Lunes 22 de abril 2024

Feminista se hace

Redacción 24/05/2022 - 00.06.hs

El repaso feminista sobre qué es -y qué no sería- autoproclamarse como tal, requiere de paciencia que se agota, y explicaciones pedagógicas que también resultan, a estas alturas, desgastantes.

 

VICTORIA SANTESTEBAN

 

Hace una semana, una joven no fue contratada para trabajar en una concesionaria de autos porque era "pañuelo verde". El Inadi intervino a partir de la denuncia de la aspirante al puesto, por el acto discriminatorio que importa rechazar laboralmente a una persona en función de su posición política. Es que pronunciarse abiertamente feminista, trae sus consecuencias. Tiene un costo y lo intuíamos. Lo corroboramos a diario con estas noticias. Después de todo lo que se dice y contradice sobre el feminismo: ¿Qué es? ¿De qué se trata? ¿Qué significa "ser feminista" y qué peligros traería aparejados? Y en tal caso, ¿para quiénes?

 

Desde los malos entendidos mal y bien intencionados, la desinformación y el miedo a la libertad y a conocer otros mundos, hasta la resistencia atroz, el terror a perder privilegios y el regocijo en las injusticias de género, la adherencia patriarcal oscila entre indecisos e indecisas, confundidos y confundidas y los y las refractarias absolutas de siempre. En medio de tanto menjunje conceptual y odio, el repaso feminista sobre qué es -y qué no sería- autoproclamarse como tal, requiere de paciencia que se agota, y explicaciones pedagógicas que también resultan, a estas alturas, desgastantes.

 

Ni Una Menos.

 

Una concesionaria del barrio porteño de Pompeya había contratado a una joven para trabajar en el lugar. Pero quien la contrató cambió de idea al encontrarse con un estado de Whatsapp de la chica que confirmó su feminismo: la frase "Ni Una Menos". "Hola María, disculpame pero te seré honesto. Vi tu estado 'Ni una Menos', sos pañuelo verde e ibas a venir a un ambiente muy machista", explicó el hombre que horas antes la había entrevistado. "Prefiero buscar otro estilo de mujer, lo que sería para ustedes una oprimida por el patriarcado", siguió.

 

Su tono suena a "te estoy haciendo el favor" de no exponerte a los muchachos que trabajan acá, que van a hacer chistes y como buena feminista que sos, así amargada, no te van a hacer gracia... es que son tan susceptibles y exageradas. Entonces, hasta queriendo hacer pasar por acto altruista en comunicar el motivo de la no contratación, para ahorrarle el mal rato, no la contrata. Esa astucia tan bien aprendida para disfrazarlo todo y comunicarlo tan amablemente, ese cuidado en las formas para que la violencia pase desapercibida. El mensaje "no te contrato por feminista" es adoctrinador, corrobora el precio altísimo por pertenecer a un movimiento que lucha contra nuestro relegamiento a ciudadanas de segunda, tercera, cuarta categoría, dependiendo de las capas de vulnerabilidad que nos atraviesen.

 

El mensaje engendra violencia en tanto discrimina y alecciona: fíjate cómo te va por esas elecciones, si no fueras pañuelo verde, tendrías el trabajo. La decisión discriminatoria coarta toda posibilidad de acceso al puesto - al que ya había sido contratada- por su posicionamiento como feminista, violentando así la Constitución Nacional, la ley 26.485 de Protección Integral hacia las Mujeres, la ley 23.592 Anti discriminación, Convención Cedaw de Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer y la Convención de Belém do Pará, para la Prevención Sanción y Eliminación de Todas las formas de Violencia contra la Mujer.

 

Feminismo.

 

En muy resumidas cuentas, dada la historicidad y heterogeniedad de los feminismos, podría esbozarse una definición muy acotada que los ubique como movimiento de lucha por la igualdad entre los géneros, en pos de un mundo más justo, más igualitario. Un movimiento que denuncia la explotación patriarcal, que deschava esa opresión para desarticularla, a sabiendas de su monstruosidad añeja, de su poder de aggiornamiento y reactualización, de sus artimañas para la reinvención que se despliegan mundialmente a velocidad envidiable.

 

El feminismo como movimiento por los derechos y la libertad, por la igualdad y la justicia, resquebraja las estructuras opresivas sobre las que aún se sostiene toda nuestra cotidianeidad, que se resumen en el posicionamiento de privilegio y dominación masculina. Pero a pesar de esta definición básica y extendida sobre el feminismo -con claro hincapié en la noción de un movimiento de derechos humanos - se insiste en su comparación absurda con el Nazismo a partir del término "feminazi" a la vez que se pregona que el feminismo es la contracara del machismo, como opuestos que se conectan en la sumisión hacia determinado género. Se cae en la literalidad de que el slogan "muerte al macho" evidencia la belicosidad feminista.

 

Todas estas construcciones teóricas de manos del patriarcado generan el menjunje conceptual para justificar hipócritamente la resistencia al feminismo. En esta campaña de difamación al movimiento, quienes adherimos a la causa tenemos adosadas etiquetas que conjugan el arquetipo de la feminista, construido patriarcalmente: mujeres amargadas, enojadas con la vida, que odian a los hombres y envidian a las demás mujeres, malas, malísimas, a quienes nada les viene bien, susceptibles, intensas, violentas, peligrosas. A quienes hay que neutralizar. Cualquier similitud con el arquetipo de la bruja de los cuentos de hadas -y su persecución-, no es pura coincidencia.

 

Feministas.

 

A sabiendas del poder mediático en manos del patriarcado, de toda la mala prensa que supo imprimir contra quienes adherimos empedernidas a la causa feminista, llevamos esa etiqueta verde con el orgullo de quien ya se desentiende de los motes. La llevamos conscientes de que todavía autoproclamarse feminista, es todo un acto de arrojo, porque las represalias persisten, como no contratarte para un trabajo. Porque hay un costo aún altísimo por pertenecer al movimiento de mujeres que tanto incomoda. El dedo en la llaga, la voz que no se calla, la desubicada que sale del silencio doméstico, del relegamiento opresor y molesta. Y se anima, de una vez, a revelarse contra esos mandatos de sumisión, de cuidado extenuante y postergación moribunda. A encarnar la rebeldía herética, cansadas de cuentos. No hay fórmulas ni carnets que certifiquen lo feminista. Hay diversidad en las formas y conceptos de la militancia. Hay diferencias y hay encontronazos. Y entre la radicalidad y la diplomacia, entre la amorosidad y la dureza, nos hermana esta conciencia de género convocante, que elegimos a pesar de los costos, para que en un futuro que quede cerquita, el mundo sea feminista.

 

*Abogada, Magíster en Derechos Humanos y Libertades Civiles

 

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