Domingo 23 de noviembre 2025

Rescate de un viaje poco conocido

Redaccion Avances 23/11/2025 - 15.00.hs

En este artículo, el autor recorre el libro de Norberto Mollo y expresa la importancia que su contenido tiene para nuestra región. El viaje de don Justo Molina y las referencias a nuestros ríos y paisajes en el 1800.

 

Walter Cazenave *

 

Para quienes se interesan por la historia regional el nombre de Luis de la Cruz -el alcalde de la ciudad chilena de Concepción que cruzó las pampas en 1806- no es para nada ajeno, tanto que en aproximadamente en las últimas tres décadas ha sido objeto de estudios variados, incluyendo viajes. En cambio sí puede resultar extraño el de don Justo Molina Vasconcelos, que oficiara como baqueano de aquella expedición y que recorriera ese mismo camino un año antes.

 

El diario de viaje de don Justo Molina siempre fue un motivo de interés de los estudiosos pero de casi imposible consecución, dada su condición de inédito o poco menos. Ahora, la paciente tarea de Norberto Mollo -un profesor santafesino especializado en múltiples aspectos de los antiguos pobladores de las pampas, relacionado con la intelectualidad pampeana interesada en nuestra historia- ha permitido conocer ese documento a través de un libro editado por Academia Científica Española, una marca referida a una casa editora alemana, lo que hace complicada su consecución en nuestro país.

 

El libro de Mollo hace justicia a una obra que “aun con ciertos errores, constituye uno de los primeros elementos de referencia geográfica de estas latitudes, cuyo mérito aquilatado no se ha visto correspondido con el conocimiento que la cronología histórica debiera haber difundido”.

 

Por cierto que el viaje de Molina tiene interesantes singularidades. En principio sorprende que haya iniciado su travesía en el mes de junio, cuando arrecian los fríos en la Cordillera de los Andes, que atravesó. En esa ida hacia Buenos Aires, por entonces capital del Virreynato, toma el camino que atraviesa una parte del actual Departamento Puelén, en nuestra provincia, pero el 14 de junio se ve obligado a desviarse hacia Mendoza ¿La causa de ese cambio de ruta? Una singular crecida del río Chadileuvú que hace inseguro su atravieso y de cuyo riesgo advierten a Molina un grupo de indios pehuenches que lo precedían en la marcha, parcialidad con la que tenía una muy buena relación.

 

No deja de sorprender ese conocimiento de las rastrilladas en el desierto -que él llama “caminos de indios- y que le permite tomar decisiones rápidas en la emergencia. Mendoza pasa a ser una etapa que lo obliga a un camino más largo aunque también ya más poblado por los cristianos.

 

Tras su arribo a Buenos Aires adonde llega el 13 de febrero y da cuenta al Virrey de los pliegos informativos que lleva; también para informarse “de la conveniencia que se originaría descubrir un camino recto para la Provincia de Chile”, sugiriéndole como lugar mejor para el cruce de la cordillera el paso de Antuco. Salta a la vista que hace ya más de dos siglos que los más transitables boquetes de paso ya eran conocidos.

 

Más interesante en lo que hace a lo que es hoy nuestra provincia fue el viaje de regreso, siguiendo una ruta similar a la de Cruz y, a veces superpuesta. En ese camino aparecen diversas noticias antropológicas referidas, por caso, a toponimia y etnografía. Citando a Ramiro Martínez Sierra, autor del estupendo trabajo sobre El mapa de las Pampas, las posibles deficiencias técnicas que hay en el Diario “son disculpables si se tiene en cuenta que no poseía conocimientos que le evitaran incurrir en errores. Lo que no puede ponerse en duda es su osadía y tenacidad, comparables con la de los exploradores legendarios.

 

Los padecimientos que debió soportar en su empeño lo colocan en la categoría de héroe en la historia del conocimiento geográfico de las pampas”.

 

El texto consigna un paisaje provincial cuya toponimia, curiosamente, todavía se mantiene en su mayor parte pero en el que sus rasgos físicos han mudado. Valga como ejemplo al respecto la descripción detallada y dolorosa para nosotros de los interluvios del río Salado-Chadileuvú, un humedal inconcebible actualmente.

 

Otro detalle que se desprende de la lectura de este libro es el relativo a la geopolítica del Imperio Español en América, muy ignorada y mayoritariamente rebajada por los turiferarios de la cultura anglosajona. Los españoles sabían sobradamente (los prolegómenes de su viaje y el de Cruz lo dicen) que los enormes desiertos pampeano-patagónicos existentes entre los dos océanos, tenían que contar con una comunicación fluída, basada en la buena relación con los nativos habitantes de esas tierras, relación que después, ya con las repúblicas independientes, se viera traicionadas con las operaciones Conquista del Desierto y pacificación de la Araucanía.

 

En definitiva este Justo Molina, por las Pampas y los Andes (1804-1805) bien puede considerarse un libro necesario a cualquier biblioteca pampeana. Vaya entonces el merecido elogio a la perseverancia de su compilador y comentarista, que trabajara larga y pacientemente en los documentos de la Biblioteca Nacional.

 

* Geógrafo

 

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