La Alcancía
En esta entrega del autor, un relato sobre las vivencias de El Felfe, en tiempos donde el ahorro era posible (al menos para algunos). Desde la escuela se enseñaba a ahorrar a los niños y niñas, a través de una libreta de estampillas.
Juan Aldo Umazano *
En una época el gobierno nacional, como no había inflación, enseñaba a ahorrar. Recuerdo que en las escuelas, después de comprarle la estampilla a la maestra, ésta la pegaba en una de las páginas de la libreta de ahorro.
Pero como la hora para ahorrar era en la última hora, el Felfe nunca podía, porque ya había saltado por la ventana y se había ido.
Un domingo de viento, el Felfe andaba caminando por una de las tantas calles de su pueblo, encontró una moneda de veinte centavos, y se entusiasmó porque sabía que el viento volaba la arena y ahí aparecían mirando el cielo. Apenas a un metro de donde encontró la primera, vio brillar otra de diez centavos. Y después otra, y otra, y otra. Y se quedó pensando que alguien había pasado con el bolsillo roto. De curioso se agachó, revolvió la arena y aparecieron más. Con los días, supo que un turco había pasado con su carro, y como el cajón donde guardaba la plata estaba roto, había perdido monedas. Volvió al lugar, buscó más, y encontró muchas. Pero como vino la noche, dejó de hacerlo.
Dónde guardarlas.
Al otro día con un caño de hierro se hizo una alcancía. Tendría unos treinta centímetros de alto y una circunferencia de diez centímetros. Las puso en la cumbrera del techo, del lado de afuera, la escondió entre ladrillos de una pared de treinta que estaban flojos y se los podía sacar. Además, lo de la alcancía, nadie lo sabía. Cuando subía para poner las monedas, lo hacía por el lado de atrás de la casa, donde había algunos ladrillos que sobresalían y le permitían pisar. Lo hacía ligero para que nadie lo viera. La idea de esconder el dinero, le nació cuando una hermana mayor caminando con su novio, encontraron un hueco en una pared sin revocar, y metieron tres monedas. Muchos años después ya casados, volvieron a la casa, y se preguntaron si estarían. Fueron al lugar, y ahí estaban cubiertas de tierra.
Para el Felfe era porque cuando las dejaron, dijeron “Si no estamos separados, las encontraremos juntos”.
El Felfe deducía que eso había sucedido porque se querían. No lo pensaba en términos políticos, porque nada sabía de eso. Sí recordaba haber escuchado que “el ahorro es base de la fortuna”
El Regalo.
Pasó el tiempo, y calculó por el peso de la alcancía, que había ahorrado lo suficiente para comprarle el regalo de cumpleaños a su mamá. Recordó el día, que había encontrado un caño grueso con una rosca en la punta y le había cerrado la parte de arriba. Hoy está tan oxidado que es imposible desenroscarlo. Entonces pensó en una sierrita para cortar metales. Pero como era mucho trabajo, fue a un mecánico amigo para que lo hiciera con la autógena y el soplete. Cuando la dividió en dos, el soplete le había derretido todas las monedas. Quedó hecha una pasta algo amarilla. El Felfe pensaba pagarle al mecánico el trabajo que le había hecho, pero se había quedado sin plata. El hombre se dio cuenta y le dijo “No te hagas problema, me pagás cuando tengas plata”.
El Felfe no quiso llevar lo que había sido una alcancía y la dejó entre los fierros que había en el taller.
Anduvo vario días triste, pensando que no le había podido comprar el regalo de cumpleaños a su mamá.
* Escritor, titiritero, actor y dramaturgo
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