Una muralla entre el Negro y el Colorado
La revista Cauce, que edita la Fundación Chadileuvú por Internet, reproduce en su último número un lúcido artículo de un periodista bonaerense quien reflexiona sobre la paradojal situación de los ríos Negro y Colorado en estos días: el primero de ellos amenazando con inundaciones debido al enorme caudal que lleva, originado en circunstancias naturales y antrópicas; en tanto que el otro -el Colorado- está reducido a valores muy por debajo de la media de sus mínimas, unas sesenta veces menos que los volúmenes que escurre el Negro. Conocedor, seguramente, del Tratado del río Colorado, el articulista señala lo útil que sería evitar que esas aguas se pierdan inútilmente en el mar, trasvasándolas a la cercana cuenca del Colorado, tan necesitada en los últimos años, reforzando la idea al expresar: "llama la atención que la complementación de cuencas, en esta Argentina, aún constituya una utopía".
La acertada opinión del articulista trae a colación el olvido en que yace ese aspecto del Tratado del Colorado. Mientras los sucesivos gobiernos se han avenido casi con resignación a considerar las posibilidades más favorables a Mendoza en cuanto al aprovechamiento y trasvase del río Grande, principal afluente del Colorado, desde hace más de una década no se mencionan los puntos referidos al trasvase, que resultarían esenciales al desarrollo del valle inferior del río, es decir: a La Pampa y Buenos Aires. Frente al desplante rionegrino de desconocer una ley nacional y sus correspondientes provinciales ambos estados han mostrado un desinterés cercano a la mansedumbre, especialmente si se considera que la complementariedad está claramente contemplada en el tratado y, si no hubiera acuerdo de la provincia rionegrina, hay en disponibilidad un caudal cedido por Buenos Aires de la alícuota que le corresponde. Tampoco se sabe, lamentablemente, que haya habido iniciativa alguna dentro del comité de cuenca (Coirco) responsable de la aplicación del tratado.
Ese desinterés de la parte pampeana parece armónico con la actitud de parsimonia que campea en su gobierno que, en los casi siete meses que lleva de mandato, aún no ha designado un representante específico ante el Coirco, quedando esa tarea a cargo del secretario de Recursos Hídricos de la provincia. Tradicionalmente esa función siempre mereció en La Pampa una designación personal para tarea tan delicada.
Las anteriores consideraciones hacen plenamente al comienzo de esta nota: La Pampa necesita adoptar una posición firme y definitiva en cuanto a la complementariedad de las cuencas Negro-Colorado y la necesidad de un trasvase que beneficie a las cuencas media e inferior. Debe proponer, mínimamente, el inicio de los estudios tendientes a determinar la alternativa más conveniente para otorgar la servidumbre de paso a las posibles obras, al margen de la conformidad o no de Río Negro. De hecho hay en los archivos firmes estudios al respecto que efectuaran desde hace varios años algunos de los más calificados técnicos pampeanos. Paralelamente y junto a ese quehacer se impone, además, iniciar una labor política consecuente.
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