómnibus de la ciudad el nombre de Jorge Vallée.
Interesante propuesta si se tiene en cuenta el rol de este pionero que abrió huellas en el territorio pampeano y más aún si consideramos homenajes similares que se han realizado a la figura de su colega, don Marcos Mora, al denominarse con su nombre a la terminal de General Lamadrid o a la calle y monumento en la terminal en Carmen de Patagones donde se recuerda a aquel otro pionero de las huellas sureñas.
No dejaría de ser un merecido homenaje a quienes no sólo abrieron caminos, sino que soportaron en este mismo espacio pampeano que hoy compartimos las penurias de otros tiempos; una época distante y distinta a la que la comodidad presente del asfalto y del cemento nos impide vislumbrar, pero que hoy hemos querido recuperar y así salvar del olvido.
* Colaborador
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