Martes 01 de julio 2025

Guillermo Gatica, ejemplo de voluntad

Redacción 18/07/2010 - 06.49.hs
MARIO VEGA
Parece increíble, pero uno que lo vio desde pibe andar y andar las calles de la ciudad no puede creer que ya esté pisando el medio siglo de vida. "Tengo 49", me dice para dejarlo claro. "Guille" es, quien lo pone en duda, uno de esos muchachos que puede decir que tiene un millón de amigos, alguien a quien todo el mundo conoce, y que casi todos quieren.
En verdad no aparenta la edad que tiene, quizás un caso parecido al de su padre, don Fernando, que ya anda por los 84 muy bien llevados y que mamá Juana que orilla los 80. La familia de Guillermo Roberto Gatica, "Guille", se completa con su hermano Juan Carlos, un poco mayor que él, y sus sobrinos.
De entrada no le fue de la mejor manera a "Guille". Una mala praxis al nacer en el desaparecido Sanatorio Cruz Alba lo convirtió, para siempre, en un 'paralítico cerebral'. "Nació de nalgas -cuenta Juana-, pesó cinco kilos cien y cuando hicieron fórceps lo tomaron de las piernas para que saliera y le provocaron una lesión en la columna". Eso provocaría una gravísima situación que signaría su vida. "No caminó hasta los siete años y recién allí, con la ayuda de un kinesiólogo de apellido Acosta, empezó a dar, dificultosamente, sus primeros pasos.
La familia, "y sobre todo la mamá", reconoce don Fernando -retirado hace bastante de su profesión de mecánico-, hizo un gran sacrificio durante toda la vida. "Fue muy duro, porque teníamos que andar con él en brazos para todos lados. A veces Juana, porque yo trabajaba, tenía que viajar a Buenos Aires con él para tratarlo allá, y también muchas veces a una clínica en Mar del Plata y se la tenía que bancar. Y lo hizo con mucha entereza", resalta el hombre.

Sacrificio familiar.
Aquella mala praxis le complicaría naturalmente la existencia, para siempre. La familia tuvo que recurrir a maestras particulares para su aprendizaje, con todo lo que eso significa en costos y en molestias, y claro que también movilizarse muchas veces significó un precio que pudieron afrontar con dignidad. Fernando era mecánico y sostenía a la familia. "Hoy estoy retirado, pero trabajé mucho en eso. Me gustaba, como el automovilismo. ¿Saben que me gustaba compartir el trabajo en el taller de Ignacio Alvarez Beramendi, cuando él corría en Turismo de Carretera?", refiere Fernando.
Estamos sentados en el comedor de la casa paterna de "Guille". Un lugar sencillo y confortable, mientras Juana en la parte de adelante atiende el pequeño negocio de alquiler de disfraces. "Guille" habla, está contento, y lo demuestra. Sabe que, a su manera, él también es un personaje de la ciudad.
Ya a los 12 años, "solito", empezó a ir al Estadio Municipal, ubicado a un par de cuadras de su casa. Allí iba a sentir el calor de un montón de amigos, que lo iban a contener y a ayudar en todas las circunstancias. Eran las épocas en que el atletismo era una de las disciplinas que más se practicaban en el estadio, y "Guille" no tuvo ninguna inhibición para intentarlo también él. Compitiendo en una categoría especial, supo entrenarse y participar en 200 metros, 800 y mil, y también en lanzamiento de bala y disco.

 

Preseleccionado.
Fue una gran satisfacción para Guillermo cuando fue incluido en la preselección argentina que iba a competir en los Juegos Panamericanos de Mar del Plata; o aquella otra vez que estuvo en la misma condición para las Olimpíadas de Barcelona. "No quedé, pero hice el intento, me esforcé, y para mí eso ya es un logro", se ufana.
Pero Guillermo, más allá de su discapacidad, gustaba de andar por la calle. "Cualquier excusa es buena para salir, para andar por ahí", acepta. Por eso, adolescente, se dio cuenta que podría ganarse unos pesitos vendiendo diarios. "Sí, fui canillita, voceaba LA ARENA, y vendía unos 80 diarios... y de paso andaba en la calle", reconoce. "Pero lo hice tres o cuatro meses nomás, porque un día me vio Lito Moneo vendiendo y después en el Estadio me dijo que yo no podía estar haciendo eso, que me iba a ayudar para conseguir un empleo. Creo que habló con Juan Ospital, el intendente, y me tomaron en la municipalidad". Desde ese día de 1980 el Estadio no sólo iba a ser "su" lugar, porque era donde estaban sus amigos, donde podía dar algunas vueltas en su pista de carbonilla, sino que pasó a ser su lugar de trabajo.
"Me encontré con muy buena gente, que me adoptó, que me ayudó mucho. Como Horacio Rivero, Lorenzo Díaz, Raúl Risso, Juan Carlos Vega, el viejo Remigio Correa, Queo... después, me parece que en el '85, vino una camada nueva con Oscar Di Benedetto, Carlitos Susvielles, Alfredo Sauro, Jorge Chinca, Meneca una señora muy buena, Segundo... Todos me dieron una mano", dice reconocido.

 

Musicalizador.
Pero no sólo se iba a quedar con ese trabajo en la municipalidad, sino que además se buscaría una ocupación más, particular. "Empecé jugando, allá por 1984, porque siempre me gustó la música, y de a poco empecé a prestar el servicio de musicalizar. Animaba fiestas, ponía el sonido donde me precisaban, y ahora y desde hace nueve años paso música los viernes y sábados en 'Mi Refugio', la tanguería de Miguel Angel Campanino".
En estos momentos, y desde hace algunos meses, Guillermo ya no trabaja en el Estadio Municipal, sino que fue convocado por Jorge Lezcano, titular de UPCN. Ahora goza de licencia gremial, y en el sindicato tiene su carga horaria.
Es un muchacho que -aunque haya quienes puedan pensar distinto- siempre piensa en progresar. "Ahora mismo lo que me gustaría es poder consolidar esta pequeña empresita de poner música que tengo. Comprar más elementos, poder prestar un mejor servicio, y en eso estamos. Vamos a ver cómo nos sale", dice esperanzado. Pero no es todo, porque siempre pensando en mejorar su trabajo ahora tiene la firme decisión de hacer un curso de computación: "creo que me ayudaría mucho para lo que hago", relata.

 

"Guille" y las chicas.
Guillermo tiene dificultades motrices -notorias-, pero nunca se achica. "Es muy inteligente, la verdad es que la cabeza le funciona muy bien", apunta el padre y "Guille" se ríe con picardía.
"No, la verdad es que no nos trajo ninguna novia, pero sabemos que ha tenido, eh!", revela Fernando. Y "Guille" suelta la carcajada. "¿Cómo me gustan las chicas? Bueno, rubias, morochas. Bah! La verdad es que son todas bonitas... Sí, algo hay", responde misterioso cuando le preguntamos si ahora tiene novia.
"¿Me preguntás qué me gusta hacer? Si vos sabés, andar, andar y andar. Me tira la calle y siempre hay un buen motivo para andar de aquí para allá... Y también la noche. La noche me gusta mucho, y siempre me las arreglaba para entrar a todos lados", cuenta. Fernando, el papá, lo mira y admite que a veces tiene "un poco de miedo" de las andanzas de Guillermo, porque confía mucho en su hijo, pero sabe que la calle y la noche esconden peligros que no todos conocen. "A veces tengo un poco de temor, pero qué le voy a hacer", se resigna.
Cuando la charla termina "Guille" me pide que lo lleve hasta el estadio, donde su amigo Segundo lo está esperando para ayudarlo a afeitarse, porque esa noche piensa salir y no es cuestión de presentarse desarreglado, ¿no es cierto "Guille"?.

 


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