Domingo 27 de julio 2025

El impulso bueno y su conocimiento oportuno

Redacción 05/06/2013 - 03.39.hs

Señor Director:
En una oportunidad escribí aquí acerca de un maestro nacido en Cachirulo y que pasó parte de su juventud en Victorica. Lo hice para recordar que en la ciudad oesteña formó parte de una juventud con aspiraciones culturales que creó una revista. En ella escribía una columna que llamó "En torno al impulso bueno" y que dedicó a dar cuenta de conductas edificantes, principalmente en lo que suele llamarse pequeñas cosas.
Aprendí mucho de esa orientación y esos relatos. Primero, sólo lo vi como una fuente de temas literarios. Más tarde caí en la cuenta de que era también un territorio de la manifestación de lo humano. Conviene que recuerde que llamo humano a lo que el hombre viene queriendo ser desde que comenzó a sentirse responsable de su estar en el mundo. El ámbito de lo humano es dilatado y la tendencia de quienes piensan y escriben tiende más bien a poner su atención en los extremos superiores de la expresión de lo que vamos logrando en el proceso de nuestro querer ser: lo heroico, lo que da nombradía, lo que hace nombre de calle o plaza o monumento. Oportunamente caí en la cuenta de que lo cotidiano no es solamente rutina y que ahí se manifiesta el impulso bueno de mil formas.
Vuelvo sobre este tema luego de leer sobre el caso de esa pequeña de seis años que hace dibujos y los ofrece en venta a sus amigos y compañeros y que atesora lo que le pagan para ayudar a que se compren más notebooks para los escolares, para que todos lleguen a tener una de esas computadoras. La pequeña, una vez que hubo reunido 33 pesos, preguntó dónde podía entregarlos para que se cumpliese su intención. Como en los cuentos de hadas, el caso llegó a oídos de la presidenta de la Nación y ésta no tardó en encontrar la ocasión de recibir a la pequeña y darle satisfacción. No sé cómo continuará esta historia. Una de las posibilidades es que se cree un fondo especial y que otros niños sientan el impulso de seguir el ejemplo. Me interesa más pensar en cómo seguirá la historia de esta pequeña, si la vida le ofrecerá oportunidades reales para seguir respondiendo al impulso bueno.
También sentí como propio de la saga del impulso bueno lo que leo en nuestro diario acerca de estudiantes y docentes de la universidad que propician un movimiento en defensa del cardenal amarillo y del conjunto de las aves que pueblan nuestro territorio. Cada tanto se lee que la policía detuvo a personas que habían capturado cardenales u otras aves, con fines comerciales. El cardenal amarillo, que luce bien como mascota, está acosado y en riesgo de extinción. En esto puedo hablar de mi propia experiencia y la de muchos. Si bien nunca me dediqué a capturar aves, en mis casas sucesivas ha habido casi siempre una jaula, ya con canarios, ya con otras aves. En cierto momento de mi vida sentí que la jaula era una prisión para las aves, y busqué un jaulón. Más tarde, admiré a un vecino que había construido una jaula enorme y alta y pensé que él había dado un paso más allá. Luego me dije que los pájaros siempre están prisioneros, por grande que sea la jaula. Sé que hay quienes piensan que así se los salva de los depredadores, animales y humanos. Sin embargo, no hay jaula que reemplace al ámbito natural. Tuve también oportunidad de desarrollar una quinta, que llené de árboles y que, poco a poco, aparecieron poblados por aves. Al principio llegaban de paso y con reservas, pero algunas empezaron a quedarse, al no ser agredidas. Luego, llegaban las aves más diversas y pensé que habían escapado de sus jaulas. Al comienzo de esta experiencia, tuve algunas situaciones enojosas con capturadores de pájaros, que pedían permiso (o no) para poner sus jaulas con trampas. Luego éstos dejaron de insistir. Las quintas vecinas seguían la misma conducta y un día pude decirme con gozo íntimo que había participado en la creación de un santuario para las aves. La mejor jaula es la que se abre y queda vacía, porque alguien comprende.
Atentamente:
JOTAVE

 


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