Valentía y entereza
Lunes 15 de enero 2024

Valentía y entereza

Redacción 11/10/2023 - 00.21.hs

De los numerosos premios y distinciones que evalúan la actividad humana, tanto intelectual como científica, posiblemente ninguno sea tan calificado como el Nobel, que sobre una variada gama de materias otorga anualmente la Academia Sueca. La distinción es apetecible por su valor material pero también por el respaldo que pasan a tener los premiados ya que en algunas materias implica una consagración a nivel mundial.

 

En general, los premios en el aspecto científico pocas o ninguna vez son discutidos y marcan o refrendan rumbos, pero una de las distinciones desde hace ya varios años ha quedado abierta a la polémica y la discusión y, hay que decirlo, su otorgamiento rozó el desprestigio, muy especialmente cuando la personalidad de los distinguidos fue pasible de críticas. Se trata del Premio Nobel de la Paz, otorgado a quienes se han destacado en el mundo con acciones en pro de ese valor tan importante en la convivencia.

 

Por cierto, que algunos de los distinguidos resultan muy difíciles de aceptar para el razonamiento, y aun para el sentido común porque una breve perspectiva histórica demuestra la escasez de sus méritos en la materia por lo que, desde hace años, se fortalece –y es de lamentar— la presunción de que hay intereses políticos de por medio. Casos emblemáticos fueron el de Robert Mc Namara, secretario de Estado de los Estados Unidos, bajo cuya égida y promoción se dio la terrible guerra de Vietnam.

 

Pero también ocurre que a veces la distinción apunta a figuras polémicas, pero por su real brega por la paz y las condiciones que a ella hacen, tal el caso de la iraní Narges Mohammadi, activista persistente por su lucha contra la opresión que sufren las mujeres de su país, ceñidas por las rígidas leyes y costumbres tradicionales y religiosas. No es una exageración en modo alguno: la premiada actualmente está presa en Teherán, cumpliendo una condena a ocho años de prisión. La verdadera y bárbara concepción de quienes la sentenciaron se comprende mejor al enterarse que a la condena de reclusión se le agregaron 70 latigazos, una cantidad que se suma a otras semejantes en anteriores prisiones que le impusiera el régimen teocrático de Irán, un gobierno que relega a la mujer a un papel más que secundario y, además del obligatorio uso del velo, la aparta de todas las pautas que tiene la mujer moderna, en Occidente, sobre todo. El jurado del Nobel la distinguió "por su combate contra la opresión de las mujeres en Irán" y "su lucha por promover los derechos humanos y la libertad para todos”.

 

En los últimos dos años el movimiento feminista iraní tuvo manifestaciones muy importantes, especialmente como reacción a algunos actos de la llamada “policía de la moral” del régimen, que llegaron hasta el asesinato, pero a esa importancia fue proporcional la respuesta represiva del gobierno de los ayatollah.

 

El otorgamiento de la distinción ha obrado como un enorme refuerzo en la lucha de las feministas iraníes, especialmente porque ha encolumnado en los reclamos por su libertad y reivindicación a las instituciones más significativas del planeta que respaldan el movimiento a nivel global, al tiempo que ponen en evidencia la inhumana desubicación de las autoridades de aquel país.

 

Lo anterior, aunque mínimamente, refleja el grado de valentía y entereza que tiene la mujer distinguida con el premio Nobel de la Paz.

 

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